GUINEA ECUATORIAL/ AGRESIÓN EN BLACK BEACH
Pedro Nolasco. Madrid, miércoles 17/07/02
Bibiana, la esposa de Emilio Ndong Biyogo, militante de Unión Popular, condenado a 14 años de prisión por su condición de cuñado del dirigente de FDR, Felipe Ondó, fue vilmente maltratada el domingo 14 por los militares de la barrera presidencial, previo a Black Beach, penal en el que el régimen guineano mantiene secuestrado a 68 opositores y líderes políticos en situación de incomunicación y absolutas condiciones sanguinarias, hace casi cuatro meses.
Un testigo ocular informó desde Malabo que Bibiana guarda cama desde hace dos días a causa la decadencia física que sufrió al ser maltratada brutalmente por la guardia presidencial, unos jóvenes inoportunos que han sido instruidos para reprimir y preservar odios contra quienes han sido identificados como opositores al régimen guineano, incluido sus familiares y allegados. Bibiana, una indefensa mujer, agobiada como las otras tantas, intentó acceder al penal de Black Beach para visitar a su marido, entregarle comida y ropa de cambio, un mes después de que las autoridades prohibieran el acceso de los familiares.
El maltrato físico a las mujeres por la persecución de sus esposos y de sus hijos es habitual en Guinea Ecuatorial, y desde que se inició la actual represión política muchas han sido violadas y torturadas, como se denunció durante el macro-juicio de Marfil. A pesar de que es una historia que siempre se repite y se turna de familia en familia, las mujeres guineanas siguen, sin embargo, sumisas en un estado de inconsciencia a cerca de la escasa condición humana de un régimen que sólo les utiliza para glorificar con folklores al dictador en las fiestas de su cumpleaños.
Esta es la mayor integración que el ministerio de la Condición de la Mujer y Asuntos Sociales ha logrado para con la mujer guineana, hacerla partícipe de la creencia ancestral de adorar siempre al que está en el poder, no importa cómo gobierna, mientras sus hijos y esposos permanecen perseguidos, torturados y recluidos en condiciones inhumanas por unos delitos que nunca hubieran cometido. Ahora que se aproxima el tres de agosto, 23 aniversario de la toma del poder, el ministerio guineano de la Mujer, la organización de mujeres del partido gobernante y otras estructuras afines, han comenzado a obligarlas a preparar uniformes y víveres para ir a saludar a Obiang y felicitarle por su buena política, que no es otra que el auge del despotismo, la miseria y la violación sistemática de los derechos humanos.
Pero cuando las mujeres guineas se den cuenta de que su obediencia ciega es una ¨decidida¨ contribución al sostenimiento del régimen dictatorial, habría que esperar que las que hoy glorifican al régimen [papá Obiang, que le llaman ellas] tengan una experiencia similar a la de Basilia Adag Abesó, una ¨valiente¨ madre que supo glorificar a Obiang y a su mujer aun en días no festivos, pero llegado el momento que corresponde a todos en el país del teatro del absurdo, los milicianos que otrora fueran sus servillentes le humillaron, le despojaron la ropa y le extorsionaron, porque su esposo, Batho Obama Nsue, un epígono de la dictadura, cayó en desgracia por su condición de compadre del líder de FDR. Incluso durante el juicio de Marfil, la antigua alcaldesa de Mongomeyen y dirigente de la organización de mujeres del ¨gran movimiento de masas¨ tuvo que recurrir al parenterismo para entrar en Marfil y presenciar cómo los jueces de la dictadura enjuiciaban a su marido y otros 143 presos.
Madres de hijos, esposas de los hombres En todas las situaciones difíciles, en este caso, en las dictaduras y regímenes de opresión político-militar, las mujeres han ejercido siempre un importante contrapeso político y de resistencia del régimen, retomando sobre sus espaldas esa misión de reconocimiento del terreno enemigo y desafiando a los mercenarios aun cuando las apuntan con sus fusiles, únicamente para pedir cuentas por la opresión de sus hijos y esposos, y sobre todo, estar a su lado durante el calvario.
Pero en el caso de Guinea Ecuatorial, que dura ya 34 años, parece que las madres han ido perdiendo cada vez más ese valor instintal, y al igual que sus maridos, siempre han pagado un alto precio. Instruidas o llamadas a ser instruidas por el departamento de la promoción de la mujer, las madres guineanas nunca lloraron a sus víctimas en ninguna época; al contrario, están obligadas a bailar y a cantar, como se registró en Mongomo el pasado día cinco de junio [60 natalicio del dictador], mientras sus hijos y esposos estaban siendo torturados y juzgados por unos delitos que nunca cometieron.
El reciente caso de Bibiana, maltratada indiscriminadamente por la milicia presidencial el pasado domingo, contribuye a relucir la criminalidad de un régimen, de una época en que los gobernantes del país han perdido el más mínimo sentido de sensibilidad hacia el amor y la solidaridad humana, porque las mujeres, en un país que se precia de democrático y de estado de derecho, no pueden ser lesionadas por los delitos que cometieran sus hijos o sus esposos. Peor aún en el caso actual, en que un Obiang desconcertado por la pérdida de control gubernamental trata de deshacerse, a cualquier precio, a los que creen que podrían granjearse del apoyo popular para sustituirle del poder.
Se espera, como signo de buena voluntad, que estas pobres y desesperadas madres tengan acceso regular a sus hijos y esposos, aun cuando el régimen les mantiene en estado de incomunicación con los demás familiares. La primera dama guineana, que se cree una persona dotada de cualidades humanitarias, debe pronunciar al respecto, mostrando esa tradicional solidaridad que siempre existe entre las mujeres. Las madres guineanas siempre han sido ajenas a la lucha política e ideológica de sus hijos y de sus esposos. Aun con ello, no se puede creer que abandonen a sus seres más queridos porque son odiados y perseguidos por el régimen de turno, porque si tal fuera el caso, muchas deben saber que también serán maltratadas y violadas el día de mañana, porque no hay un imperio que dura 100 años.
Fuente: LD