Los trastornos psicóticos de la dictadura, casi siempre suelen causar rabia e impotencia, hoy producen asco y desprecio. El dictador es un hombre prehistórico e inhumano. Él y su familia tienen una vida oculta, que los medios internacionales tratan de hacerse pública. En Guinea Ecuatorial, Obiang no sólo oculta la destrucción masiva, la ruina y la devastación que su gobierno y su familia a la cabeza causa al país, sino pretende que el pueblo le reconozca por ello.
Últimamente se han desvelado los trastornos psicóticos de la dictadura. El primer brote psicótico, es el encarcelamiento y la tortura en la cárcel de Black Beach en Malabo, de 600 jóvenes, muchos de ellos, apenas cumplidos los 12 años de edad, demostrando una vez más que no existen en Guinea Ecuatorial los derechos del niño y que la dictadura no tiene piedad. El segundo brote psicótico que se han destapado es el patrocinio en 3 millones de dólares a los carnavales de Brasil. ¿Qué es Samba?, ¿Dónde está Brasil? ¿Cuál es el idioma oficial de Brasil? ¿Qué relación tiene Brasil con Guinea Ecuatorial? ¿Por qué 3 millones de dólares de nuestro dinero subvenciona las fiestas culturales de aquel país?. Un 80% de guineanos no sabemos lo que es una samba, ni sabemos cómo se baila. Seguro que otros 75% guineanos tampoco sabemos localizar en un mapamundi dónde está este país sudamericano ni qué idioma se habla allí, ni cómo son los brasileños, ni que ventajas culturales aporta un carnaval y las sambas. Un 95% de guineanos, ignoramos completamente qué relación tenemos con este país. El 99,9% de guineanos no entendemos qué hacen nuestros dineros (3 millones de dólares) patrocinando un género musical que no conocemos, en un país que no sabemos situar en el mapa ni en qué idioma se comunican sus habitantes, y que, sobre todo, ni más remota idea del tipo de relación histórica, política, religiosa, económica o social que nos une. Pero no importa, el huraño dictador lo sabe todo en su vida oculta.
Al parecer en estos últimos años (10 años), la dictadura guineana ha descubierto Brasil y su Samba, su buena gente y su vínculo cultural con Guinea Ecuatorial y ha querido contribuir a reforzar este lazo o parentesco histórico con donaciones millonarias, diversión, compras de inmuebles, sin importarle si deshace y desnuda la cultura de su propio país. La hermética e intratable dictadura ha superado a sí misma, su nacionalismo panafricanista, saltando su propio destino adulterada y malgastada por su corrupción para elevarse a la magnanimidad mundial. ¿Se puede extrapolar el modelo turístico de Brasil a Guinea Ecuatorial? ¿Cuántos turistas dejarán Rio de Janeiro para ir a los hipotéticos carnavales de Malabo o Mongomo? Cosas del dictador.
Este primer sorbo de rabia mezclado con impotencia y desprecio hacia un hombre y su casta, no me permite desearle lo mejor, porque mata a su pueblo de hambre y miseria, recortando sueldos a sus funcionarios, dejando sus escuelas sin sillas ni pupitres, ni mucho menos material escolar, incapaz de sostener las becas de sus universitarios dentro y fuera del país, que incomprensiblemente no es capaz de dotar sábanas en las camas de los hospitales, ni capacidad para ofrecer servicios sociales a sus paisanos, que en número total son unos 700.000h, mientras que sólo el sambodromo del Río de Janeiro acoge a más de 3 millones de personas.
Todo esto se llama panafricanista, un fanático panafricanista, partidario de heroicidades en Brasil, pero odioso con Guinea Ecuatorial y sus habitantes. Y a esto no faltan cabezudos que defienden a capa y espada sus trastornos psicóticos; dispuesto a todo, muchos de ellos exigiendo histéricamente su reconocimiento internacional.
A buen seguro no será el último brote psicótico del dictador y su familia, todo lo que sea gastar el dinero de Guinea Ecuatorial para sus excentricidades, lo seguirá haciendo. Pero la pregunta es ¿qué más debe hacer este caradura para que el pueblo diga basta?. Dejar seguir a esta familia en el poder es una dejación que nos está costando la anestesia sentimental. Ya nada nos duele, ya nada nos irrita, ya nada nos acongoja; ya no sabemos llorar, ni sabemos reír, ni sabemos sentir el dolor ni la alegría del otro por la culpa de un neurótico con la cabeza trastornada y su familia. FIN DEL ESTUPOR.
Fuente: Opinión
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