Guinea Ecuatorial
Libertad de Prensa
EL DELITO DEL “RUMOR”
Las únicas fórmulas que aseguran la libertad de prensa están dadas por las que provee el pluralismo informativo, instrumento que permite el cotejo a partir de la diversidad.
PEDRO NOLASCO. MADRID, 08.11.03
En términos judiciales, salvo en la república bananera del déspota Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, un “rumor” se puede considerar como delito de prensa, capaz de conducir al calabozo a un periodista. En ninguna otra parte, ni en las repúblicas comunistas de Myanmar [antigua Birmania], Cuba o Corea del Norte, considerados como los tres primeros Estados del mundo más represivos contra la libertad de expresión, un rumor puede traducirse en la detención y encarcelamiento del periodista.
Desde el día 3 de noviembre, nuestro colega Rodrigo ANGÜE NGUEMA, corresponsal de AFP, está enclaustrado en los barracones de la policía de Malabo, por orden de un encumbrado Comisario de policía que, salvo en estado de sitio y demás casos que prevé la Ley, tiene facultades para ordenar el ingreso en prisión a los ciudadanos. Esto no es noticia en un país caracterizado por la más absurda arbitrariedad política e ideológica impuesta por los ogros del cataclismo generacional guineoecuatoriano.
En la apocalíptica realidad cotidiana del minúsculo país centroafricano, que en 1991 proclamó oficialmente la democracia pluripartidista, la libertad de información, de opinión y de expresión sigue siendo una constante ley de sedición que conlleva graves consecuencias, como se puede apreciar ahora con el encierro del periodista ANGÜE NGUEMA, simplemente por haber transmitido a la opinión pública una situación que, de hecho, se estaba cociendo en el seno del régimen para aterrorizar de nuevo al inerme pueblo, que en los últimos años intenta despertarse del letargo tras décadas de opresión dictatorial. Consciente de ello, los gobernantes, ellos mismos, diseminaron recientemente, como hace año y medio, rumores de frustrado intento de golpe de Estado con el objetivo de amedrentar a la población y desencadenar masivas detenciones arbitrarias. Es una estigmatizada experiencia que ha venido utilizando el dictador Teodoro Obiang para justificar ante la comunidad internacional la represión contra sus compatriotas.
En marzo de 2002, secuestró y condenó a largas penas de cárcel a alrededor de 200 ciudadanos y líderes políticos, acusados de una inverosímil tentativa de golpe de Estado, que no se pudo comprobar durante el juicio, por otra parte carente de las mínimas garantías judiciales y denunciada de farsa por la Amnistía Internacional. Esta vez, la situación le ha escapado de las manos, y lo único que le resta es resignarse en la inhumanidad, porque de otra forma, el pueblo ya no está dispuesto a seguir soportando las consecuencias de un sistema político basado en el canibalismo, corrupción generalizada y violación sistemática de los derechos fundamentales.
El corresponsal de AFP, testigo “oportuno” más que nadie sobre la caótica situación socio-política del país durante los últimos cinco años, es autor de esa crónica del teatro del absurdo e inimaginable [para el mundo civilizado], de un grupúsculo de lerdos desprovistos del sentido común como gobernantes, que disfrutan con el poder maniatando a cualquier precio el derecho a la vida de los ciudadanos.
La detención de Rodrigo ANGÜE NGUEMA, surge de la rabia por la frustración de sus artimañas y corresponde, precisamente, a ésta concepción de gobernar del general Teodoro Obiang Nguema quien, vacilando en su propia incapacidad política tras 24 años de canibalismo institucional, ha encontrado en nuestro colega como una presa más, fácil de devorar sin que nada le pasa ni nadie le exija responsabilidad. Y lo hace en el momento en que una ministra del Gobierno español, la antigua metrópoli y unos senadores franceses visitan el país. ¡Enana coincidencia!
El mandatario guineano quería demostrar al mundo que su despotismo salvaje no tiene límites, que golpea donde y cuando quiere, clásico. Cuando la periodista ibérica Letizia Ortiz abandona la profesión para convertirse en una futura reina de la España de Juan Carlos I, Obiang en Guinea Ecuatorial hace entrar en putrefactas y apestadas celdas a un prestigioso profesional guineano de renombre internacional.
La ministra de Sanidad español Ana Pastor, de visita a Malabo, se limitaría en hacer elogios de las relaciones de cooperación hispano-guineanas durante un almuerzo en un destartalado restaurante capitalino. Al otro extremo de la ciudad, los senadores galos intercambian maestrías con el presidente de un parlamento impopular y fraudulento, como si nada pasara en este país, mientras un profesional de prensa está reclamando desde las celdas una libertad que nunca verá, sin otro motivo que el haber hecho uso de su profesión y de la libertad de expresión, ampliamente resaltada por los códigos que rigen la Unión Europea.
Es una ínfima parte del grotesco escenario que día tras día se repite al Sur del Sahara, aunque esta vez se trata de un minúsculo país gobernado por insaciables hordas invasoras. Rodrigo ANGÜE NGUEMA, corresponsal de AFP, BBC de Londres y la agencia internacional panafricana Panapress, no sólo es víctima de la brutalidad de un régimen bárbaro, sino también de su origen. Muy poca gente ignora que en este mundo globalizado y mundializado, la nacionalidad, la raza o la ciudadanía son casos que determinan la vida o la muerte, la prisión o la libertad. Si el periodista encarcelado maniáticamente en Malabo fuese originario de un país de la Unión Europea o de América del Norte, aquello habría sido otra historia.
La llamada Unión Europea, a pesar de sus gigantescas campañas y de retórica sobre el respeto de los derechos humanos, de las libertades fundamentales y de la democratización subsahariana, rara vez interviene si no es en casos ligados directamente a sus ciudadanos o sus intereses neocolonialistas, económicos y estratégicos. En Guinea Ecuatorial, si persisten situaciones de esta índole se debe precisamente al sólido apoyo y legitimación internacional que continúa recibiendo la dictadura de los países democráticos occidentales, que prefieren mirar en los inmensos yacimientos petrolíferos cuando se producen graves violaciones de los derechos humanos, largamente denunciados por sus organizaciones pro derechos humanos y de defensa de las libertades fundamentales.
Rodrigo fue detenido sin orden judicial. No ha transcendido ninguna acusación formal contra él. En la información que se sospecha podría ser la causa de su reclusión, difundida por la AFP el pasado día 29 de octubre, titula: “RUMOR DE TENTATIVA ABORTADA DE GOLPE DE ESTADO EN GUINEA ECUATORIAL”. En el cuerpo, relata que “un rumor que circula en la capital ecuatoguineana hace alusión de una tentativa abortada de golpe de Estado, organizado por los militares en colaboración con los extranjeros, se supo el jueves de fuentes civiles y militares”. Es la esencia de la noticia, que completa con otros datos interesantes para situar mejor a los lectores de los medios en los que ejerce como corresponsal de Guinea Ecuatorial.
¿Cómo se explica que simplemente esto, nada más que esto, puede ser motivo de encarcelamiento de un periodista por un régimen que se precia de democrático? Un rumor, siempre es un rumor, sea falso o verídico, por eso se difundió como rumor, no como especulación ni como afirmación. Si al régimen le interesa tanto desmentirlo, tiene dos únicas posibilidades: dirigirse al medio que hizo eco del rumor y explicar su postura. Si fuera poco, podría utilizar sus propios servicios para encontrar, al margen del medio y del periodista, las fuentes que filtraron el rumor a la prensa. Ni los mejores juristas ni los más viles se atreverían a incriminar el autor de un despacho de prensa tan claro, breve y conciso como éste.
En nuestro contexto, resulta por otra parte, que rumores de esta naturaleza son muy frecuentes en Guinea Ecuatorial donde, al menos, se ha denunciado una veintena de conspiraciones y celebrado quince juicios sumariales sobre supuestas tentativas de golpe de Estado desde 1979, año en que el actual déspota se hizo con el poder, precisamente, mediante un golpe de Estado. El nudo de la cuestión, como hemos señalado antes, está en que el rumor ha sido desvelado a la opinión pública cuando todavía se estaba maquinando ciertos elementos para denunciar la enésima tentativa de conspiración. Querían hacerlo en un momento preciso, ante el temor de la organización tanto de la población interna que la oposición del exilio.
Paralelamente, las terceras “elecciones” legislativas “pluripartidistas” tendrán lugar en el primer cuatrimestre del próximo año 2004, momentos en los que habitualmente el gobernante PDGE suele organizar campañas de intimidación contra los electores y líderes políticos para crear fraudes sin mayores complicaciones.
Rodrigo ANGÜE NGUEMA, es víctima de una represión premeditada y prevista en Guinea Ecuatorial. Lo esperaba, pero estaba dispuesto a seguir narrando, como único testigo directo que queda en la prensa independiente del país. Si bien está pagando un alto precio por su deber profesional, ha destapado una situación que, sin duda alguna, ha salvado muchas almas de la ola de represión que avecinaba. Muchos inocentes, como en otras ocasiones, estarían ahora infamemente torturados para arrojarles declaraciones y prefabricar la enésima supuesta tentativa de golpe de Estado. Como profesional honesto, se lo debe a sus convicciones morales y éticas, también de sus fuentes fiables, que han actuado a tiempo en nombre de la verdad.
En los primeros interrogatorios que ha sido sometido entre miércoles y jueves de la semana pasada, la policía quiso, pero en vano, obligarle a confesar sus fuentes informativa. No es funcionario del régimen ni trabaja en los supuestos servicios de espionaje, sino, como periodista comprometido con la libertad de expresión, la ética y la deontología, sabe que no está obligado ni moralmente ni legalmente, por ningún órgano de poder o bajo ningún medio, revelar sus fuentes informativas, aunque ello le cueste la cabeza o una larga pena, como está previsto.
La dictadura ha logrado atajar a un cronista demócrata comprometido con el mundo de las libertades. Podrá torturarlo, matarlo o condenarlo a una larga cárcel, pero jamás conseguirá detener la evolución de la conquista de las libertades de información, de opinión y de expresión, que hemos emprendido después de largas décadas de infamia.
El caso de Rodrigo es una aspiración del conjunto de los profesionales de la prensa independiente de Guinea Ecuatorial y será siempre una victoria periodística y una extraordinaria aliciente moral a los que promueven y luchan por la implementación de la libertad de prensa en el país. Una idea justa y noble desde el fondo de una cueva puede más que cualquier ejército represivo.
PEDRO NOLASCO, ES
PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DE LA PRENSA DE GUINEA ECUATORIAL (asopge)
Fuente: ASOPGE/PEDRO NOLASCO