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Editorial

La oposición guineana: ¿fanatismo o convergencia?


publicado por: Association de la Presse Equatoriale Guinea el 07/02/2004 19:16:36 CET

La oposición guineana: ¿fanatismo o convergencia?

PEDRO NOLASCO. MADRID, 07.02.04
¡No hay esperanza! No existen motivos, o todos tienen razón o ninguno la tiene. Sobre todo, esto último, que ninguno tiene razón, o no la puede tener sin el riesgo de autoproclamrse ‘monstruo de facto’ de la dictadura ‘nguemista’. Claro, porque de otra forma no sabría justificar la constante diatriba que caracteriza el ejercicio de lucha política en el seno de la decrépita oposición guineana. La monstruosidad que invade la mente de los autoproclamados políticos y demócratas guineanos, en contra de las elemenetales reglas de juego y de la opinión pública, ha llegado a tales límites que aun los observadores más míopes ya conocen perfectamente que su fracaso está ampliamente consumado, quieran o no reconocerlo, aunque los hay que todavía siguen confiando en una solución salomónica, que nunca llegará, ante la desorientación demostrada desde el principio. Pues, no sólo Dios no ayuda a los cobardes, sino que incluso les quita el ángel de la guarda cuando desvían los objetivos por los cuales se comprometieron a trabajar en beneficio del bien común. Una teoría difícil de creer si no nos remontamos a rebatir el fracaso tan patente entre la filosofía leninista-marxista y su puesta en práctica.
Una filosofía teorizada humanamente se vio abocada en un inimaginable fracaso ‘simplemente’ por la interpretación y utilización mal intencionada que los detractores de la evolución de la libertad ciudadana hicieron de ella.
Sin embargo, sumergidos, si no ahogados, en esta tan absurda sin razón ideológica registrada en la historia contemporánea, estadistas como el cubano Fidel Castro o el norcoreano Kim Song Il, continúan nadando “victoriosos”, dicen, en un océano sin costas, dispuestos a sacrificar su última gota de sangre, contraviniendo, como si de molinos de viento se tratase, los silbidos de auxilio que les hubieran conducido al océano con costas que es allí donde precisamente quieren dirigirse.
Una cosa similar se registra en el seno de la oposición guineana en sus ecos por la democratización del país. Al menos, ésta es la opinión más que generalizada diez años después del fracaso anunciado con la celebración de los farsos comicios generales de septiembre de 1993. Desde entonces, nuestros ‘honorables’ políticos, llámese ‘líderes’ de la oposición ‘democrática’, desmoralizados y abatidos por la inyección letal del ‘estratega’ Teodoro Obiang Nguema, partieron, rumbo a un destino inédito hasta la fecha y de donde no cesan de enviar descifrados ‘telegramas’ a un pueblo que derrama copiosas lágrimas por su posible ‘eterna’ desaparición sin apenas dejar huellas.
No en vano, el enguismado ‘gallo’ que canta en Malabo si antes tenía motivos para violentar a este apenado pueblo en la era monolítica, con el pluralipartidismo constitucional tiene motivcos más que suficientes para martirizarlos porque, como habitualmente se vanagloria, no sólo ha demostrado que es el “único hombre capaz”, sino está en revancha contra quienes se hicieron ilusiones en la toma del palacio por efímeros demócratas que a principios de los noventa pulularon en el país con sendos paquetes de promesas optimistas, ahora desaparecidos sin huellas ni rastros.
Los descifrados mensajes que envían, allende donde se perdieron, son cada vez más confusos y el pueblo ha preferido resignase en el infortunio y en la desesperación. “¡Quizás no vuelvan. No. Es que nunca volverán y lo que es peor nunca pudimos obsequiarlos con una digna sepultura. Los desaparecidos no tienen tumbas!”, comentan los antiguos seguidores.
”Pero, en realidad, no han desaparecido, porque así lo prueba sus descifrados telegramas que, seguro, envían mediante un obsoleto sistema telepático que hallaron oxidado allí donde se encuentran. Lo cierto es que quieren volver, que es lo que se deduce de sus mensajes, pero no saben cómo ni cuándo. Si no saben cómo, nunca volverán. Podríamos rescatarlos, que seguimos tan unidos como nos dejaron, pero habría que ver si el hambre que les invade aún los mantiene fuertes y unidos”.
Esto, que pudiera interpretarse en claves de humor si no fuese por las consecuencias que aquello conlleva, muestra sin embargo la cruda realidad que vive la oposición guineana, que está perdido en un antagonismo inexplicable, mientras su adversario está irreparablemente consolidando sus principios ideológicos, que no son otros que mantenerles eternamente importunadas y evitar que no piensen más con la cabeza que con el corazón. Como buen conocedor de los guineanos, Obiang sabe que una oposición unida y comprometida sería la antesala del fin de su oprobio régimen. La oposición también lo sabe, pero ante la incapacidad de la mayoría de sus dirigentes, prefiere detonar la bomba para asfixiarlo todo.
El propio déspota reconoce y sabe sin duda alguna, que la democratización de Guinea Ecuatorial, largamente anhelada por el conjunto de la sociedad, sólo será posible a partir de determinados presupuestos de convicción ideológica, como la formación de un frente común en la oposición, o la creación de un movimiento ‘rebelde’ dispuesto a derrocarlo por la vía de las armas o de desobediencia popular. Sin ninguno ni lo otro, la vía está libre para seguir de lágrimas a más lágrimas, y cuando llegue el momento, entronizar al tercer ‘nguemista’ en el palacio de la República.
La falta de un debate público en el país, que sólo podría ser garantizado por una prensa libre, plural y profesioonalizada, ha originado que cuestiones de interés vital para el futuro del país sean desviados, ignorados si no mutilados tanto por el propio régimen que los autoproclamados adversarios políticos. Este es el nudo de la cuestión. La ‘masa’ guineana, se supone que en cuyo nombre hablan los políticos, no podría justificar hoy, si no es por puro sentido común, su apoyo a tal o cual partido, incluido el gobernante, porque en el país no se dan las mínimas condiciones que permiten a los ciudadanos alcanzar una “educación en valores”. La masa guineana no sólo está desinformada, sino carece del entorno propicio para descifrar los síntomas ideológicos.
No obstante, esperar que cuando dicho estatus se alcance los guineanos podrían por sí mismos vertebrar la situación actual, es dejarlos morir a su suerte.
De entre los pueblos subsaharianos que accedieron al pluripartidismo a finales de los ochenta, sólo Guinea Ecuatorial se mantiene sin un claro liderazgo de la oposición, política, social, religiosa ni mucho menos económica. Si por una parte hay que culpar las atrocidades del régimen, en qué se autoculparía la oposición su anquilosado rumbo político. ¿Cómo se llama o se llaman los líders de la oposición democrática guineana? ¿Plácido Mikó, Andrés Moises, Severo Moto, Miguel Esono, Alfonso Nsue, Secundino Oyono, Jeremías Ondó, Manuel Rubén, Daniel Mbá Oyono, etc?
Ésta, no pretende ser una reflexión sobre el comportamiento individual de los dirigentes de la opisición, ni mucho menos un tratado histórico sobre la caótica situación de Guinea Ecuatorial, sino recordar a los que hablan en nombre del pueblo, que éste no precisa necesarimente en esos momentos otro líder enquismado como Teodoro Obiang Nguema, sino una institución, llámese de la sociedad civil, religiosa o política, capaz de aglutinar entorno a sí al conjunto de la sociedad en su imperante y urgente necesidad de vertebrar nuestro pasado y presente histórico, por uno que sea idóneo para sus aspiraciones.
En esto debería centrarse el actual debate político de la oposición, pero no lo ven así sus protagonistas, porque va en contra de las actitudes individualistas de los fanáticos. ¿Cómo se puede acabar con la dictadura sin que ello suponga más derramamiento de sangre que tanto ha habido en el país en medio de la opresión ‘nguemista’? ¿Unas elecciones fraudulentas con partidos cada vez más en miniatura pueden incidir en la caída del régimen? ¿La comunidad internacioinal aceptaría en arriesgar sus intereses en medio de una oposición cada día más dividida y animalizada por los autoproclamados demócratas? ¿No se puede encontrar una solución intermedia para zanjar los actuales conflictos y guerras intestinales ampliamente arraigadas entre los políticos de la oposición? ¿Qué partido de la oposición está en condiciones para atraer a las masas y converger en torno a sí una alianza sincera con los otros? ¿No creís que la capacidad de un régimen depende de la capacidad de la oposición? Despejar estos y otros tantos interrogantes, puede ser la clave para esperar que, efectivamente, la situación actual tiene un final determinado.
Guinea Ecuatorial reúne, en comparación de otros pueblos subsaharianos, unas características especiales. La poca densidad territorial y el número de habitantes, así como su extraordinaria composición étnica, son importantes elementos para una fácil convergencia ideológica ante la execrable situación en que estamos desbordados. Con independencia de que los detractores y sátrapas opinen lo contrario, ¿quién se atreve a levantar el dedo para explicarnos cuánto nos hemos trabajado para urgir una convergencia ideológica como única estrategia viable y eficaz de lucha contra la opresión nguemista?
Cuando el actual déspota se hizo con el poder en agosto de 1979, muy poco trabajó para derrocar a su tío Macías. El entonces teniente coronel Teodoro Obiang, no tenía claro su estrategia hasta julio del mismo año. Y sólo hizo una cosita que, sin el cual, no hubiera optimizado los resultados. Aglutinó en torno a sí a destacados oficiales de la época, los que tenían suficiente formación estratégica y táctica. Resultado: derrocó al temible Macías en menos de 48 horas. Si quisiese la insurrección hubiera terminado dos días después.
En estos momentos en que está obsesionado por la dictadura y la opresión sigue haciendo lo mismo. De entre los partidos de la oposición, ya sea para bien que para mal, ¿cuál de ellos no ha sido utilizado por el déspota para legitimar su política ante la opinión pública nacional e internacional? La simple participación en unas elecciones que, de antemano, se sabe a ciencia cierta que serán fraudulentas es una marravillosa manera de ayudar a Obiang para legitimar su política en el país, con respecto a sus vecinos, ante los donantes y el resto de la comunidad internacional.
Una cosa es el debate político, otra cosa es la verdad que encierra el debate político. Quien lo ignora que recurra al reciente debate político de la invasión iraquí bajo el pretexto de “armas químicas”. Esto viene a colofón porque los detractores guineanos soy muy reticentes y reacios a las verdades que se esonden detrás de nuestro debate político. No creen en la esencia de éste debate, salvo cuando cuadra con sus mezquinas formas de entender y de hacer política: las diatribas, las zancadillas, la oposición contra la oposición, ninguneando a todo y a todos; “nadie es nadie aquí salvo yo mismo” (en español de Malabo).
El simple odio a la dictadura, la simple militancia en la oposición, o un simple artículo en Internet mandando a parir al régimen u otros compañeros de lucha no son condiciones suficientes para considerarse que efectivamente se está en contra del régimen y se trabaja por la democratización del país. Las formas y fórmulas, si no tienen solución dicen poco o nada. Quien no está de acuerdo que invente otra fórmula sobre la caída de los cuerpos (Ley de Gravedad) y haga público el resultado, por si funciona.

CPDS puede ser la solución real, legítima
La participación de CPDS en las últimas farsas electorales presidenciales le restó unos 3,5 puntos sobre los diez que tenía. No ha logrado hasta la fecha recuperar los puntos perdidos. Conserva un brillante notable muy por encima de todos sus homólogos, quien más con 2,5 (suspenso). Si analizamos a fondo ésta decisión, puede calificarse de inmadurez política, pero nunca un ‘error’ político. Los imparciales, los críticos y los que se mostraron a favor tienen razones fundadas, bien fundadas. Esto ya no es tema de actualidad y menos mal que aquello no tuvo repercusiones negativas en su formato ideológico como especularon muchos detractores de la propia oposición. Tampoco, claro, ha beneficiado en nada a la caótica situación del país, si bien el victorio sigue siendo el de siempre, el inmortal hombre originario de la ciudad gabonesa de Oyem: “el gabonés que nos gobierna”. Tampoco ahí está el problema, por que el escocés Rawling lo hizo muy bien en Ghana, aunque no sé si los borbones son españoles de pura cepa, como se dice, pero arbitran fenomenal, si bien tengo mis pros y contras hacia regímenes monárquicos, máxime en un mundo en que se nos hacen creer que ya está globalizado, la globalización del desorden y de las tecnologías. El resto es pura patraña.
Efectivamente, CDPS puede ser la única solución real, legítima. Sin embargo, dudo de que más de un político de la oposición al régimen de Teodoro Obiang Nguema lo vea así. ¿Cuántos partidos fueron legalizados en Guinea y cuántos quedan? ¿Cuáles son o han sido los comportamientos ideológicos de los que otrora se autoproclamaron demócratas y defensores de las reglas de juego en el seno de sus propias filas? ¿Cuántos partidos tienen líderes elegidos democráticamente conforme a las reglas de juego estatuidas en la creación y formación de sus partidos? ¿Cuáles son los órganos de decisión de cada uno de esos partidos, legalizados o no, y cómo funcionan?
De la ingratitud política nadie se salva. El fondo de esos interrogantes no es precisamente poner en tela de juicio a nadie ni mucho menos a un determinado partido. Si se piensa en una solución inteligible, la cuestión de Guinea debe ser retomada por los actores políticos, mediante un examen de conciencia profundo, arrepentirse públicamente de los errores cometidos y pedir la absolución al pueblo guineano, único garante de la legitimidad de sus representantes políticos, sean del régimen que de la oposición.
En este país las ‘virtudes’ políticas se propagan como el virus del sida, si no como la gripe del pollo asiático. En los últimos tiempos, estamos asistiendo a la ‘epidemia’ política de creación de frentes ‘opositoras’, de ‘liberación’, de ‘gobiernos’ del exilio y de ‘resistencias’ nacionales, que han hecho de todo para consolidar sus extremos, excepto adoptar estrategias de lucha contra la dictadura ni si quiera concebir en sus estructuras semi-oligárquicas el término de “democracia”, que es lo que se espera de ellos. Otra cosa es escribir por Internet, convocar ruedas de prensa o grandes banquetes.
Esta mezcla de un poco humor, un poco reflexión, pueda que sea un intento de persuación, para guiar a los ‘indomables’ líderes guineanos hacia la convergencia de sus possiciones ideológicas sin que ello suponga, en ningún momento, la pérdida de sus identidades natas, como partidos políticos.
La agonía se ceba en Guinea, el horror se turna por las calles, los hospitales están llenos de VIH, las cárcles se inchan de presos de conciencia y las ciudades reclaman, como nunca, más luz y agua que polvo e inmundicia. Los americanos se llevan el petróleo, los españoles se arrodillan ante el hombre negro y los franceses claman por una paciencia que nunca tuvieron en la Revolución. Los gabonses invaden nuestros patrimonios y los camerunses exigen fondos al régimen para alimentar a los refugiados políticos que, como hormigas en las barbacoas, huyen del sofocón de la dictadura ‘nguemista’. El pueblo guineano se queja de que en tiempo de Macías se regalaba ‘chicharo’ y Obiang responde que el petróleo no da abasto. Los bubis no se contentan con el ‘premier’ y piden indepencia; Annobón se queja de los vertidos tóxicos aunque festaja por el aeropuerto. Los bisio, ndowes y kombes se ven discriminados en los puestos gubernamentales, y Litoral intenta arrebatar la capital a Malabo. En el interior, los pamweñ están atemorizados y divididos. Kie Ntem reclama la bolsa de moneda que Dios les regaló y que fue arrebatada por los de Mongomo, Centro Sur pide la paz y Wele Nzás maldice al diablo que les responsabilizó de todos los males del mundo.
Escenificado así las cosas, tal y como se reproducen en el país del teatro del absurdo, los días no auguran sino la eternización de la dictadura nguemista. Los que debían ver por si a caso ‘las moscas’ reposan ahora en otro barrio, esperando el juicio final, el cara a cara anunciado por las sagradas Escrituras, cuando San Juan baje el dedo. “Cristo dijo que iba a venir más para poner fin a nuestros sufrimientos, pero ¿cuándo?”, lloriquea un opositor exiliado en España, incapaz de explicarse cuando se le pregunta por qué los exiliados guineanos están tan desordonados, uno de los raros casos registrados en la historia de los países obligados al exilio por la opresión política.
Como queda dicho, la CPDS puede, cuando las circunstantas lo permitan, asumir el liderazgo tanto de la oposición interna que del exilio. Es la única formación de talente democrático jamás registrado en la reciente historia pluripartidista del país. Pero que no se engañen. Ello exige, entre otras cosas, un sincero diálogo con los minúsculos partidos, estos insociables que sólo saben reñirse entre ellos mismos, y que, aligual que la dictadura, se contentan con las oligarquías liberales incapaces de responder a las exigencias de cambio de rumbo político que exige la realidad y gritan los ciudadanos.
La CPDS, debería no obstante, reaccionar ante las críticas de quienes cuestionan los objetivos de lucha de los insólitos partidos: ¿gobernar o democratizar el país? Ambas pueda que sean similares.
El país requiere una urgente democratización. Que las décadas de yugo dictatorial y de ignominia, se transforman a corto plazo en esperanzas visibles: la transformación administrativa y sobre todo, del fomento de la educación en valores, de la ‘revolución’ de la sociedad civil, de la costumbre democrática. En defintiva, de la instauración de una política de promoción y defensa de los derechos fundamentales, patentizados por un poder judicial independiente y consistente. Este debría ser el paradigma en el que sustenterán las demás acciones. Si fuese así la aspiración de nuestros sapientísimos opositores, un acuerdo de convergencia de lucha contra la dictadura se llevaría a cabo en un tiempo relativamente corto, tan corto como el que necesitó Obiang para planificar y derrocar del poder al líder de acero.
Cuando se produjo el colapso de la Unión Popular en abril de 2000, entonces siendo director del periódico La Opinión, dijimos a CPDS en un editorial que uno de sus graves errores ideológicos, a pesar de su invidiable resistencia, era confudir la lucha política con un ejercicio académico.
Esto lo mantengo hasta la fecha, igual para el conjunto de la oposición. De hecho, en vez de partidos políticos, soy copartícipe de movimientos de lucha política, porque es lo que exige la realidad del país. Nos agonizamos ante una dictadura salvaje y sanguinaria, que no respeta ningún otro derecho que la tortura y el terrorismo de Estado. Ante esta situación, de entre los 100 mil y pico de electores, ¿cuántos se atreverían a votar libremente tras campañas intimidatorias como las que suele organizar PDGE? O, lo que es igual, ¿Obiang podría aceptar la derrota de su partido en unos comiciones de la naturaleza que se organiza en el país?
La situación debe ser retomada. Si POC pudo conseguirlo, mucho más podría una amplia coalición liderada por políticos relativamente honestos como los militantes de CPDS. Pero éste, como he dicho, tiene que salir del círculo vicioso en que se encuentra atrapado hasta ahora. Relegar en segundo orden su dependencia del PSOE español (si es que existe como se critica), a la hora de afrontar esta situación. Huir del fanatismo y de la prepotencia que también es una de las críticas y garantizar honestamente los compromisos de cara al futuro.
La naturaleza del guineano, muy ostentosa a los cargos antes que la dignidad humana, aconseja que en circunstancias descritas, negociación y diálogo, desemboquen en concesiones políticas. La CPDS debe ceder parte de su soberanía para merecer del respeto de sus aliados.
Pero, más que CPDS, debe ser la prioridad de esos partidos de siglas con oficinas de plomo, de la oposición fracasada, cuya presencia hoy en el espectro político nacional, no hace sino endurecer los tentáculos de la dictadura que se pretende comabtir y debilitar ante la opinión pública nacional e internacional.
Ésta comunidad internacional, llámese donantes o Estados Unidos, entenderá entonces que las reivindicaciones políticas cuentan con el respaldo popular. Sólo entonces, se comprometería moralmente para exigir más democracia que explotación del petróleo. En ello se estriba la cuestión, que el pueblo camina a la deriva alimentada por los detractores de la oposición y los adoradores del mercado, estos últimos no podrían reaccionarse hasta que noten que la estabilidad del país compromete sus astromillonarias inversiones.
La oposición ha fracasado. Camina sin rumbo, perdido en la llamada guerra mediática o de ondas, ahora virtualizada. Ya no tienen ni pie ni cabeza, pero se desisten en salir de esa lógica-ilógica como tampoco están en condiciones de ceder ni mucho menos converger sus minúsculas estrcuturas oligárquicas en una macro, con suficiente capacidad de lucha, dotado de los medios necesarios, del apoyo popular y de un claro reconomiento de la comunidad internacional, llámese Estados Unidos.
Este es el camino que cuesta recorrer, pero que habría que recorrer si es que el fondo de los sermones consiste en una pronta democratización de Guinea Ecuatorial. No se puede pretender gobernar un país sin democratizarlo. Es una de las tantas buenas experiencias que nos ha enseñado el ejemplar proceso de trannsición de la antigua metrópili, el reino de España.
La coalición que se podría formar, no importa quien la lidere, no tendría el objetivo de gobernar que dotar al pueblo de los instrumentos e instituciones necesarios para forjar su propio destino. No debe ser quién, sino cómo gobierna. Será un Gobierno mixto, llámse de transición o de unidad nacional, cuyos máximos dirigentes no podrían presentarse en las inmediatas elecciones presidenciales.
La proliferación de partidos de dudosa representación nacional y carentes de modales democráticos ha fracasado, pero el pueblo aunque agonizado, todavía desiste la deriva y pueda que se recpacite, tome la justicia por su propia cuenta y exija responsabilidades a todos los que ahora hablan vanamente en su nombre. La peor corrupción que ha conocido este país es y ha sido fundamentalmente ideológica, partiendo desde los que votaron a Macías hasta los que proclamaron a Teodoro Obiang como presidente del Consejo Militar Supremo sabiendo claramente que era el sanguinario de facto en la era de su tío.































Fuente: ASOPGE

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