GUINEA ECUATORIAL/ DICTADURA
Pedro Nolasco. Madrid, 03/08/02
Hoy se cumplen 23 años desde que el actual mandatario guineano, el teniente general Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, se colocó en el poder en agosto de 1979, tras derrocar mediante golpe de Estado a su tío Macías Nguema Biyogo, quien, a pesar de que alcanzó la presidencia mediante elecciones democráticas y libres , se convirtió en uno de los dictadores más pavorosos de África subsahariana. Desde marzo de 1969, cinco meses tras las únicas elecciones democráticas celebradas en el país, cuando obtuvo la independencia de España, los guineanos no han augurado sino un percance que les obliga a vivir competitivamente en la más absoluta pobreza y opresión política, en detrimento de sus elementales derechos a la vida.
El pueblo que enalteció la victoria frente al colonialismo de España en 1968 y después de once años frente a la dictadura de su propio compatriota Macías, camina hoy a duras penas hacia el futuro, resultado de un descarado terrorismo de Estado, que con el palo en la mano, carga con toda violencia cualquier ápice que presupone la dignificación de los ciudadanos y el respeto de sus libertades. Se trata de una violencia que incide con toda crueldad en todos los rincones y sectores de la vida nacional, provocando la desolación y la desesperación en la gente, mientras la clase gobernante continúa impunemente amasando inmensa fortuna en los países occidentales. Guinea Ecuatorial presenta hoy en día factores de una sociedad inerme, un pueblo que ha perdido todo tipo de esperanza en su capacidad para estructurar su propio destino.
Un sin número de crímenes de lesa humanidad conlleva en sus espaldas el actual gobernante guineano. Cuando en estos momentos los líderes políticos se ¨ahorcan¨ en las estrechas e inhabitadas celdas de la cárcel pública de Black Beach, Teodoro Obiang ha concentrado hoy a la población, a los diplomáticos y multinacionales occidentales que explotan el petróleo, para rendirle un solemne homenaje en el palacio por su fervorosa política al frente de los destinos históricos de Guinea Ecuatorial durante los últimos 23 años. Lejos de un balance exhaustivo sobre su gestión política durante este periodo, las recientes represiones políticas desatadas desde marzo resumen la ideología político-militar de un gobernante que ha logrado mantenerse en el poder a costa de la miseria y el sufrimiento del pueblo. Los principales líderes políticos que están encarcelados arbitrariamente en la ausencia de todo tipo de garantías de supervivencia- como la alimentación y la asistencia médica-, son víctimas de una operación de limpieza ideológica [ante la proximidad de las elecciones presidenciales de 2003]. El número de presos políticos o de conciencia se ha multiplicado en los últimos meses, ante los ojos perplejos de una comunidad internacional [sus principales socios occidentales, Estados Unidos, Francia y España], que se ha convertido en dueños y baluartes de la inmensa riqueza del país mientras miles de ciudadanos han caído en los niveles más bajos de la pobreza jamás registrada en los últimos diez años.
Guinea camina a la deriva. Teodoro Obiang, un joven teniente coronel que con el apoyo de España logró derrocar a una de las dictaduras más vergonzosas de África, se comprometió en devolver el poder a los civiles, en una estrategia de distracción política que le serviría como una de las tácticas para convertir el país en un patrimonio familiar, al igual que lo hizo su tío durante los primeros once años. Desde entonces, Guinea Ecuatorial siempre ha estado en el punto de mira de las organizaciones internacionales pro derechos humanos, que la sitúan a la cabeza de los países tercermundistas donde se registra una férrea violación sistemática de los derechos del hombre amparadas con la impunidad: confinamientos, ejecuciones sumarísimas, torturas, asesinatos y en última instancia la persecución irracional a los políticos, periodistas y organizaciones no gubernamentales, completa la aguda intolerancia y la desidia política que caracteriza el ejercicio del poder en este pequeño país, de a penas 500.000 habitantes, el 85 por ciento de los cuales viven en medio de una situación de extrema pobreza y de una precariedad grande de los derechos a la salud, a la educación y a la información. La libertad de expresión, de opinión; las libertades políticas, a pesar de que están recogidas en la constitución, sin embargo el régimen las considera como actos insurrectos.
La Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas con sede en Ginebra, hasta el momento de suspender sus observancia en Guinea- por puras influencias económicas- denunció en sus reiterados informes que ¨la práctica de estas violaciones se debe a la ausencia de un consistente Estado de derecho, en lugar del cual existe una concentración de poderes en el ejecutivo. Este, dice, se encuentra respaldado por un partido de gobierno que controla hasta los puestos de empleo en el Estado y en la empresa privada. Además, sostiene el informe, está reforzado por la actuación prepotente de las fuerzas militares, que no se diferencian de la de policía y que ejercen incluso atribuciones judiciales sobre los civiles¨.
El pluralismo político autorizado en 1991 ha sido marchitado, un claro sentimiento nostálgico del régimen hacia el sistema de partido único. De las doce formaciones políticas autorizadas sólo queda una, la Convergencia Para la Democracia Social (CPDS), cuyo líder Plácido Mikó Abogo cumple una condena de 14 años desde el mes de junio, al ser implicado en una hipotética tentativa golpe de Estado que nunca se demostró durante el juicio, simplemente por sus críticas directas contra el régimen dictatorial de Teodoro Obiang.
Pero mientras ocurre todo esto en un país de corrupción generalizada, sumado a la tiranía económica y militar, las potencias occidentales como Estados Unidos y Francia justifican su ¨estrecha¨ colaboración con el sistema con un marcado objetivo que se escapa de sus discursos públicos y oficiales, la democratización de Guinea Ecuatorial, cuando en el fondo están atraídos por sus intereses económicos, que les obliga enriquecer y mantener a una de las cruentas dictaduras que hoy se registran en África. En principio, a comienzos de los 90, muchos gobiernos occidentales, la Unión Europea y la propia Naciones Unidas parecían mostrar un claro interés sobre la pronta democratización de Guinea Ecuatorial. Algunos, como España, Estados Unidos y la Unión Europea, disminuyeron su presencia y condicionaron la continuidad de las relaciones de cooperación con el avance en la esfera de la democratización y el respeto de los derechos humanos, incluso personalidades como el jefe del Gobierno español José María Aznar se manifestaron a favor de ello sin tapujos: ¨si mueves pieza, yo también muevo pieza¨, ¨ayúdame a ayudarte¨, mantuvo.
Sin embargo, desde 1997, cuando la producción del petróleo comienza a emerger a un ritmo vertiginoso, cambiarían automáticamente el discurso. Unos en la ¨clandestinidad¨ hasta la fecha y otros, venciendo la vergüenza, se muestran sumamente interesados en normalizar y estimular sus relaciones con el nuevo ¨El dorado¨ descubierto en África Central. De nada les preocupa los excesos de poder, comportamientos amorales y el auge de la represión política, porque únicamente prefieren mirar los 500 mil barriles diarios, antes que los ámbitos de la sociedad donde se reproducen cotidianamente graves violaciones de los derechos humanos en un país que ha alcanzó el PIB per cápita de 4676 dólares americanos hace tres años, un crecimiento aparente e ilusorio, que únicamente ha servido para mantener a los pobres en la miseria. Según el Banco Mundial, ¨el cinco por ciento de la población controla el 80 por ciento de la riqueza nacional, lo que implica que el 95 por ciento restante tiene que contentarse con el 20. Las altas tasas de crecimiento económico reflejan sólo los ingresos de los ricos¨. La sociedad guineana sigue careciendo de las infraestructuras de base en los sectores fundamentales como la educación y la salud.
El desbloqueo de los fondos de ayuda al desarrollo que la Unión Europea detuvo en 1996 por la persistente violación sistemática de los derechos humanos y la perversidad democrática es un botín a parte en la configuración de la corrupción guineana, que ha logrado acallar las pingüe críticas que en momentos bien calculados hacía esta institución y algunos de sus gobiernos, como el de España. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que tiene como misión ayudar a los países subdesarrollados a hacer un mejor uso de sus recursos humanos y naturales, mejorar los niveles de vida y expandir la productividad, desde 1995 también se ha sucumbido ante el ¨egoísmo justificable¨, esta política de avestruz que pareció haberse abolido en el Norte. Es el fracaso del realismo y de la lógica.
Guinea Ecuatorial, en la actualidad, tras los frustrados intentos internos de abrir la vía de la democratización, se ha quedado en un país desgarrado en todos los aspectos, porque las relaciones de cooperación que mantiene los países occidentales sólo sirven para preservar el status quo, es decir, reprimir cualquier ápice democrático y engrosar las cuentas de la familia y de los aliados políticos del dictador Obiang e hipotecar más a un pueblo que en sus 34 años de vida independiente no ha conocido ningún sólo día de libertad. Nuestro país ha sido secuestrado por un gobernante a las órdenes de occidente para saquear nuestras riquezas, que mientras se espera que surja una fuerza interna capaz de excomulgar a ese neocolonialismo absurdo, cuando el pánico se cunde en los intereses occidentales en Guinea ..., es cuando la comunidad internacional se dará cuenta de la grave situación que hoy persiste en este pequeño país. Por eso, desde ahora, los socios del dictador guineano deben saber que el pueblo precisa de ellos, ahora más que nunca, su arbitraje para establecer un sistema democrático y de libertades que permita que los guineanos asuman el liderazgo que les corresponde en el desarrollo de su país. Si muchos países, principalmente Estados Unidos, la Unión Europea y la propia Naciones Unidas combaten contra los gobiernos intolerantes como el de Mougabe de Zimbabwe o el de Eyadema en Togo, cuánto más a Teodoro Obiang Nguema que tiene una cifra de asesinatos mucho más elevado sobre su conciencia que éstos, a parte de que ha legitimado la corrupción, la impunidad y se ha apropiado de la riqueza nacional de Guinea Ecuatorial.
Los problemas que plantea el nacimiento del Estado democrático y de derecho en Guinea descansan no únicamente en la capacidad interna, como pretende justificar la comunidad internacional durante los últimos años. Teniendo la democratización como la única solución deseada por la mayoría, es impensable que un régimen que ha matado durante 23 años acepte la voluntad popular expresada a través de las urnas, cosa que ya se demostró en 1995, cuando la oposición guineana agrupada en la Plataforma de Oposición Conjunta (POC), se hizo con 23 de los 27 municipios del país y el régimen les cedió sólo cinco. Tras este horripilante episodio y otros que se han venido regenerando, la mayoría de los guineanos confía desesperadamente en alcanzar la prosperidad, si no es mediante fuertes presiones internacionales. Es un problema de oferta y de demanda, y los que demanda son la inmensa mayoría de ciudadanos que quieren vivir.
Fuente: La Diáspora