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Editorial

La democracia truncada. 29 de marzo de 2003


publicado por: Bony Evha el 29/03/2004 10:26:02 CET

A finales de la década de los 80, ningún país africano podía considerarse democrático, si exceptuamos el raro y solitario ejemplo de Botsuana, donde funcionaban de forma regular los partidos políticos y dos Cámaras, y se iba consiguiendo un grado aceptable de desarrollo social. Tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y el fin del régimen segregacionista en Suráfrica en 1990, pareció que ese continente revivía la situación de optimismo que se conoció a principios de los años 60. LA DEMOCRACIA ES POSIBLE SI SE DEJA A LOS AFRICANOS EJERCERLA CON LIBERTAD, SI LOS HALCONES DEL ”PRIMER MUNDO” DEJAN DE ACTUAR CON DOBLE CARA CUANDO SOSTIENEN A ”DICTADORES” A LA VEZ INTENTANDO DENUNCIAR LA VIOLACIÓN DE DERECHOS HUMANOS DE TIRANOS AMIGUETES SUYOS.

La oleada de independencias hizo concebir la esperanza de que la soberanía formal traería consigo la libertad y el progreso. Si nuestros padres consiguieron las independencias, consolidadas a trancas y barrancas por unos regímenes en general despóticos, la generación actual trataba de obtener para los pueblos africanos la libertad, mediante la construcción de Estados basados en el imperio de una ley igual para todos, con el fin de atajar los principales males que habían llevado a África a la humillante postración política, económica y social en la que se debate.
A principios de los noventa el reto era, pues, la democracia, a través de la cual se obtendría la buena gobernabilidad que asegurase el respeto de los derechos de los ciudadanos y la transparencia en la gestión de los recursos públicos de cada país. Sin embargo hoy, adentrados en el s. XXI, puede considerarse que esas aspiraciones democráticas han quedado truncadas e la mayoría de los países, y la frustración se ha adueñado de nuevo de los espíritus de los africanos.

No es que se haya desinflado el entusiasmo democratizador, ni que se hayan diluido los deseos de libertad y desarrollo de nuestros pueblos, sino que esas metas se ven obstaculizadas por factores externos que nos impiden alcanzarlos. Sabemos que afirmación tan rotunda puede suscitar reacciones en contra de los que consideran que nuestros males están en los propios africanos. Un análisis pormenorizado de las relaciones entre África y el mundo desarrollado sólo puede llevar a esa conclusión. Si dejamos atrás la historia -la esclavitud y el colonialismo, factores claramente determinantes de la situación presente- y nos concentramos en los hechos más recientes que conforman la actualidad, veremos claro que la vigente miseria moral y material africana está producida por las tiranías (TIRANOS INSTRUIDOS, LA MAYOR PARTE DE ELLOS, EN LAS ACADEMIAS MILITARES FRANCESES, ESPAÑOLES, NORTEAMERICANOS… O SIMPLEMENTE ADMITIDOS COMO GOBERNANTES POR LA CÚPULA POLÍTICA Y EMPRESARIA DEL “primer mundo” POR SU FORMACIÓN MEDIOCRE Y DOTES PARA TRAICIONAR A SUS NACIONES CON “PLATOS DE LENTEJAS”) que nos mal gobiernan desde el acceso a la independencia.
Desde hace 40 años, África es un continente en el que se han reavivado el “tribalismo” y el nepotismo, en el que la crueldad más espantosa anima la actuación política, donde los dirigentes no distinguen los bienes públicos de los privados, donde la “ayuda internacional” y los empréstitos son reenviados a Occidente en forma de cuentas privadas de dictadores y allegados, que compran mansiones de ensueño a costa de la miseria de sus conciudadanos; donde, en definitiva, la tiranía se ha convertido en la forma ”normal” de gobernar.

Para justificar a los tiranos, algunos occidentales aducen que esas formas despóticas de ejercer el poder son consustanciales a la naturaleza del africano, determinismo sin sentido que, en el fondo, apenas se aleja de aquellas mentalidades que antaño justificaron la esclavitud y el colonialismo, pues se basan en una supuesta ”superioridad” de unas razas predestinadas a someter o ”civilizar” a todos los demás pueblos considerados primitivos.

Cuando afirmábamos hace unos años que el colonialismo aún persiste en forma de neocolonialismo, que los males de África provienen en gran mayoría de los intereses de los países desarrollados por controlar y explotar las inmensas riquezas del suelo y subsuelo africanos, se nos criticaba por maniqueos, por ”echar los balones fuera”, por no reconocer nuestra propia responsabilidad en la gestión del desastre, que se atribuía principalmente a una supuesta incapacidad de los africanos para la convivencia pacifica.

Sin embargo, ya queda bastante claro ahora que la inestabilidad africana y las terribles dictaduras que padecemos no son debidas ni a supuestas ”guerras tribales” ni a nuestra particular forma de regimos en sociedad.
Se sabe, a través de múltiples informes de organismos internacionales, que las diversas facciones que alimentan la terrible guerra civil que asola la República Democrática de Congo desde la caída de Mobutu Sese Seko en 1997 -que ha causado al menos tres millones de muertos en medio de la indiferencia general- no están enfrentados entre sí ni única ni principalmente por razones étnicas. Son azuzadas por los intereses de las multinacionales occidentales, deseosas de controlar los diversos minerales -muchos de ellos tan estratégicos como el coltan- que tiene ese riquísimo país. Lo mismo que ha sucedido en Angola, Congo-Brazzaville, Sierra Leona, Liberia, Sudán, Chad y otros escenarios continentales.

Una alianza perniciosa

Hay países, como Togo o Gabón, donde los presidentes llevan treinta y seis años en el poder. En otros, como Guinea Ecuatorial o Zimbabue, los dictadores están a punto de cumplir un cuarto de siglo en la jefatura del Estado. En Congo-Brazzaville fue derrocada una democracia trabajosamente conseguida, y una sola empresa petrolera financió una guerra civil que destruyó medio país y reinstaló en el poder al antiguo dictador Denis Sassou-Nguesso, que asegura mejor sus intereses.

¿Quién los mantiene durante tanto tiempo? Lo que podemos afirmar es que no es la voluntad de los pueblos respectivos, principales víctimas de la situación. Son países occidentales como Francia quienes sostienen esa alianza perniciosa entre nuestros dictadores y la explotación despiadada de nuestros recursos naturales. Basta observar atentamente la política de París -y, por extensión, la de todo el mundo occidental- para llegar a la conclusión de que los africanos somos víctimas de la abundancia de nuestros recursos económicos.

Entre otros muchos ejemplos, recordemos que la Francia socialista de François Mitterrand apoyó en 1987 el sangriento golpe de Estado de Blaise Compaoré contra el popular Thomas Sankara en Burkina, que sólo reivindicaba la dignidad para su país. Más recientemente, está en el origen de la desestabilización de Costa de Marfil, país reputado hasta hace dos años como modelo de estabilidad, desde que los militares derrocaron a su hombre en Abiyán, el ex presidente Henri Konan Bedié. Y, a pesar de los embargos decretados por la Unión Europea -de la que forma parte- contra el dictador de Zimbabue y su entorno, el presidente Jacques Chirac acaba de invitar y agasajar en París a Robert Mugabe.

En cuanto a Guinea Ecuatorial, se sabe positivamente que los franceses están desestabilizando el régimen de Teodoro Obiang Nguema, al que apoyaron con armas y bagajes a pesar de sus violaciones de los derechos humanos. Obiang es molesto a París porque no le ha concedido la parte del león de la tarta petrolera, de la que se benefician principalmente las empresas estadounidenses, en detrimento de TotalFina-Elf, el buque insignia del poderío galo, protagonista de numerosos escándalos de corrupción, alguno de los cuales ha llegado a los tribunales.
Los mismos países que explotan o aspiran a explotar las riquezas africanas son los que han impuesto un freno a las ansias de libertad de los africanos. Se ha visto en Togo, Gabón y otras partes, pues si bien las conferencias nacionales que surgieron a principios de los años noventa en prácticamente toda el África subsahariana respondieron a la exigencia de los pueblos de democracia, desarrollo y dignidad, las fuerzas conservadoras del orden neocolonial pronto opusieron resistencia y buscaron mecanismos para ahogar esos anhelos, sin importarles recurrir a la violencia más contundente.
El resultado es esta África alejada de los polos de desarrollo, sin posibilidad de beneficiarse de las nuevas tecnologías, incapaz de asumir sus propios retos, que tiene el dudoso ”honor” de encabezar las listas de los países más pobres, con los índices de desarrollo humano más míseros del planeta. Un África, en suma, que se consume por el hambre y las enfermedades, inerme, exhausta y desesperada.

Quizá no sea ”políticamente correcto” decirlo así, pero lo que percibimos los africanos es que son los dictadores actuales los que mejor aseguran los intereses de occidente, y por ello los imponen y mantienen. Los africanos no somos ni tontos ni masoquistas: conocemos bien nuestros problemas y tenemos las soluciones. En cada uno de nuestros países existen centenares o miles de ciudadanos mejor preparados intelectual y políticamente que los dictadores de turno; existen movimientos y partidos de oposición, cuyos programas permitirían una regeneración de sus países, hay voluntad de cambio, y líderes honestos capaces de dirigir a la sociedad hacia la libertad y el progreso; pero nada de eso vale frente a la cuenta de resultados que las empresas occidentales esperan obtener al final de cada ejercicio en sus negocios con África.
Se prefiere negociar con los déspotas, en lugar de con personas honestas que miren por los intereses de sus pueblos, pues resultarían más ”caras” a las multinacionales y a las potencias occidentales que extraen y exportan nuestras riquezas casi gratuitamente, a costa de la muerte y de la miseria de millones de seres humanos que, por no tener, no tienen ni el derecho a protestar. Hoy, como antaño, es el comercio el que dicta las relaciones entre el mundo desarrollado y África, por lo cual los empresarios occidentales hacen sus cálculos y deciden quién asegura mejor su negocio. Ecuación perversa en la que siempre estarán mejor colocados los dictadores y sus retoños.

LA DEMOCRACIA ES POSIBLE

A pesar de esto, se produce de vez en cuando alguna noticia esperanzadora. El nuevo primer ministro de la República Centroafricana, Abel Goumba, nombrado por el nuevo hombre fuerte de Bangui surgido del golpe de Estado contra el presidente Ange-Félix Patassé en marzo pasado, es una persona honesta, de impecable trayectoria democrática. Si se confirman los deseos tanto de Goumba como del nuevo jefe del Estado, el general François Bozizé, puede que la República Centroafricana pase pronto a contarse entre esa docena de países que, a pesar de todo, están consiguiendo hacer realidad el sueño de conjugar independencia y libertad.

La tarea no es fácil, porque la herencia que suelen dejar las dictaduras es terrible; además de la nefasta gestión económica, la casi nula atención social y la ausencia de infraestructuras, los dictadores que abandonan el poder (ya sea defenestrados, como Patassé, o mediante las urnas, como Daniel arap Moi en Kenia en diciembre pasado, o una combinación de ambas circunstancias, como en Madagascar), acostumbran a dejar países fraccionados, pues su reinado se basa en la división, en el enfrentamiento de los diversos estamentos. Por eso, suele parecer que se avanza poco.

Obligados a someterse al veredicto de las urnas cada pocos años, los dirigentes democráticos se presentan al final de su mandato con realizaciones más bien parcas, al no poder arreglar en tan poco tiempo los múltiples problemas heredados, muchos de los cuales -solapados por la dictadura- emergen con la libertad, dando la errónea sensación de que es la democracia la que trae tan ingente cantidad de carencias y conflictos.

Ello contribuye al desencanto, a una cierta mala prensa que tiene en África la solución democrática, pues muchos impacientes preferirían que todos sus problemas se arreglaran de golpe. De lo cual, lógicamente, se aprovechan los dictadores recalcitrantes, aquellos que han hecho del poder su profesión. Pero gobernar en democracia es muy distinto, ya que requiere un diálogo continuo, un compromiso permanente, convencer a la mayoría, lo cual es necesariamente lento, sobre todo cuando se sale de situaciones en las que el diálogo no entraba en la cultura política, y la gente se ha acostumbrado a que el ”mesías” piense por ellos.

Ese desencanto de los impacientes suele ser aprovechado por los liberticidas para desacreditar a los regímenes de libertad, que supuestamente tampoco solucionan los problemas de la sociedad. Eso puede estar ocurriendo en Nigeria, donde el presidente Olusegun Obasanjo ha tenido que lidiar al mismo tiempo con muchos toros bravos, desde la corrupción generalizada hasta el auge del integrismo islámico. Se presentó a las recientes elecciones presidenciales de abril con el prestigio disminuido, pero fue reelegido con un amplísimo margen de votos. No cabe duda de que, tras la muerte del sanguinario Sani Abacha, los nigerianos son hoy “más libres” que bajo las dictaduras militares (sostenidas bajo la OMPLICIDAD de corruptores ”primermundistas”).

LA DEMOCRACIA ES POSIBLE SI SE DEJA EN PAZ A ÁFRICA. LA DEMOCRACIA ES POSIBLE SI SE DEJA A LOS AFRICANOS SER ACTORES DE SU PROPIA HISTORIA. LA DEMOCRACIA ES POSBLE SI LOS AFRICANOS DEJAMOS RADICALMENTE DE HACER CASO A LAS “INSTRUCCIONES” DE LOS HALCONES DE EURPA Y DE EE.UU., SI DEJAMOS DE QUERER SEGUIR A SUS ENVENANADAS LECCIONES DE SU “HUMANIDAD” BRILLANTE POR SU AUSENCIA. SI TRATAMOS DE DEMOSTRARLES DE ES EN ÁFRICA DONDE REALMENTE NACIÓ LA HUMANIDAD.
¡¡NO A MÁS MANTAZAS FRATRICIDAS ENTRE NOSOTROS, NO A MÁS COMPRAVENTA DEL MATERIAL BÉLICO!! LOS AFRICANOS TENEMOS EL DEBER DE SENTARNOS Y HABLAR DE NUESTROS PROBLEMAS, DE CÓMO RESOLVERLOS POR NOSOTROS MISMOS SIN VIOLENCIAS. TENEMOS EL DEBER DE CONVENCER A NUESTROS GOBERNANTES ACTUALES Y A LOS QUE, POSIBLEMENTE, LO SEAN EN EL FUTURO PARA QUE DEJEN DE SEGUIR TRAICIONANDO A SUS RESPECTIVAS NACIONES POR “PLATOS DE LENTEJAS” Y QUE AMEN MÁS A SU TIERRA, LO CONSTRUYAN ESTRUCTURALMENTE SUPERANDO CONYUNTURAS, QUIERAN MÁS A SUS PAISANOS Y EL BIENESTAR GENERAL DEL PUEBLO, NO SIGAN SIENDO LADRONES DEL HERRARIO PÚBLICO, NO SE ENRIQUEZCAN INJUSTAMENTE.

¡¡¡LOS NUEVOS AFRICANOS QUEREMOS “COMPRAR” BIENESTAR!!! ¡¡NO QUEREMOS ARMAS EN NUESTRAS CALLES, SINO ESCUELAS TÉCNICAS DONDE APRENDER A FABRICAR MEDICAMENTOS, ZUMOS DE FRUTAS, A MONTAR PEQUEÑAS INDUSTRIAS CÁRNICAS, PESQUERAS, INGENERÍA TÉCNICA DE CONSTRUCCIÓN CIVIL, ETC.

¡¡BASTA YA DE MÁS ENGAÑOS “primermundistas”, BASTA DE TRÁFICO DEL MATERIAL BÉLICO, BASTA YA DE LAVADOS DE CEREBROS A NUESTRA JUVENTUD, BASTA YA DE GOBERNANTES LADRONES DEL DINERO PÚBLICO!! ¡¡BASTA DE “COOPERACIÓN” CONYUNTURAL (No necesitamos limosnas de nadie), QUE GUINEA ECUATORIAL TIENE RECURSOS DE SOBRA PARA QUE TODOS/AS LOS GUINEANOS/AS PUEDAN VIVIR DIGNAMENTE EN NUESTRO PAÍS O EN EL EXTRANJERO!!


Fuente: INTELIGENCIA

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