El B777-200 de White(1) hizo un viraje pronunciado a la derecha cuando sobrevolaba Douala. Estabamos descendiendo desde hací­a 20 minutos desde 39 mil pies y quedaban apenas 10 minutos para aterrizar en el aeropuerto de Malabo, cuyo indicativo o código OACI es FGSL (Santa Isabel). Hoy es jueves dia 11 de diciembre del año 2014 y estoy regresando a Malabo tras una breve estancia en Madrid.

A pesar de quedar 10 minutos para llegar,  el avión mantenía ahora la altura mientras evitaba los peligrosos cumulunimbus que como setas se esparcí­an desde casi el nivel del mar. Penetrar en uno de ellos significaba someter al avión a unas fuertes turbulencias que podían comprometer la estructura del aparato. De día se les ve pero de noche no. Un poco más adelante, el avión descendió a seis mil pies y ahi se mantuvo de nuevo. Según yo recordaba por las cartas de navegación, teníamos que haber descendido ya a cuatro mil pies para proseguir el descenso y establecer (alcanzar y mantener) a dos mil quinientos pies sobre el punto llamado AMPUS, que se encuentra en la prolongación de la pista de Malabo a doce millas naúticas del comienzo de la pista. Cuando se llega desde Douala, que es la llegada normalizada más frecuente, al llegar al punto AMPUS se vira a la izquierda para enganchar (establecer) el sistema de aterrizaje por instrumentos ILS que nos lleva a la pista. Observé que en cambio el piloto hizo un viraje a la derecha y eso me inquietó. Justo a la derecha, a unas 15 millas, se encuentra el monte Camerún y los virajes a la derecha no se deben realizar viniendo de Duala. El viraje continuó, por lo que deduje que estaba trazando un círculo mientras descendia, para hacer tiempo. Desde mi asiento situado a la izquierda del avión pude ver la base del monte Camerun, mientras proseguía el viraje a la derecha, hasta que finalmente se enderezó y después bajó los flaps a treinta grados. El ruido aumentó por la resistencia que los flaps oponían el aire, dando más sustentación al avión. Un minuto más tarde bajó el tren de aterrizaje y el ruido se hizo mucho mayor. Estabamos descendiendo en una senda de planeo con un ángulo de tres grados. A veces penetrábamos en una nube baja que ocultaba el mar completamente. El techo de nubes debía estar a quinientos pies y la visibilidad era baja.

Una especie de calima inundaba toda la zona de Malabo y solo se veían con detalle los objetos más cercanos. La causa de esta baja visibilidad era el Harmatan.

El avión se movía de un lado a otro mientras el piloto al mando luchaba por mantenerlo alineado con la hipotética linea central de la pista, ahora siguiendo las luces del sistema visual de aterrizaje y con el piloto automático ya desenganchado.

Ningún aterrizaje es igual que otro. Por muy experimentado que sea un piloto, siempre hay aterrizajes que no son de nuestro agrado, por muy bien que hayamos hecho la aproximación. Este aterrizaje fue muy brusco. A veces por tener que ir corrigiendo altura, rumbo y alabeo de forma continua, cuando llega el momento del aterrizaje (flare), lo que menos preocupa es aterrizar "lamiendo la pista" como se dice en el argot aeronáutico a los aterrizajes suaves, que se hacen a menos de 100 pies por minuto de bajada. Algunos pasajeros, la mayoría mujeres, se pusieron a aplaudir cuando las ruedas tocaron aparatosamente la pista. Creo que este aterrizaje no merecía el aplauso. Quizá era la forma de romper el clima de tensión que embargaba a los pasajeros.

A mí no me gustó la maniobra de 360 grados realizada sobre AMPUS ni la toma (aterrizaje) fue nada suave. No sé si esa maniobra fue porque habia que hacer una espera para evitar un tráfico precedente o porque el piloto llegó muy alto al punto AMPUS como yo sospechaba. Justo mientras aterrizabamos, había otro avión parado (manteniendo), esperando alinearse en la pista 22 donde estabamos aterrizando.

Al salir por la puerta del avión, justo en el finger, había una chica ofreciendo lo que parecía una crema. Era un jabón líquido con antiséptico que escupía del bote sobre nuestras manos, para que nos frotaramos con él. Una medida contra el ébola, al parecer. Al mismo tiempo otro nos enfocaba con el teletermómetro (termómetro de infrarrojos) para descubrir posibles casos de fiebre. Cuando llegué la otra vez en septiembre ya existía el sistema del termómetro. Más allá, al final del finger, dos policías miraban los pasaportes. Y luego al bajar las escaleras del terminal estaba el control del dictador: unas cabinas donde te toman las huellas de los índices de las dos manos y te fotografían, sin decirte nada amable ni explicarte lo que quieren que hagas. Ahí escuché a una de las pasajeras guineanas decir "bienvenido a la realidad", la frase de Morfeo en Matrix.

Yo ya llevaba un minuto sudando, el tiempo justo que había mediado desde que abandonamos el climatizado ambiente del Boeing triple siete, hasta que nos pusimos en la cola de los garritos de tortura del dictaduro Obiang. Me sentía peor que cuando llegué en septiembre. La culpa era del Harmatan.

El Harmatan es un viento maléfico que procede del desierto. Cuando existen bajas presiones barométricas en la zona de convergencia intertropical (FIT) (2) y altas presiones en la zona del Sahara, se originan vientos procedentes del noreste que soplan sobre Africa del oeste y el Golfo de Guinea. La isla de Bioko se encuentra en la frontera límite del Harmatan.

Cuando se crea el viento en el desierto, recoge micropartículas  de arena y polvo y las lleva en su largo viaje hacia el suroeste, junto con el calor del desierto. En muchas regiones afectadas, el Harmatan se instala como una neblina rojiza y calurosa que permanece días y días sobre enormes zonas desde Niger hasta Fernando Poo. Aquí el Harmatan nos invade entre finales de noviembre  y mediados de marzo y dicen que esa niebla a veces rojiza y siempre cálida, aqui cargada de humedad, enloquece a las personas. El mes de diciembre parece el más temible. Existe la idea de que en navidad, sobre todo, siempre matan a la gente enloquecidos por el Harmatan. Antes los asesinos solían pertenecer  a la colonia de trabajadores originarios de Calabar y ahora son los hombres del dictador. Al menos ese es el mito entre los malabeños.

El día anterior a mi retorno a Malabo, el miércoles por la tarde, un soldado había disparado sobre un joven taxista bubi. En el cuartel que se halla enfrente de la zona de Marina, por Ela Nguema, el taxista estaba parado con su coche, al parecer a causa de un bloqueo circulatorio. Cuando el soldado de la guardia le dijo al taxista que se moviera de ahí, éste le contestó que no era culpa suya estar parado y no podía hacer nada. El soldado, preso del Harmatan, realizó cuatro disparos contra Alberto Losocha Etepa. Y a continuación entró en el taxi y le quitó todos los documentos  que llevaba el joven bubi. Y ahi le encontraron otros taxistas. Aunque le llevaron al hospital cercano, ya estaba muerto.

El soldado que disparó al joven taxista no ha sido detenido. No hay un juez que se haya hecho cargo de este asesinato. Aqui la ley no funciona salvo para condenar a los justos y opositores. Y esto no es culpa del Harmatan. El culpable se llama Obiang Nguema Mbasogo, que ha montado un sistema caótico que solo es eficiente para la destrucción.

(1) La compañía portuguesa White es la que opera el avión B777-200 matriculado también en Portugal y que pertenece a la compañía Ceiba intercontinental (que lo alquia a White). Es la forma nada brillante que han encontrado los hombres del dictador para que el avión pueda volar el espacio aéreo europeo, ya que Ceiba está en la lista negra de compañias prohibidas.

(2) La zona de convergencia intertropical (ITCZ) o frente intertropical (FIT) es una franja de bajas presiones que se ubica como un anillo en la zona ecuatorial y donde confluyen los vientos alisios. Se mueve ligeramente hacia el norte y luego retorna, influyendo poderosamente en el clima de nuestra región.