Lorenzo Contreras
Es impresionante que en Guinea, antigua colonia y provincia española, esté muriendo parte de la oposición en las cárceles de Teodoro Obiang, incluso por hambre, sin que nadie se conmueva en la comunidad internacional. Los países demócratas se mantienen impertérritos ante tamaña monstruosidad y, mientras tanto, leves referencias a la situación del país africano encuentran reflejo en las columnas de la prensa española. Es de suponer que fuera de ella el tema no trasciende en absoluto, con lo cual la ¨finca¨ del dictador se convierte en un lugar ignoto donde reinan la brutalidad, el asesinato y la sistemática impunidad de los crímenes.
Llama la atención minoritaria que en tiempos de sensibilización por los atentados contra los derechos humanos, con la creación de la Corte Penal Internacional, Teodoro Obiang no sea inquietado en absoluto por ninguna instancia relacionada con tales derechos. Acaba de saberse que un miembro octogenario de la oposición, condenado en un simulacro de juicio con otros sesenta y cuatro detenidos, ha muerto torturado, hambriento y médicamente desatendido en una cárcel de Malabo. La pregunta que se impone es inevitable y elemental: ¿cómo es posible que la civilizada y democrática España, antigua metrópoli, no mueva un dedo para denunciar aquella situación y apelar a la conciencia del mundo?
En los llamados juicios que se celebraron en Guinea Ecuatorial no hubo, por supuesto, la más mínima garantía para los acusados, todos ellos, por lo que trasciende, objeto de torturas. Un dirigente del partido Convergencia para la Democracia ha declarado a la agencia Efe, en Madrid, que ¨conscientemente dejan morir de hambre a la gente¨ y que es posible que los fallecimientos se multipliquen.
La ONU debería tomar cartas en el asunto, pero no existe el menor indicio de tal iniciativa. Madrid, cabe insistir, permanece pasivo. Las relaciones del Gobierno español con la oposición guineana brillan por su inexistencia. Todavía se recuerda lo tormentosas que fueron, cuando existían en alguna medida, allá por 1997 y comienzos de 1998. El antiguo líder guineano Severo Moto llegó a acusar al Gobierno de Aznar y a su partido de financiarse con aportaciones, entre otras ayudas, de Obiang, lo cual no dejaba de sonar a imputación ridícula.
En este sentido, Luis Yáñez, en funciones del portavoz del PSOE, recordó entonces que Severo Moto no era persona de fiar cuando contaba con el apoyo del PP y los socialistas eran acusados de culpable condescendencia con Teodoro Obiang. Yáñez llegó a declarar que nunca en veinte años la dictadura de Obiang había recibido un ¨apoyo tan descarnado y tan claro¨ por parte de un Gobierno español como el dispensado por el Ejecutivo de Aznar. Según el entonces miembro de la dirección socialista, ¨el PP acarició la idea de apoyar el golpe de Estado de Moto contra Obiang¨, para luego volcarse abiertamente con el dictador cuando dicho golpe hubo fracasado.
El PP, a través de su portavoz de Asuntos Exteriores, José María Robles fraga, desmintió las acusaciones de Severo Moto y de Yáñez. Pero la cuestión esencial no es este ¨juego¨ del pasado, sino la necesidad urgente de que la barbarie guineana reciba una respuesta internacional.
http://www.estrelladigital.es/020905/articulos/opinion/lcontreras.asp
Fuente: Estrella Digital (5.9.02)