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Editorial

La alternancia es el garante de una estabilidad política segura y duradera


publicado por: La Díaspora Boletín informativo para la communidad ecuatoguineano en el extranjero el 09/09/2003 13:26:14 CET

Por Samuel Mbá Mombé (Responsable de La Diáspora)

Al igual que los indicadores económicos nos permiten evaluar la situación económica de un país determinado, de la misma forma el grado del respeto de las reglas del juego democrático que son los indicadores de la DEMOCRACIA nos permiten evaluar la situación política de un país y en este caso, también determinado.

Uno de los “indicadores” democráticos más importantes es en mi opinión personal, la ALTERNANCIA PACÍFICA en el poder. Si las débiles democracias africanas en algo están fracasando es porque la jefatura de Estado se ha convertido en un coto privado e incluso en algunos casos en un patrimonio familiar dejando así por descontado cualquier opción democrática que permita la alternancia para así garantizar una estabilidad política segura y duradera.

Estamos viviendo últimamente en África unos giros casi demenciales de algunos dirigentes africanos que para perpetuarse en el poder, no cesan en poner en marcha todas sus maquinarias fraudulentas como es por ejemplo las reformas constitucionales que les permiten postular indeterminantemente a la presidencia cuando los anteriores textos se lo limitaban o cuando éstos mismos ya habían anunciado que no se presentarían a la reelección.

Todos o casi todos los analistas políticos africanos coinciden en afirmar que nuestro continente no progresa en materia de democracia porque los africanos no estamos preparados o porque no estemos en el ámbito de las circunstancias, sino por la casi nula voluntad de las clases dirigentes de llevar a cabo unas aperturas políticas que hagan sentir a la mayoría de sus poblaciones que son dueños de su propio destino y que de verdad participan libre y conscientemente en los asuntos públicos de sus países.

El estancamiento de los procesos democráticos en muchos o casi en la mayoría de los países africanos ha desilusionado a los ciudadanos de esos países que habían creído en un momento las promesas de sus dirigentes de llevar a cabo unas reformas políticas, económicas y socio-culturales que les permitirían participar activamente en esos procesos de reformas sin más prejuicios que el de ser ciudadanos de esos países. El multipartidismo supuso pues, una gran esperanza para esos ciudadanos que durante décadas vivieron bajo los yugos de regímenes de partidos únicos.

Cabe sin embargo deplorar la gran decepción que reina en esos ciudadanos que se han visto engañados con la mentira del multipartidismo cuando en el fondo sigue operando el monolitismo siempre capitaneado por los de siempre con la complicidad claro está de algunos políticos advenedizos a los que sólo les interesa llenar sus estómagos. Esos politiqueros pululan en la oposición política pasándose de opositores pero en el momento de la verdad siempre acaban casándose con el poder. Algunos de ellos provocan escisiones en sus partidos y se alinean a la “mayoría” gubernamental, otros simplemente se proclaman compañeros de viaje valiéndose sólo de unas siglas pero sin militantes.
Esta pandemia del transfuguismo ha afectado a muchos partidos políticos de la oposición en muchos países africanos. Algunos de ellos llegaron incluso constituir una verdadera alternativa a los poderes existentes pero la fuerza del dinero y las ambiciones personales acabaron con ellos mientras que las esperanzas de sus pueblos que auguraban el cambio se vieron frustradas. La apatía, la desidia, la frustración han impregnado el alma de muchos de esos ciudadanos lo que lógicamente y a veces comprensible les ha llevado desesperadamente a desconfiarse de la oposición y de sus políticos.

Aunque el panorama político africano es desolador por la nula voluntad de sus dirigentes por instaurar unas instituciones que funcionen sobre la base de los principios democráticos universalmente reconocidos y que permitan la libre participación de los ciudadanos en los asuntos de sus países, creo que aún hay lugar para la esperanza.

Algunos países africanos aunque a cuenta gotas, han demostrado que la democracia no es algo de otro mundo propiciando y favoreciendo la alternancia pacífica en el poder. Los ejemplos de Malí, Senegal, Suráfrica, Kenia, Ghana y Benin donde ha tenido lugar esa alternancia no hacen más que justificar ese optimismo. El presidente de Mozambique también ha prometido retirarse después de su mandato y que no iba a recurrirse a la reforma de la Constitución para poder presentarse a su reelección. Esto también deja lugar para la esperanza.

Todos coinciden en que los asuntos de Estado no deben ser personalizados en una persona porque en la sociedad todos los entes humanos son indispensables y cualquiera puede asumir esos asuntos con responsabilidad respetando siempre las reglas de juego y haciendo suyos los principios democráticos universales.

En una de esas tertulias radiofónicas que organiza la radio France Inter, un ciudadano togolés llegó a firmar en su intervención que la reforma de la Constitución en su país para facilitar la presentación del General Eyadema a la reelección como presidente fue porque no hay otra persona de momento capaz de llevar los destinos de Togo y garantizar la paz y estabilidad en ese país. A esta insólita afirmación, un compatriota le replicó preguntándole: ¿quieres decir que si muriera hoy Eyadema a causa de lo que fuera; Togo se quedaría sin presidente? El mismo argumento fue alegado por un defensor de la reforma constitucional en Gabón. Como vemos, nosotros mismos somos culpables de nuestras tragedias porque fabricamos nuestros dictadores que al final se convierten en insustituibles, omnímodos u omnipresentes y de los que sólo podemos desembarazarnos por la fuerza. Todos se extrañan y se preguntan por la proliferación de los conflictos bélicos en nuestro continente pero si analizamos minuciosamente sus razones, nos encontraríamos ante la cruda realidad de que por una parte la desesperación lleva a muchos a tomar las armas con la esperanza de salir del atolladero y por otra, que algunos aventureros aprovechando esta situación de desesperación casi generalizada embarcan al país en una crisis de imprevisible solución.

En la tertulia de France Inter que he mencionado arriba, otro participante se preguntaba cómo querían que los africanos se desembarazasen de sus dictadores si las elecciones siguen siendo sólo testimoniales y se celebran con el único propósito de legitimarse fraudulentamente en el poder. En este sentido dio el ejemplo de Guinea Ecuatorial donde su presidente sigue ganando las elecciones con el casi 100% de votos y que aparte de robar al país, ha sido proclamado Dios de Guinea por sus corrílegionarios. En su opinión, la única posibilidad que les queda a los guineanos es tomar las armas para acabar con esa situación. Para evitar que algún día se llegue a esa aberración lo mejor para todos es que empecemos a pensar y a dialogar seriamente. ¡El tiempo apremia!


Fuente: Samuel Mbá Mombé /LD

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