No quepa duda. A pesar de sus más de tres décadas en el poder (o quizá por ello), el presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang (73), parece encontrarse en plena forma.
Desde que el 3 de agosto de 1979 Obiang (entonces viceministro de Defensa Nacional) derrocara a Francisco Macías Nguema en un golpe de Estado, nadie ha podido moverlo del sillón presidencial. Intentos, eso sí, hubo bastantes. Algunos propios del teatro del absurdo, como el protagonizado en marzo de 2004 por el británico Simon Mann. Entonces, antes incluso de haber levantado las armas, su troupe de mercenarios sería arrestada en Zimbabue, a más de 3.400 kilómetros de la acción.
Sin embargo, al margen de la suerte política, es en la sanidad bancaria (la propia), donde sus cifras se presentan absolutas. En 2006, la revista «Fortune« situaba a Obiang en el octavo puesto de los mandatarios más ricos del planeta, con una fortuna de seiscientos millones de dólares.
La familia, ya se sabe, es de gustos caros. Sobre todo, el llamado a continuar la saga política, su hijo «Teodorín». Según el el Departamento de Justicia de Estados Unidos, «Teodorín» dilapidó, presuntamente, entre 2004 y 2011 cerca de 300 millones de dólares en propiedades alrededor del mundo, a pesar de que su salario como ministro de Agricultura y Bosques era de «apenas» 6.799 dólares mensuales.
En el recuerdo, el escándalo que en 2004 sumió al banco estadounidense Riggs National -que desde hacía casi dos siglos manejaba las cuentas de presidentes y jefes de Estado- en operaciones de blanqueo de dinero procedente de la familia Obiang.
Aunque las cifras locales tampoco es que dejen demasiado bien a la parentela. Con una producción de cerca de 340.000 barriles diarios de petróleo para una población estimada en 1,2 millones (censo del pasado año), el 75% vive por debajo del umbral de la pobreza y el 58% no cuenta con acceso a agua potable.
«Para permanecer en el poder, Obiang está dispuesto a todo», denuncia a este diario Wenceslao Mansogo, activista pro Derechos Humanos y miembro destacado del partido opositor Convergencia para la Democracia Social (CPDS).