Es maravilloso ser guineano, pero una tarea ardua, porque existen dos supuestas Guineas: una exiliada y otra interna. En cada una de ella, uno ha de pasar la vida sorteando obstáculos: los propios de la vida cotidiana y los que te ofrecen los componentes de cada Guinea. Hay que aclarar que, la Guinea de los proscritos es tan sumamente maravillosa como la doméstica. Cada una de estas dos Guineas, ha ido diseñando día a día el perfil del guineano correcto, un forzoso decálogo de un buen guineano. Al mismo tiempo cada una ha establecido las penalidades que supone apartarse de la verdad establecida. Así, si perteneces a cualquiera de las dos, debes tener criterio unitario acerca de las cuestiones sociales, políticas y por qué no religiosa de dudosa interpretación y debes aprenderte al dedillo el rosario de afrentas que condicionan muy seriamente el devenir de Guinea Ecuatorial.

La Guinea proscrita, que es la que hoy me toca hablar, tiene sus criterios e intenta imponerlos, por muy unívocos que sean. Desde que esta Guinea Ecuatorial, exiliada se erigió en un estado, con sus criterios unívocos, hasta nuestros días, no ha sido más que una permanente afrenta en la que, la perversa centralidad de sus planteamientos ha ahogado y reprimido cualquier forma y modo posible para enfrentarse a la dictadura. Así todos los días. Si lo primero era no acudir a las elecciones, ahora lo segundo es no ir a dialogar. Entonces ¿Qué hay que hacer? Nada, esperar que el barco que trajo a Obiang Nguema y su familia se lo lleve de vuelta a no se sabe dónde. Curioso, el modo de pensar de algunos, que tienen siglas de partidos políticos y coaliciones a las espaldas, pero dicen que no hay que ir allí donde están los que presuntamente les harán gobernantes de naciones. No hay que ir. ¿Por qué? Porque si van a Guinea Ecuatorial, el que ha convocado el Diálogo Nacional les va a matar a todos, es una trampa. ¡Vaya! No importa que sean cien o mil los que vayan, simplemente los va “a matar a todos”. No sé si es tesis, hipótesis o antítesis. Lo que sí sé es que eso dicen los exiliados.

Son demasiadas extravagancias políticas y sociales que rayan la inmadurez. Yo no le pediría a nadie, que está haciendo su vida fuera de Guinea que regrese, lo exigiría a aquellos que ilusionan con la democracia a otros, con coaliciones y partidos políticos que son consumidos por el miedo. Hay muchos cagones que pululan como capullos en primavera e invitan a otros a sumarse a la causa, decía Esopo que es fácil ser valiente desde lejos. Esa es la verdad. Y no es poco lo que decía Napoleón, que aquel que teme ser conquistado será derrotado, no quiero que se acabe el ruido en el exilio, no quiero que se consuman años enteros de vida hablando exclusivamente de la dictadura y sólo de la dictadura, sin buscar un camino nuevo; no es mi deseo ver a gente que han perdido el valor y no quieren volver a conquistarlo. Cervantes decía que quien pierde el valor, lo pierde todo. No creo que la Guinea proscrita haya perdido el valor de hacer las cosas a las que tienen miedo. No. Ya no es imprescindible saber el cuándo. Tampoco es taxativo lo que diga la mayoría. Ya no es prioritario conocer la opinión de los sietecientos mil guineanos que viven en la Guinea doméstica. Hasta los que hacen poco eran amigos, se han hecho enemigos, por el famoso Diálogo Nacional. Si no vienen

Al final que nadie venga a Guinea Ecuatorial, esperamos a ver qué surge, si sale mal, frotarán las manos con la habitual tontuna de siempre. Todo es posible en esta mediocre Guinea repleta de oportunistas y vocingleros baratos, repleta de publicistas de la ira. Todo se queda en un “ya veremos”.


Fuente: opinión

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