EL TÉRMINO AUTORIDAD
La palabra autoridad procede del latín-auctoritas, auctoritatis- que viene a significar: prestigio, influencia, modelo, ejemplo, persona o cosa que merece tomarse como tal.
También podemos tomar el sentido de este vocablo desde el verbo latino augeo,-auxi, auctum- que significa acrecentar, aumentar, hacer prosperar. Al respecto tenemos algunas frases latinas que vienen a confirmarnos el pleno sentido de dicho término:
•Sciencia aliquem augere: Hacer prosperar a uno en ciencia.
•Dignitas aliquem augere: aumentar la dignidad de uno.
•Societas comunem bonum augere: Robustecer (desarrollar) el bien común.
Por tanto, como podemos observar, el significado original de la palabra autoridad implica la capacidad que muestra un miembro de cualquier grupo social (familia, pueblo, municipio, provincia, país) para hacer prosperar la vida colectiva por medio de acciones y de obras orientadas a la consecución de una vida digna para todos los miembros de la colectividad.
Desde el pequeño análisis etimológico que acabamos de hacer hemos podido comprobar que la solidez del principio de la AUTORIDAD se conforma desde la BÚSQUEDA DE LA PROSPERIDAD GRUPALl o COLECTIVA. Y como quiera que no puede darse una auténtica prosperidad sin una justicia basada en el diseño de políticas sociales extensibles. Entonces tenemos que unir autoridad con la justicia (AUTORIDAD = JUSTICIA), SÓLO EL QUE BUSCA Y LUCHA POR LA JUSTICIA PARA TODOS/AS PUEDE MERECER EL HONOR DE LLAMARSE AUTORIDAD; puesto que la autoridad es la encarnación del bien común cuya norma es la justicia. De este modo, sólo puede hablarse de autoridad cuando se dan indicios de lucha por la disminución de las diferencias de bienestar que el egoísmo humano intenta construir diariamente.
Cuando la autoridad se deja dominar por la tentación del poder por el poder, entonces llega el momento en que la justicia desaparece en el horizonte de la regulación social, y desde este instante deja de ser tal autoridad para convertirse en un gran obstáculo en la búsqueda de la prosperidad y dignidad humanas de cualquier pueblo.
De aquí suele brotar el delirio de grandeza que muchos gobernantes suelen terminar padeciendo, para acabar en la pérdida de la razón y el sentido común con un final casi fatal en el buen número de las ocasiones. Los ejemplos de este final fatal de muchos gobernantes caídos en la demencia son innumerables a lo largo de historia. No parece que Don Teodoro Obiang Nguema y el séquito que le rodea quieran ser una excepción de esta fatalidad.
La autoridad, si quiere ser y acabar como tal, debe encarnar la justicia social, debe superar la justicia de los enriquecidos a costa de la miseria de otros seres humanos y adaptarse a la justicia que busca la solución de problemas o conflictos que nos plantea la vida social: el empleo, salarios dignos, viviendas habitables para todas las familias, urbanización ordenada, salud pública, la educación y la transmisión de una cultura de valores a los más jóvenes.
Desde esta perspectiva sólo puede considerarse autoridad a todo aquel que sea capaz de crear y de defender el establecimiento de las instituciones justas que permitan el bienestar de todos los ciudadanos bajo la distribución equitativa de los bienes públicos en todas las familias miembros de un pueblo o nación.
Sólo debe considerarse autoridad todo el que lucha por la libertad real y por los derechos de todos los seres humanos sin privilegios de clases ni de género, entre otras muchas razones, porque el aparato biológico reproductor del que todos/as nacemos es el mismo en todos los progenitores, hasta aquí seguimos sin conocer a padres y a madres que lo tengan de oro, al parecer todos/as lo tenemos de pura carne perecedera.
Así que cualquier candidato a la autoridad no sólo tiene el deber y la obligación de conocer estas verdades, sino también asimilarlas y hacerlas realidad en el desempeño del servicio social a él encomendado a través del ejercicio de la democracia real al que tienen derecho todos los ciudadanos/as de cualquier pueblo libre de verdad.
En definitiva, la misión de la autoridad consiste en promover el progreso, justicia-paz y el bienestar colectivo mediante una planificación social acorde a las actitudes más nobles del ser humano, tales como: la solidaridad, el respeto a las diferencias, el sentido de la responsabilidad y de la asunción del trabajo como medio para servir y dignificar la vida humana, la honradez en el manejo del erario público, el amor y cariño hacia los miembros más indefensos (ancianos, niños, mujeres, jóvenes estudiantes), la defensa y protección del medio natural (ríos, playas, bosques, animales, etc).
Por tanto, la autoridad debe ser pontífice y edificador del bien común. Aquí la palabra pontífice viene a significar algo así como constructor de puentes, pero no trata de puentes en sentido arquitectónico, sino más bien de la unión de lazos entre todos los miembros de un pueblo o nación y de éstos con la humanidad entera. Seguro que más de uno habrá preguntado por lo que entendemos aquí por bien común, pues para nosotros el bien común viene a constituirse por todo lo espiritual y lo material pertenecientes a un determinado grupo humano, tales como: la cultura, el arte, las riquezas del subsuelo, alcance de una vivienda digna para todos, el alimento, el cuidado de la salud (física y mental), el medio ambiente.
En conclusión, hemos visto que la palabra autoridad, etimológicamente, procede del latín “auctoritas” que significa calidad de autor, poder, prestigio, solvencia de una persona o institución que incita a los demás mediante legitimación y poder de persuasión, a la aceptación de sus enseñanzas y a seguir sus disposiciones.
Por tanto, la autoridad es un importante principio del orden en la educación y en la sociedad civil de cualquier pueblo o nación. La autoridad se hace tanto más efectiva cuanto más renuncia a la influencia y a los medios externos de presión, la verdadera autoridad se fundamenta en el reconocimiento interno de SU CAPACIDAD DE HACER CRECER A LOS DEMÁS. La lucha del poder por el poder hace que la autoridad tienda hacia el autismo, es decir, hacia la sobre-acentuación de la referencia al yo que conduce al autoritarismo, caracterizado por afirmaciones definitorias de la figura del jefe en los acuartelamientos militares: “el jefe siempre es el jefe”, “el jefe siempre tiene razón”, “y si no la tiene se ampara en los artículos primero y segundo”: Una autoridad basada en estos muy cuestionables principios anteriores corre el gran riesgo de instalarse tanto en la corrupción interna como en la externa. Cuando el jefe se olvida de que es jefe en la medida en que los demás lo aceptamos como tal se expone ante el peligro de creerse dueño de la vida de los ciudadanos antes que pasarse por un administrador del bien público, lo cual arrastra a muchos gobernantes a convertirse en simples jefes o mandamases en lugar de desempeñar su verdadera misión de autoridad caracterizado por la escucha y el respeto al pueblo, la permeabilidad, el espíritu democrático, la lucha porque el pueblo viva dignamente mediante la promoción y protección de las actividades básicas de autogestión: agricultura real, ganadería, pesca, nivel de cultura, investigación y conquista estructural de todo lo bueno que los otros pueblos van descubriendo.
En la cultura bantú tradicional, de la que forman parte todos los pueblos de la actual Guinea Ecuatorial, la autoridad distaba mucho de ser un mero capataz armado y dador de órdenes a su antojo o un gran obstaculizador de los derechos y libertades de los demás ante la búsqueda de una vida mejor.
Los bantús venimos de una cultura donde la autoridad se basaba en el constante respeto del veredicto del defensor del pueblo (NSOR KPWOLO) constituido por la cámara del consejo de ancianos virtuosos que estaban vigilantes en todo momento de que los jefes de turno cuidasen de no caer en la corrupción, pues esta es una de las costumbres o estructuras que debemos recuperar hoy a fin de que esta nación llegue a tener una verdadera autoridad social de la que carecemos en el momento presente.
Y mientras tanto que sigamos aferrados en el modelo actual de tergiversación y corrupción del verdadero sentido de autoridad permaneceremos en manos de zoquetes (mentecatos, individuos tardos en comprender, gente privada de razón, de escaso juicio y entendimiento), mal-nacidos preocupados sólo en pensar con el estómago (”políticos de vientre”), reclutando a jóvenes y a gente inepta para que vaya a servirles en su afán por amenazar continuamente al pueblo indefenso con las armas que les suministran sus compinches primermundistas.
Fuente: INTELIGENCIA