Llevo casi un mes desaparecido, pero todavía existo.
En Guinea Ecuatorial seguimos a nuestra bola; con la inmensa mayoría de la gente viviendo porque aún está viva, es decir, simplemente esperando la muerte, y una ínfima minoría desplazando ingentes sumas de dinero de los ingresos del Estado hacia sus cuentas (o cajas fuertes) ya sea en el interior como fuera de nuestras fronteras. Eso de los movimientos de dinero viene a cuento porque en estos días se habla de ello.
Lo que vengo a contarles hoy son aspectos de la manera de vivir o pensar (si es digna de este verbo) de mis queridos conciudadanos. En concreto, voy a hablarles de la visión de la relación hombre-mujer extendida entre nosotros.
Verán, aquí la gente es todavía muy machista. Digo gente, porque lo son indistintamente hombres y mujeres, de hecho, me temo que en Guinea Ecuatorial (julio de 2009) las mujeres son más machitas que los propios hombres. Este machismo se manifiesta en ideas como las siguientes: la mujer es como un hij@ (para su pareja), la mujer es el hogar (para su pareja), la mujer es riqueza (para su familia), etc.
Esta manera de proceder (me resisto a llamarlo pensar) lleva a la sociedad a plantear a la mujer de manera paradójica: es riqueza, pero no produce. En el sentido de que para un hombre la mujer representa una carga (hay que mantenerla), pero para su familia (padres, hermanos, primos) es una fuente de ingresos, pues, quien tenga relación sentimental con ella, está “obligado” a “hacerles algo” (favores económicos) constantemente. De tal forma que, en general (y esto implica la inmensa mayoría de la sociedad), la mujer guineoecuatoriana no aporta nada económicamente a la pareja, convirtiéndose así en una especie de prostituta que uno alquila por tiempo indeterminado y que, mientras tanto, le ofrece otros servicios como limpiar la casa, cocinar, lavar la ropa, cargar agua (labor muy habitual, ya que se cuentan con los dedos de la mano las casas con agua corriente), etc.
Esta situación lleva a la sociedad a una promiscuidad sexual galopante, pues, prácticamente todas las chicas (insisto, no todas) son prostitutas; lo que voy a llamar prostitución subliminal. Es decir, si uno está dispuesto a pagar (gastar en ella, “hacer algo” a su familia), se va casi con cualquier chica. Y es una vida en la que todos están cómodos (hombres y mujeres); a los primeros, porque así las chicas son un producto de consumo más y tienen a cualquiera a su alcance (simplemente es cuestión de cuánto dinero se está dispuesto a gastar), y a las segundas, porque esto les permite vivir con el único esfuerzo de inhibir sus sentimientos cuando están con alguien que no les gusta.
La pena y el surrealismo de esta historia es que muchas de las chicas con cierta formación o empleo (algunas han vivido, trabajado o estudiado en occidente) también se están sumando a este esquema mental, en el que simplemente se consideran con un valor añadido (el de su empleo o formación); es decir, se consideran algo así como prostitutas de lujo entre prostitutas normales y ordinarias.
Zee Medang
Guinea Ecuatorial, 03 de julio de 2009
Fuente: Zee Medang