Malabo:  27°C | Rocío: 27°C
   Madrid:  01°C | Rocío: M0°C
 Malabo     Madrid
Logo de genet
      Buscar: en:   Noticias   Enlaces   Anuncios  

Login

Home
Intro/Ayuda
Noticias
Anuncios
Autores
Lenguas
Foro de Debates
Apuestas
Quiz
Calculador de Francos CFA a Euro
Calculador de Euro a Francos CFA
F CFA <---> Euro
Cambios Recientes
Contacto
Suscribirse
Foro/Chat
Estadística
Enlaces
Documentos
Promoción
Su página de inicio
Recomendar

¡Viva Patricio Nbe!

Visitas desde
06/02/2003 :


Felipe Ondo, preso politico desde 2002
Ondo Obiang, preso de conciencia. líder de FDR
Galeria de Ilustres de Guinea Ecuatorial

Formato para impresión Email anterior Noticias posterior Compartir en Twitter

Editorial

LA GUINEA ECUATORIAL DEL SEÑOR OBIANG, SUS PALMERAS Y SUS PETRODÓLARES


publicado por: Association de la Presse Equatoriale Guinea el 22/07/2003 14:01:52 CET

El presidente ha propuesto un mercado a las compañías americanas: si ellas encuentran el petróleo, se quedan con el 87% de sus rentas

LA GUINEA ECUATORIAL DEL SEÑOR OBIANG, SUS PALMERAS Y SUS PETRODÓLARES

En África del Oeste, la riqueza petrolera ha acentuado la miseria. En el episodio de ayer, en Angola, hemos visto que el crudo ha alimentado tres decenas de guerra civil, minado el sistema político y hambrientado la población. Llegamos hoy en Malabo, capital del último el dorado petrolífero de la región, que será el tercer productor de África en 2005. He ahí por qué las petroleras americanas han apoderado masivamente ese pequeño país tropical, también conocido “Guinea dictatorial”.

De nuestros enviados especiales: Serge Enderlin
Y Serge Michel (textos), Paolo Woods (fotos)
…………………………………………………

Malabo, 8 de mayo 2003
El avión ha aterrizado hace algunos minutos, pero no se piensa que estamos en pleno día. Un día infernal de fuegos inflamantes y ardientes. A dos pasos del aeropuerto, están las antorchas de la nueva fábrica de metanol que tiene 450 millones de dólares de la Marathon Oil Corporation, una sociedad tejana que ha puesto sus ojos sobre esta antigua colonia española. No está sola. Desde ExxonMobil a Amerada Hess pasando por Ocean Energy, las incursiones americanas del baril han apoderado de la pequeña isla de Bioko sobre la cual se entroniza Malabo (50 000 almas), minúscula capital de un minúsculo Estado.

Millares de cuadros anglo-sajones y de ‘oil Workers’ han puesto sus barrios aquí, transformando el derecho en sucursal de Houston. Una conexión aérea directa une por otra parte las dos ciudades. En cinco años, la Guinea Ecuatorial ha cambiado su estatus de papelito territorial olvidado en el Este de África con aquellos de “punto desanimado” de la lucha mundial por los hidrocarburos. ¿Que “sopesa” esta nueva tierra prometida? 500 000 barriles por día en 2005, lo que le colocará en el tercer ranking de los productores africanos después de Nigeria y Angola. La Administración Bush va a reabrir en Malabo la embajada cerrada en 1996, meses antes del descubrimiento de los yacimientos offshore. En esta época, el Departamento de Estado pretextó cortes presupuestarios para disimular una realidad menos diplomática: el régimen ecuatoguineano habla de eliminar al embajador US, que había criticado al presidente Obiang por sus resultados en materia de derechos humanos.



Malabo, 10 de mayo 2003
Hoy es la inauguración de la “Cuarta reunión de primeras damas de África”. Malabo está por lo alto y por lo bajo. A pocas horas de madrugada, todos los funcionarios de la capital abarrotan las calles y parchean algunas grietas sobre las viejas edificaciones coloniales. Están esperando a Cincuenta y dos esposas de jefes de Estado, para hablar de “democracia, de los derechos humanos y de la erradicación de la pobreza”. Todas las mujeres de la isla se han vestido de ‘boubous’ multicolores con la efigie del presidente, han alineado los alumnos a lo largo de la carretera del aeropuerto. En un parking cerca del ayuntamiento, los nuevos pick-up 4 x 4 Mitsubishi librados ayer por cargo de Dinamarca están brillando por un ejército domesticado a pies de sandalias. La temperatura sube, y no solamente al aire de su ambiente.

“¡La primera dama de Gabón será la primera en llegar, a las 12h15!”, dice en el aeropuerto un funcionario de Aduana, impecable en su traje. Son las 10h30, y el termómetro indica 35 grados. Nuevas pancartas hacen aparición con el tiempo. Se ve al presidente Obiang y un eslogan: “Malabo 2, el sueño de un hombre”. Desde que los hidrocarburos fluyen a flote, el dueño del país sueña en dotarse de una nueva capital, en sustitución de la anterior. Sobre la pista de Santa Isabel, muchos millares esperan bailando, muchedumbre compacta, interrumpidos por el ritmo. La recepción de primeras damas será suntuosa.

Decenas de grupos folklóricos de todos los poblados de la isla picotean, patalean, cada uno depositario de una coreografía original. Hay también guerreros africanos de la etnia fang, otros de la etnia bubi, vestidos de un sólo taparrabos de hojas de bananas secas, armados de largas lanzas, que simulan el ataque de una bestia salvaje. Está el coral, acompañado por una guitarra eléctrica brillante, que entona a viva voz su deliciosa canción: “¡HO buen presidente Obiang, HO gracias por el petróleo, HO buen presidente Obiang, HO gracias por la libertad!”.

Después de su independencia en 1968, el país no ha conocido que la dictadura. Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, 61 años, asesinó a su predecesor en 1979, que no fue otro que su tío, Macías Nguema Biyogo Ñegue Ndong, responsable de la ejecución de 50 000 personas y del exilio de otros 80 000. El sobrino bautizó su golpe de Estado familiar “Golpe de libertad”. No solamente los ingenuos habían creído en un trompazo hacia la democracia. A penas menos cruel que su predecesor, Obiang se distinguirá rápidamente por su habilidad en el terrorismo de Estado. Así lo testimonia la siniestra prisión central de Malabo, Playa Negra, sus celdas tan grandes como los ataúdes. El jefe de Estado, de quien se dice que está enfermo, se desplaza siempre al exterior para consultas en los mejores especialistas, pero jamás sin su guardia represiva, exclusivamente compuesta de marroquíes desde hace tiempo. Los recios locales cuestionan el hecho pero Obiang es prudente. Él mismo está sobre aviso con lo que hizo con su predecesor.

¿La Guinea Ecuatorial? A comienzos de los años 1990, ninguna persona, incluida la misma antigua metrópoli madrileña, no prestaba atención a ese punto de tierra en que sólo veían la explotación de maderas tropicales. No hablamos todavía de petróleo o mejor dicho, cuando se habla, es para arrepentirse de la mala suerte de las compañías francesas o españolas que reparten disgustos después de haber encontrado “pozos de petróleo secos”. El país vegetativo estaba en una miseria que le clasificaba siempre por debajo del IDH (Índice de desarrollo humano de las Naciones Unidas). Como todos los vecinos que tienen petróleo, el general Obiang no pierde nunca la esperanza. Él decide abrir las puertas a los inversores extranjeros para ofrecerles condiciones inéditas, nunca registradas aun en las repúblicas bananeras. ¡Si ellos encuentran el crudo, podrán llevar hasta el 87 por ciento de los beneficios! He aquí, el milagro: el país hace una entrada estrepitosa en el club de los hidrocarburos, que se traduce por un crecimiento del 60 por ciento en 2001-2002. Obiang anuncia a la población la entrada en la “época de vacas gordas”. La suya.

“¡Oh Obiang, Oh! Gracias”
Puesto que ningún hombre se puede partir. “Es vergonzoso constatar que su nueva riqueza petrolera le permitirá ceder a la presión que América afirma ejercer sobre los regímenes totalitarios”, dice el profesor Max Lininguer-Goumax, de Génova, uno de los mejores conocedores de la Guinea Ecuatorial. Al otro lado del Atlántico, el periodista americano Ken Silverstein ha consagrado dos años de investigación al régimen de Obiang. Él ha encontrado la traza de las primeras rentas petroleras del país, muchos millones de dólares. ¿En el ministerio de Finanzas de Malabo? No, en el banco Riggs de Washington, en una cuenta privada a nombre del presidente. En teoría, los Ecuato-Guineanos deben ser de aquí a algunos años el pueblo más rico del mundo, incluso mucho más rico que los quataríes, contentos por la fuente de la generosidad de su emirato. En teoría, cuando el cálculo se basa sobre una división de las rentas por el número de habitantes.

Volvemos a la pista del aeropuerto de Malabo, donde prosiguen las danzas endiabladas y la espera de las primeras damas de África. De repente, en el horizonte, un sitio negro crece rápidamente. ¿El avión de la primera dama de Gabón? No, no es sino un Antonov ucraniano fuera de servicio, sin matrícula, que transporta largos tubos metálicos para la industria petrolera, que también descarga en seguida en un hangar al comienzo de la pista. Sobre las 13h30, los oficiales ecuatoguineanos (que no bailan, pero miran constantemente sus relojes), se vuelven apáticos tranquilos.

“Sí, hay un poco de retraso en el programa”, dice un responsable de protocolo, nada grave. Las veinticuatro primeras damas van ha aterrizar de un instante al otro.
-¿Veinticuatro? ¿Ellas no deben ser cincuenta y dos?
- Eso ha cambiado.

Sesenta minutos más tarde, se posan dos aparatos. El primero, un viejo Boeing de Air Gabon asegura la línea Libreville-Malabo, desembarca sus pasajeros regulares en la decrépita terminal. El segundo, es un vuelo local que procede de Bata, principal ciudad de la parte continental del país, a 200 kilómetros de aquí, situado entre Camerún y Gabón. Sobre el pavimento, carbonizado por un sol mefistofélico, los guerrilleros fangs continúan su caza de la bestia salvaje. Pero, como dicen, ellos dan menos dinamismo. Cabe destacar también que la hoguera se ha familiarizado con la canción del coro: “¡OH Obiang, OH! Gracias”. Afeitados más o menos, con lazos apretados, los oficiales se halagan en vano en sus pabellones climatizados. Ya son más de las 15 horas. “La primera dama de Gabón deberá llegar a las 16 horas, una decena de primeras damas están siendo esperadas antes de la noche”, declara el jefe de protocolo antes de proponernos un refresco, apenado por nuestras camisas ahogadas y nuestros ojos inquietos.

La masiva floral en la entrada del pabellón, ella, está rendida su alma. Y bajo la alfombra roja, la cola comienza a disolver. Los guerrilleros fang han abandonado sus lanzas sobre la pista para seguir a los guerrilleros bubis, que han ido a comprar Fanta tibia en las ventas ambulantes. Como la mitad del coral, que no dice hasta pronto que “¡Oh!” Casi ya son las 17 horas cuando aparece por fin la esposa de Omar Bongo. El comité de recibimiento, completamente reventado, hace lo mejor que pueda. En la carretera que le conduce al centro de la ciudad, la esposa del jefe de Estado gabonés tendrá la ocasión de ver uno de sus espectáculos inéditos: centenares de niños azorados, algunos de ellos tumbados junto a las hierbas, agobiados por el sofocón. Por la tarde, algunos minutos tras la ceremonia de inauguración (cuatro primeras damas son las que han llegado finalmente), una parte de techo del palacio de Congresos cae sobre el cuello de unos niños. Dos niñas ensangrentadas son evacuadas urgentemente. Constancia Mangué Nsue Okomo, cónyuge del presidente ecuatoguineano, desea la bienvenida a todo el mundo. Los debates sobre la “buena gobernabilidad” pueden comenzar.

Malabo, 13 de mayo
Hay un recinto de confianza, situado sobre la terraza de un café, con un t-shirt imprenta “Abou Dhabï cibercafé”. Es un “expat” de una sociedad franco-americana de servicios petroleros. Está en Malabo después de diez años. Él llama los servidores por su nombre y personifica esos petroleros blancos, implantados por algunos dólares más en un mundo loco de discordia: Extractos.

“Yo no como sino en este restaurante, es la única que nunca me ha hecho enfermar. En otros, nos encontramos con todas las bacterias del mundo. Esto es África. No, yo no soy paranoico, eso es un verdadero infierno. Hay normas de seguridad increíbles para los expatriados. No hay derecho de montar en un taxi local. Tenemos que utilizar los vehículos de la compañía, que van a 50 Km/h. Para evadirme, me voy a Emiratos árabes unidos. Allí, con una copa, hacemos de punta en punta a 250 Km/h sobre la autovía Abou Dhabï. Aquí, está podrido. Cada año, cinco o seis expatriados mueren de la malaria cerebral, un método fulminante. (…). Es un país de locos, hay historias que circulan en esta ciudad sobre el canibalismo en la ruta del aeropuerto. Esto es África”.

Intrigados por la perspectiva de terminar nuestra existencia en una olla ecuatoguineana, hemos entrado una hora mas tarde en uno de los pueblos mencionados por el expat paranoico. La realidad es menos divertida. Setenta y cinco personas viven aquí en extrema pobreza. El régimen les ha expulsado de su poblado pesquero, requisado por la fábrica de metanol. Ninguna indemnización, ninguna excusa. “Nunca les hemos preguntado nada”, dice el jefe del poblado, un viejo hombre desdentado con lo poco que no fue despojado. “Salvo un día, el gobierno nos dijo que saliéramos corriendo”. Efectivamente, los aldeanos hemos intentado obtener un poco de trabajo y, en principio, las cosas funcionaron bastante bien. Es lo que cuenta Policarpo Ngongo Oparma, un albañil de 43 años. “¡Yo he trabajado en la obra de la fábrica metanol, trabajo penoso, pero bien pagado. Cuanto eso ha terminado, espero, como todo el mundo, a ser contratado como mano de obra en la fábrica. Pero no cogen que los que hablan inglés y yo, hablo español, porque es nuestra lengua nacional! La fábrica que tengo a la vista todos los días no emplea que los extranjeros, sudafricanos, nigerianos, filipinos. Nosotros estamos todos desempleados”. Y el hombre añade, como conclusión: “No lejos de aquí, hay una central de gas que suministra la electricidad en Malabo. Yo, de corriente, nunca he tenido”.

Malabo, 16 de mayo
En el ministerio de petróleo de Guinea Ecuatorial, un pequeño casarón blanco equipado de aires acondicionadores (que todavía son raros en Malabo), estamos esperando a Cristóbal Mañana Ela, el ministro de Minas y de Energía que ha aceptado recibirnos después de una lucha incesante cerca de su secretaria.

Muchas semanas antes, nos contactamos también con las compañías americanas presentes aquí, por vía de sus respectivos QG de Houston, para saber lo que piensan del informe de la organización londinense Global Witness que les acusa de tomar parte de un sistema dictatorial, y para saber si ellas tienen la intención de publicar algún día los montos pagados a título de “billetes de entrada” en Guinea Ecuatorial. En vano. En Malabo, como en muchas de las zonas rigurosas en las que operan, las compañías no hablan: silencio, se forran.

El ministro deja bastante que desear, pero ya hay alguien en su oficina. Un blanco en bermudas, que va y viene, coge los papeles, los archiva, abre un armario de cristal lleno de documentos, lo cierra. No está en su casa, pero es así como está. Los blancos son los verdaderos jefes de esta república petrolera. El intruso se va, el ministro llega, bonita distinción y Rolex en oro. Las paredes de su oficina están cubiertas de grandes fotografías en color donde le vemos, radiante, cascos en la cabeza, a punto de visitar las nuevas plataformas offsshore de Amerada Hess y de ExxonMobil. ¿Es lo que nos cuenta el ministro? Que los contratos petroleros, en su país, es un asunto muy serio, los documentos de primera importancia que respetan los procedimientos internacionales más exigentes. Para demostrarlos, comienza cogiendo los folios del armario que acaba de visitar el Blanco hace muy pocos minutos. Termina por extraer una montaña de papeles y los pone bajo nuestras narices. “Veis, está muy claro, esta es la parte que corresponde a Guinea Ecuatorial, y esta es la parte que corresponde a los extranjeros. Todo es transparente”.















Fuente: LE FIGARO. JEUDI 17 JUILLET 2003

¡Nota importante!
El contenido de los artículos publicados no refleja necesariamente la opinión de la redacción de guinea-ecuatorial.net
Véase también la declaración sobre el uso de seudónimos

Usuarios en linea: 4093


Noticias
Recientes

Síguenos en:

© Guinea-Ecuatorial.net (Nvo Zang Okenve 2004 - 2014) - Foro Solidario por Guinea. Todos los derechos reservados. email: info@guinea-ecuatorial.net