Madrid 21 de mayo de 2016

Cuando visité Guinea en el verano de 20111, después de 43 años alejado del país, excluido el viaje en 2002 para enterrar a mi padre, nadie se imaginaba que las cosas iban a empezar a moverse. Aquel viaje fue el primer desafio, al colocar a la dictadura en la tesitura de detenerme o de dejarme tranquilo.

Desde siempre había sido muy crítico con la dictadura, desde la posición de estar bien informado y desde la solidaridad con los guineanos que sufrían los abusos del dictador, como el famoso macrojuicio del 2002 contra Felipe Ondo y centenares de sus allegados, entre los que se encontraba el actual líder del partido FDR, Guillermo Nguema.

Hubo otros viajes en 2013, 2014 y 2015. Del viaje del 2015 he vuelto ahora el 2 de Mayo de 2016, tras 5 meses de estancia continua asumiendo todo tipo de riesgos. Esta vez volvía tras haber sido maltratado el domingo 1 de Mayo por el propio Nicolás Obama Nchama, ministro de Seguridad del dictador Obiang. Fui secuestrado previamente en el aeropuerto de Malabo cuando me disponía a embarcar rumbo a Madrid y transportado a la comisaría central de Malabo conocida con el nombre de Güantánamo, por su similitud en el trato a los detenidos con la base norteamericana del mismo nombre.

Las cosas han cambiado en el país. Mucha más gente ha perdido el miedo y están dispuestos a participar en el cambio. Ha sido el resultado de varios factores y supongo que mis viajes exploratorios y provocadores algo habrán ayudado a crear esa marea que ha comenzado a moverse dentro de Guinea. Y no va a parar, aunque parezca en ocasiones que está desaparecida.

El mensaje que he captado de forma abierta en este viaje es que la gente no quiere que Obiang siga en el poder. Y el mensaje se capta ya en las calles. En muchos espacios la gente ya no tiene miedo de hablar públicamente, especialmente en Malabo. Tal es así que muchos aconsejan, para la acción política, concentrarse en Malabo, la vanguardia del cambio.

No, no serán siete años los que Obiang va a estar en el poder desde hoy. Por muchas razones. La primera es que no queremos que esté en el poder ni un año más. La otra razón es que el dictador es incapaz de resolver los numerosos problemas que ha ido creando en el pasado, en los momentos de las “vacas gordas”. Ahora que estas vacas son menos gordas, le será aún más difícil mantener el clientelismo y el despilfarro enfermizo de su familia. El clientelismo monstruoso es la base de su poder, todo lo compra y a todos compra. Hasta ahora.

Hemos concluido también que el dictador, falto de apoyos y con el pueblo en contra, utilizará la violencia y violará la constitución y las leyes. Nos acusará de las cosas más impensables, nos encarcelará, nos torturará y posiblemente nos mate, todo con tal de no dejar el poder. En esa lucha entre la razón, la justicia y el orden que representa la oposición contra la violencia y el crimen de la dictadura, la dictadura perderá. No hay duda.

Es posible que entre perder matando y perder negociando, Obiang no sea capaz de ver la diferencia. Todo indica que su inteligencia no le permite diferenciar ambos escenarios. Es un problema añadido en la lucha por la democracia en Guinea. Ninguna señal hasta ahora le ha llegado al dictador, que se mantiene firme agarrado al poder que ya le está quemando.

La oposición debe tomar la iniciativa para procurar un cambio lo menos traumático posible. Ya la está tomando.