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Editorial

¿Por qué tantos golpes de estado en África? ¿Por qué el “fondo monetario internacional” está siempre gobernado por europeos y norteamericanos?


publicado por: Bony Evha el 20/04/2004 10:58:22 CET


Los jóvenes Estados africanos independientes heredaron una soberanía fragil, que las “multinacionales” y la dislocación de las sociedades por las políticas de ajuste acabaron por reducir a la nada. El poder público se convierte así en una ficción de la que todos (traidores - desvergonzados nativos y halcones “primermundistas”) buscan sacar provecho y el golpe de Estado en una “forma natural” de conquistar el “poder”.
Golpes de Estado en Guinea Bissau (septiembre de 2003) y en Santo Tomé y Príncipe (julio de 2003), intentos fracasados de golpe en Mauritania y en Burkina Faso (octubre de 2003), derrocamiento de Charles Taylor en Liberia por una rebelión (agosto de 2003), agitación política en Senegal (2003), desestabilización en Costa de Marfil (desde septiembre de 2002)... Pareciera que la crisis política se ha instalado de manera duradera en los países de África Occidental y Central. Y si bien algunos escapan a ella, como Cabo Verde, Ghana, Malí, intentos de una supuesta intervención mercenaria en Guinea Ecuatorial (marzo del 2004)… Puede decirse que el África vive y está instalado permanentemente al borde de un derrumbe general.

Las crisis actuales parecen tener una naturaleza totalmente diferente de las que afectaron a los Estados africanos en los años posteriores a la independencia. A las luchas ideológicas de la Guerra Fría le sucedió una doble desestabilización, debida por una parte a la inserción a marcha forzada en la “mundialización económica”, y por otra, a la democratización improvisada de Estados sin recursos. Estos dos fenómenos terminaron por deslegitimar las nacientes construcciones nacionales y tornaron puramente ficticia la soberanía de esos países.

En virtud de una ”ironía trágica”, varios fenómenos de naturaleza muy diferente conjugaron sus efectos desestabilizadores: el final del enfrentamiento Este-Oeste, que estructuraba la geopolítica africana; la improvisación de los “prestamistas” de fondos al imponer un “orden democrático” mal controlado o, mejor dicho, CONTROLADO desde Europa y desde EE.UU. (sustituido por el discurso de François Mitterrand en La Baule en 1990; EL NUEVO MARCO MACROECONÓMICO ULTRALIBERAL, que SIGNIFICÓ PRIVATIZACIONES SALVAJES, PROGRAMAS DE “AJUSTE ESTRUCTURAL” INCOHERENTES Y DRÁSTICOS, planes sociales encubiertos, EXPLOTACIÓN DESCARADA DE LA MANO DE OBRA, PRECIOS IRRISORIOS DE LAS MATERIAS PRIMAS Y FRAUDES, MEDIDAS COMERCIALES DESVENTAJOSAS PARA LOS AFRICANOS, ETC.; LAS INTERVENCIONES SALVAJES DE LAS “MULTINACIONALES” OCCIDENTALES; EL ESTALLIDO DE LA “DEUDA”; LA DESCONCERTANTE FALTA DE CULTURA GENERAL DE MUCHOS DIRIGENTES POLÍTICOS DEL CONTINENTE NEGRO (muchos de ellos militares adiestrados en las academias de las potencias coloniales), CON SU COROLARIO, LA FALTA DE VISIÓN (INCLUSO A CORTO PLAZO); LA CORRUPCIÓN DE LOS PEQUEÑOS Y GRANDES FUNCIONARIOS; EL TRÁFICO DE ARMAS; ETC. TODOS MALES QUE HAN TERMINADO POR HUNDIR A UN CONTINENTE YA MUY DEBILITADO.

Todos los indicadores macroeconómicos, sociales y sanitarios se degradaron súbitamente desde los años 1980, erradicando a las clases medias y creando profundas tensiones sociales. África se ha empobrecido, el Producto Interno Bruto de todos los países se ha deteriorado, el crecimiento prometido por los “prestamistas” de fondos no se ha producido e incluso ha pasado del 3,5% en promedio en 1975 al 2% en 2000. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) describe una ”degradación sin precedentes” de los indicadores de desarrollo humano
En casi todas partes los salarios de la función pública se pagan con dificultades: en República Centroafricana una de las primeras medidas del gobierno golpista del general François Bozizé fue anunciar, en la primavera de 2003, el pago de los sueldos atrasados. El desempleo no deja de crecer. Las patologías (“sida”, enfermedades tropicales, etc.) se propagan y afectan gravemente la esperanza de vida de las poblaciones. Los refugiados se cuentan por miles. Pauperizados, los “ejércitos” se han convertido en una amenaza constante para los regímenes de muchos países, como lo demostró el levantamiento en República Centroafricana, el intento de golpe de Estado en Burkina Faso y la rebelión en Costa de Marfil.

En realidad, sólo se han ”democratizado” los golpes de Estado y las guerras civiles, matanzas fratricidas, entremezcladas con extrañas guerras ajenas que forman ahora una madeja densa y difícil de desenredar. Así, Congo Kinshasa está simultáneamente invadido por sus vecinos y dividido entre diferentes facciones políticas, a su vez “apadrinadas” por potencias extranjeras. Todo ocurre como si ya no hubiera ”vida ética” en África. Resulta muy revelador que la noción misma de ”bien público” haya desaparecido de los discursos políticos e intelectuales.

En lugar de una voluntad general de diálogo cohesión social entre políticos nativos (gobernantes-opositores), sólo hay un enfrentamiento generalizado de voluntades singulares, todas focalizadas en hipotéticos conflictos étnícos.

En unos quince años, las fronteras establecidas en la Conferencia de Berlín (1885) y consagradas en los textos fundadores de la Organización para la Unidad Africana (OUA) se han vuelto porosas y ficticias. Son verdaderos coladores para todos los movimientos rebeldes. Los mercenarios y milicias reclutadas por las diferentes facciones de grupitos nativos compinchazos con los halcones “primermundistas” amenazan a varias zonas de África Central con desviaciones mafiosas (el caso de Guinea Ecuatorial, por ejemplo). El mismo fenómeno puede observarse en Liberia, donde los ex combatientes de la guerra de Sierra Leona se convirtieron en combatientes contra el presidente Charles Taylor, derrocado en agosto de 2003.

La fuerte interdependencia de los Estados africanos depende a su vez en gran medida de los intereses de las ”multinacionales”, sean europeas u orientales, han sometido (tratan de someter) y controlado (tratan de controlar) los aparatos de los Estados. Han abolido de facto las fronteras heredadas de la colonización y han modificado profundamente la naturaleza de los Estados del continente, haciendo de ellos anexos u oficinas de control para una mejo expoliación de los recursos naturales de este continente potencialmente RICO.

Los conflictos ”étnicos” suelen ser una pantalla del cálculo de intereses que efectúan los poderes instalados o las “multinacionales”. Estas últimas instrumentan conflictos regionales o locales para conseguir o mantener mercados y concesiones para la extracción y robo de minas, petróleo, etc.
Esta intromisión de las “multinacionales” -así como las reglas de la “mundialización económica”- en la esfera pública africana ha provocado una amalgama entre derecho público y derecho privado. En efecto, los asuntos públicos no son gestionados conforme a las reglas universales de la administración pública, sino según las reglas jurídicas del derecho privado. La mayoría de los jefes de Estado africanos no se ven a sí mismos como presidentes de una República, garantes del interés general, sino más bien como presidentes de un consejo de administración. La gestión del petróleo, del oro y de los diamantes, y la venta de los productos agrícolas y de los recursos naturales (minerales, madera) dan lugar a comportamientos de clan, incluso de lealtad feudal, desde la firma de contratos de explotación de las materias primas (comisiones) hasta la distribución de los importantes valores agregados producidos al momento de su venta en el mercado mundial.

Sentado sobre la renta petrolera, el régimen de Gabón ha llegado a ser maestro en este juego (no en vano el dictador Omar Bongo está compinchazo con Teodoro Obiang Nguema –actual Presidente de Guinea Ecuatorial-), lo mismo que el gobierno de Angola.
Las privatizaciones ordenadas por los “prestamistas” de fondos han dado lugar a verdaderas liquidaciones, que los Estados no han querido o no han sabido resistir. Así, el gobierno senegalés no termina nunca de renegociar las condiciones de la privatización de la Compañía Nacional de Electricidad. Los pueblos los cuidadanos de a pie son, evidentemente, los grandes perdedores de este reparto del poder en la cumbre.
En este contexto, los opositores políticos nativos se vuelven poco o nada reflexivos para abrirse a un diálogo sincero entre ellos, hacer una piña y tratar de convencer a sus compatriotas gobernantes de que los africano deben aprender a ser ACTORES DE SU PROPIA HISTORIA SALVANDO LOS ENGAÑOS DE “PADRINOS” DISPUESTOS A MANTENER SIEMPRE DIVIDIDOS Y ENFRENTADOS A LOS HIJOS/AS DE ÁFRICA. Torpemente muchos opositores políticos nativos ven en el golpe de Estado, en la intervención mercenaria el modo normal de transmisión del poder público.

En febrero de 2003, en el Foro Social Africano de Addis Abeba, un delegado del Congo Brazzaville consideró irónicamente que en su país se enfrentaban dos legitimidades: la ”legitimidad democrática” y la ”legitimidad petrolera”. El término de recolonización ”civil”, utilizado en el mundo económico internacional, se acomoda bien a esta situación. Y señala claramente la impotencia del poder público en África.

Nunca hubo en este continente tantas ”batallas”, patologías, y saqueos de la economía y del subsuelo. Las ganancias acumuladas durante estos últimos quince años son considerables, incluso inigualadas. La reducción de la ayuda pública al desarrollo deja a los Estados a merced de la avidez de las “grandes firmas”. De manera que, en muchos casos de desestabilización de los regímenes, los Estados europeos se encuentran desfasados o ”superados” respecto de la evolución de los acontecimientos. Y así, siempre que tratan de retomar el control, lo hacen a posteriori, especialmente mediante el ejercicio de un método ya probado: la implementación de las ”reconciliaciones nacionales” tras evitables derramientos de sangre inocente.

En la etapa intermedia que atraviesa África, la resolución (provisoria) de los conflictos requiere todavía la intervención directa de los Estados europeos, cuyas capitales o ciudades suburbanas -símbolo significativo, revelador e ilustrativo- se vuelven los lugares de reconciliación de las clases políticas africanas consagrando, de hecho, su alienación. Es lo que ocurrió con los acuerdos marfileños de Linas-Marcoussis cerca de París. Aunque los agentes privados occidentales y orientales ”enciendan” batallas y fomenten golpes de Estado, les corresponde a los Estados occidentales y orientales interponerse entre los beligerantes. Hay allí una complementariedad inadmisible, en una odiosa división del trabajo.

En suma, los Estados africanos se encuentran cada vez más fragilizados por las acciones del “Fondo Monetario Internacional (FMI)” y el “Banco Mundial” por un lado, y de las “multinacionales” por otro. ¡Esta es la ”Françafrique”! Léopold Sédar Senghor deseaba otra cosa -una Euroáfrica de asociados iguales- que Francia no supo entender en su momento. La desestabilización de los Estados africanos se inscribe así en la lógica de un orden mundial desigual, que desacredita por sí mismo la cosa pública.

Habría que buscar las vías y los medios por medio de los cuales las “multinacionales” -así como los jefes de Estado y de guerra- implicados en los intentos de desestabilización puedan ser llevados a comparecer ante la Corte Penal Internacional (CPI). Para lograrlo, sería conveniente implementar un cuerpo judicial internacional, compuesto de jueces africanos avezados en los mecanismos financieros y económicos, y especializados en el seguimiento de los movimientos de capitales que financian los golpes de Estado y las rebeliones. También debería incrementarse el control sobre la entrega de las concesiones públicas africanas.

Según Hegel, ”la historia avanza siempre por el mal camino”. A través de las crisis políticas actuales aparece por primera vez la necesidad real de construir una nueva unidad política y económica del África. Pero esta nueva unidad ya no debe revestir los viejos oropeles de la OUA y de la Unión Africana, o las viejas formas de unión económica, como la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (Cedeao) y la Unión Económica y Monetaria de África Occidental (Uemoa) o, incluso, la Nueva asociación económica para el desarrollo de África (Nepad).

Lo que podría iniciarse a partir de la derrota histórica de los Estados africanos es la posibilidad de una unidad real (y ya no declamada) del continente. Y en este desastre que se prolonga desde hace cinco siglos, los africanos tienen (tenemos) también su (nuestra) cuota de responsabilidad.


http://www.eldiplo.org

Fuente: INTELIGENCIA(Pierre Franklin Tavares, Traducción:

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