Por J. FÉLIX MACHUCA
Severo Moto, uno de los opositores más entusiastas e inquebrantables al régimen dictatorial de Teodoro Obiang, estuvo el pasado martes en Sevilla invitado por un buen amigo suyo, un reconocido oftalmólogo local que ama sinceramente a la República Ecuatorial de Guinea, con la que mantiene un apasionado romance en el que se mezclan las frustraciones derivadas de un proceso descolonizador realizado al hispano modo y un empecinado empeño para que, la antigua provincia en Africa, no acabe diluyendo su pretérita ascendencia española en la fuerte corriente cultural francesa y americana. Severo Moto paseó por Sevilla y frecuentó, de la mano de su amigo, las zonas más nobles e históricas de la ciudad para quedar encantado con la ensaladilla que le prepararon en La Alicantina. Anécdotas viajeras al margen, la visita de Moto a nuestra ciudad hay que interpretarla como el primer paso para, desde Andalucía, construir una base política de apoyo para la democratización de su país, que se potenciará a partir del mes de septiembre con contactos institucionales al máximo nivel, al menos así lo propone el líder guineano del Partido del Progreso, de perfil democratacristiano.
Moto estudió en su país con los claretianos españoles y luego, en Barbastro, ya en España, cursó los estudios superiores también con la misma orden religiosa. Aún guarda en su bolsillo el carnet de identidad que lo registra como español de la provincia africana de Guinea y su abierta posición prohispana no sólo no es desdeñable en la situación actual que vive la República, sino que significa, quizás, una de las pocas bazas que puede manejar España para no perder absolutamente su nivel de influencia y penetración en una región donde existen aún intereses comerciales en manos españolas, sobre todo en el cultivo del cacao y en la exportación de productos básicos de primera necesidad. Su peripecia política en Guinea la sabemos todos. Opositor al régimen de Obiang pesa sobre su persona una condena de ciento veinte años de cárcel por motivos políticos y vive en Madrid, como exiliado, desde el 96. Junto a él, en Madrid y otros puntos de España, nos encontramos con la directiva del Partido del Progreso, igualmente represaliada y deseosa de poder promover entre nuestra clase política, un climax de apoyo para lograr, la próxima primavera, unas elecciones razonablemente libres en Guinea cuando se convoquen a los electores a elegir presidente para la República. Es deseo de Moto, pese a la condena que pesa sobre su persona y a las amenazas y represalias sufridas durante sus intentos de ejercer la oposición política en Guinea, presentarse a las mismas y ganarlas para comenzar a cambiar muchas de las cosas que no le gustan de su patria.
Dejando a un lado las aspiraciones de Moto, tan legítimas como prometéicas, Guinea nos debe servir como reflexión sobre ese desnorte político hispano que siempre ha presidido nuestros procesos descolonizadores. No intento remontarme a los registrados a los largo del XIX. Más cerca tenemos los del XX. Concretamente este de Guinea y otro que, estos días, marca inquietantemente el color de nuestra política exterior con Marruecos, con un Sahara Occidental que fue, igualmente provincia española, hasta 1975. Desconozco si las cosas se pudieron hacer peor. Pero seguro estoy de que mucho mejor no hubiera sido demasiado complicado realizarlas. Pese al esfuerzo de ayuda al desarrollo realizado por Andalucía, España y la Unión Europea en Marruecos, la voracidad anexionista alauita persigue, con sus provocaciones de hecho, ocupar un Sahara que no le corresponde y seguir recibiendo ayudas de aquellos a los que agrede con soberana negligencia. Desconozco si ayudamos al desarrollo de Guinea. Pero al menos allí se sigue hablando español y Moto quiere que así sea por mucho tiempo con sincera ascendencia hispanista.
Fuente: ABC (20.7.02)