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Editorial

La presidenta liberiana se perfila como la nueva “lobby” internacional del tirano guineano


publicado por: Association de la Presse Equatoriale Guinea el 22/06/2007 4:38:21 CET

El ‘precipitado’ viaje de Ellen Johnson-Sirleaf al país centroafricano encumbra muchas sospechas

FOCOS | PETRODICTADURA | CONFIDENCIALES
La presidenta liberiana se perfila como la nueva “lobby” internacional del tirano guineano


Johnson-Sirleaf es una personalidad apoyada vigorosamente por sectores afro-americanos y de las iglesias protestantes norteamericanas con resortes de influencia en el Departamento de Estado y en la Casa Blanca, que tanto han hecho para baldear su pasado colaboracionista con las dictaduras liberianas, librarla del corredor de las represalias políticas y finalmente empinarla a la presidencia con un “sofisticado” fraude electoral que supo aguantar el vencedor natural de los comicios de 2005, el astro del fútbol africano George Weah.



SÁNCHEZ MEMBA. YAOUNDÉ, 22|06|07
Nada importante ha transcendido a la opinión pública en torno a la reciente visita a Guinea Ecuatorial de la flamante presidenta liberiana Ellen Johnson-Sirleaf, la primera mujer africana que ocupa la jefatura de Estado. La embajada de Guinea Ecuatorial en Londres, que en los últimos años se ha convertido en el portavoz oficial del régimen de Malabo se ha limitado a informar en su web el contenido del Comunicado Conjunto sobre “el deseo de ambas naciones de iniciar un marco de entendimiento, cuyos acuerdos permitirán la diversificación de la cooperación Liberia-Guinea Ecuatorial”.

Si no es el petróleo, ¿en qué puede basarse una cooperación “diversificada” entre Guinea y Liberia?, se preguntan los observadores. Muy a pesar, no parece que los liberianos, sumidos en la más abyecta pobreza tras décadas de conflictos armados, vayan a beneficiarse del petróleo guineano que el déspota Obiang reparte ‘magnánimamente’ a su amigo de Zimbabwe Roberto Gabriel Mugabe, agónico por un letargo embargo fomentado por Londres.

Johnson-Sirleaf ha estado en Guinea Ecuatorial hace una semana, invitado con carácter ‘urgente’ y ‘amistoso’ por su homólogo Teodoro Obiang, a recomendación de sus lobby norteamericanos, que ven en la estadista negroafricana con suficiente capacidad política para contrarrestar posibles presiones que se tantean cerca del Departamento de Estado contra la dictadura guineana.

Los observadores describen a Johnson-Sirleaf como una personalidad apoyada por importantes sectores afro-americanos y de las iglesias protestantes norteamericanas con resortes de influencia en el Departamento de Estado y en la Casa Blanca, que tanto han hecho para limpiar su pasado colaboracionista con las dictaduras liberianas, librarla del corredor de las represalias políticas y finalmente empinarla a la presidencia liberiana con un “perfecto” fraude electoral que supo aguantar el vencedor natural de los comicios de 2005, el astro del fútbol africano George Weah.

Los lobby de Obiang que se mueven con gratificaciones por encima de 130.000 dólares mensuales ven en ella como la embajadora de turno para el lavado de imagen de una dictadura al que parece que todos apoyan, pero que nadie está interesado en seguir aupando, salvando la vieja metrópoli. El viaje de Johnson Sirleaf a Guinea Ecuatorial, en contra de lo manifestado en el “Comunicado Conjunto”, fue el principio de esa campaña a la que está obligada llevar a cabo la flamante presidenta cerca de la administración norteamericana, con una gratificación de 27 millones de dólares, según se supo de fuentes muy solventes próximos a los círculos diplomáticos occidentales en Malabo.

Todo parece indicar que en el Departamento de Estado norteamericano han llegado los “panfletos” lanzados por la oposición guineana del Exilio hacía meses, advirtiendo del peligro que corre el pequeño Kuwait africano y de las consecuencias si se celebran los próximos comicios legislativas y presidenciales de 2008 y 2009 en ausencia de una real apertura del proceso democrático: liberación de presos políticos, amnistía de los exiliados políticos, entre otros.

El primero de junio, cuando la Secretaria del Departamento de Estado, Condoleezza Rice visitó Madrid, hubo de encontrarse en las puertas de la embajada de su país con más de medio centenar de negritos gritando “Stop EEUU de América, no más petróleo por dictadura en Guinea Ecuatorial” y “Bush acabe con la dictadura de Obiang”.

El 12 de junio, la presidenta liberiana llegaba a Guinea Ecuatorial en un viaje que muchos observadores califican de “precipitado”, mientras crecen más que rumores que el tirano Obiang le ha pagado 27.000.000 de dólares para que mueva sus círculos de Washington y Nueva York en apoyo a su régimen, sobre todo, ante los comicios previstos a finales de esta década. Se trataría del mismo círculo de observadores que auparon el fraude de Johnson Sileaf en 2005, cuando timó la victoria a George Weah, ante la mirada cómplice de los observadores internacionales.

El tirano guineano quiere de esa forma tener bajo control los principales frentes que podría tener en futuro no lejano, cuando organice su enésimo plebiscito. La Unión Europea no parece preocuparle tanto como Estados Unidos. Con el apoyo ya más que garantizado del Gobierno socialista español con tal de que los comicios contribuyan a ceder más cuotas de poder a sus socios de Convergencia para la Democracia Social (CPDS) [de los dos escaños otorgados en la presente legislatura pueden alcanzar poco más de una docena en 2008], el camino está más que despejado para que los observadores de la Unión Europea, liderados por España, no malgasten tinta sobre el papel para denunciar irregularidades y tachar de fraudulentos a los comicios, anticipados ya como transparentes luego de los compromisos y pactos ‘recónditos’ suscritos con la dictadura en este sentido. En vano, no ha sido la primera visita preliminar de los parlamentarios españoles, que “han constado avances en el respeto de los derechos humanos y la democratización”, aun cuando el país continúa desangrando en una crisis sociopolítica peor que hace diez años, como denuncia la plataforma del exilio Demócratas por el Cambio (DECAM).

De la Unión Africana, ni se habla, en un continente en que el país del tirano se ha convertido en la tercera potencia de la producción del crudo y donde estadistas con ciertos comportamientos democráticos en sus países como Tabho Mbeki de Sudáfrica y Abdoulaye Wade de Senegal, son los principales epígonos de una dictadura que les proporciona extras en sus cuentas secretas.

Empero, no parece que hasta la fecha Unión Europea y Estados Unidos hayan puesto de acuerdo sobre la forma y el modo de avalar el próximo plebiscito guineano. Durante su visita a España, parece que Condoleezza Rice habló de ello con la administración Española, que se limitó a coronar la oposición domesticada del interior [CPDS y la facción satelizada de APGE], mientras tachó de ‘terroristas’ a los presos políticos y de ‘rebeldes’ a la oposición del exilio. Una opinión que, sin embargo, contrasta con los “panfletos” que, remitidos por la oposición del exilio, han caído como arte de magia en el Departamento de Estado, que trata de actuar en consecuencia, ante las constantes advertencias de una imprevisible explosión social en el país centroafricano, en un momento en que Estados Unidos no está preparado, al menos moralmente, para más estratagemas, con lo que ya tiene en Oriente Próximo y en Afganistán.

No obstante, no parece que Ellen Johnson Sirleaf haya hecho en vano con los 27.000.000 de dólares de Teodoro Obiang. De todas formas, Estados Unidos verá entre ‘petróleo por dictadura’ o ‘petróleo por debacle nacional’, aun cuando la comunidad internacional y los países democráticos occidentales creen que “las dictaduras y las guerras son más rentables que la democracia o la paz en los países negroafricanos”.


EXTRACTOS DE LA BIOGRAFÍA DE ELLEN JOHNSON SIRLEAF
En 1972 retornó a Liberia y sin solución de continuidad fue reclutada para el Gobierno por el entonces presidente, William Tolbert, un autócrata represivo y venal a manos llenas tras una fachada de afabilidad que el año anterior había sucedido a Tubman, fallecido al cabo de 27 años de ejercicio despótico y patriarcal, en la férula del partido y el Estado. Tolbert la nombró secretaria de Estado de Finanzas con la misión de ayudar a vivificar el erario crónicamente anémico de un país sumido en el atraso y la miseria, que confiaba sus ingresos en las exportaciones de productos naturales y en los fletes marítimos bajo el famoso pabellón de conveniencia liberiano, pero no duró mucho en el cargo: en 1973, confrontada con el despilfarro de los gastos públicos y personales del presidente, que no contento con usar a su albedrío los magros recursos del Estado se dedicaba a traficar con oro, pasaportes y vehículos de lujo, dio portazo al Ejecutivo.

Cuatro años después, Tolbert, acuciado por los apuros contables, volvió a reclamarla para el mismo puesto gubernamental. Ella aceptó, siendo como era entonces una miembro de la clase dirigente del TWP, ajena a las actitudes oposicionistas. En 1979 se convirtió en titular del Ministerio en un momento de gran malestar social por el marasmo económico y la cerrazón del régimen en todos los aspectos. En abril de 1979, Johnson-Sirleaf fue corresponsable de la decisión del Gobierno de subir el precio del arroz, medida temeraria que provocó violentos disturbios saldados en decenas de muertos.

La dictadura centenaria del TWP fue destruida en un abrir y cerrar de ojos el 12 de abril de 1980, en el sangriento golpe de Estado perpetrado por un grupo de soldados krahn, una de las etnias del interior selvático tradicionalmente sometidas por los américo-liberianos de la costa, cuyo cabecilla era un sargento mayor semianalfabeto de 28 años, Samuel Doe. El Consejo de Redención Popular presidido por Doe forzó un drástico cambio de tornas con sabor a revolución social y a revancha tribal.

Tolbert cayó asesinado dentro del palacio presidencial en el primer momento del golpe, y en los días siguientes, trece ministros y altos funcionarios del Gobierno derrocado fueron fusilados, para regocijo popular, en las playas de Monrovia. La vida de Johnson-Sirleaf en estos días de procesos sensacionalistas y ejecuciones sumarias pudo pender de un hilo, y es posible que sólo su condición de mujer le salvara de lo peor. El 14 de abril fue arrestada junto con otros 19 dignatarios acusada de corrupción, aunque no llegó a ser enjuiciada. Al cabo de un tiempo en prisión, fue puesta en libertad y no tuvo impedimentos para abandonar el país e iniciar un primer período de exilio. Su primer servicio profesional en el extranjero fue como funcionaria del Banco Mundial, se supone que en Washington.

En 1984 se encontraba en Nairobi, Kenya, trabajando en el sector privado como vicepresidenta de la Oficina Regional para África del Citibank, cuando le llegó la noticia de la decisión de Doe de disolver la junta militar y de levantar las proscripciones que pesaban sobre los partidos políticos. Al punto regresó al país y se unió a un grupo de hombres de negocios, activistas políticos y figuras prominentes de la sociedad civil para la puesta en marcha del Partido de Acción de Liberia (LAP), una formación liberal que se propuso disputar el poder en las urnas al partido fundado por Doe y los militares, el Democrático Nacional de Liberia (NDLP). Asimismo, asumió la presidencia del Liberian Bank for Development and Investment (LBDI).

El LAP fue uno de los pocos partidos opositores autorizados a competir con el NDLP en las elecciones generales del 15 de octubre de 1985. Johnson-Sirleaf presentó su candidatura a senadora, pero el 31 de julio, antes de arrancar la campaña electoral, fue sometida a arresto domiciliario por haber tachado de ”inversión improductiva” el programa de obras públicas de Doe, y de ”idiotas” a los miembros del Gobierno, en un discurso pronunciado días atrás en Filadelfia, durante un encuentro de la Unión de Asociaciones Liberianas de las Américas (ULAA).

En agosto, la ejecutiva bancaria fue llevada ante una corte marcial bajo la acusación de haber puesto en peligro ”la paz y la estabilidad del país”, y el mes siguiente el tribunal la declaró culpable y la condenó a diez años de cárcel. Sin embargo, antes de terminar septiembre, Doe, amenazado por el Gobierno estadounidense con el corte de la ayuda económica si no amnistiaba a los prisioneros del LAP, decretó su inmediata puesta en libertad.

En las elecciones que debían asentar la democracia en Liberia, el nuevo oficialismo copado sectariamente por los krahn se impuso de manera fraudulenta al LAP y a su candidato presidencial, Jackson Doe (sin parentesco con el dictador). Johnson-Sirleaf fue uno de los candidatos a senadores del LAP que obtuvo el escaño, frente a los 21 adjudicados al NDLP (en la Cámara de Representantes de 64 miembros, el principal partido de la oposición ganó, o la autoridad electoral decidió que ganara, 8 representantes), pero ella misma se encargó de anunciar que ningún candidato electo del partido iba a tomar posesión de su escaño porque los comicios habían sido cualquier cosa menos limpios.

Las represalias de Doe, y ya era la tercera vez, no se hicieron esperar. A finales de noviembre, Johnson-Sirleaf, Jackson Doe y otros dos responsables del LAP fueron detenidos por su presunta conexión con una intentona golpista que el 12 de ese mes había sido ahogada en sangre por fuerzas leales al presidente. A la política se la acusó de ser uno de los cerebros financieros de la conspiración, que, supuestamente, habría orquestado con la plana mayor del LAP y liberianos exiliados en Estados Unidos. A finales de enero de 1986 Johnson-Sirleaf y Doe fueron formalmente acusados de alta traición y su juicio dio comienzo el 5 de febrero.

El 2 de abril el jurado la halló culpable, pero en junio acudió a su rescate la misma providencia que la había auxiliado hacía menos de un año: la presión directa de Estados Unidos, donde los liberianos de la diáspora y los lobbies afroamericanos y religiosos de las iglesias protestantes (ella era metodista) movieron sus resortes de influencia sobre el Departamento de Estado y la Casa Blanca. Nada más recobrar la libertad, Johnson-Sirleaf retomó el activismo político y, pese a que se exponía a terminar en la cárcel al menor desafío, se puso a encabezar manifestaciones y a pronunciar discursos de protesta.

El 8 de septiembre de 1986 saltó la noticia de que la ex ministra había huido del país en dirección a Estados Unidos, a bordo de una avioneta y haciendo la primera escala en algún país africano occidental. Días después reapareció en Nueva York, donde explicó que había decidido escapar tras ser amenazada de muerte por un alto cargo del régimen de Doe y tras sufrir su residencia en Monrovia un asalto intimidatorio.

Johnson-Sirleaf comunicó que estaba dispuesta a apoyar la ambición de Taylor de convertirse en presidente provisional de Liberia, pero a condición de que formara un gobierno de unidad nacional y convocara elecciones generales. Sin embargo, Taylor, debido a la salvaje indisciplina de sus huestes, a la defección del grupo de Prince Johnson y, sobre todo, a la potencia militar del Ecomog, fracasó en su pretensión de hacerse con el control de Monrovia, viéndose obligado a volver grupas y a instalar su baluarte en la ciudad norteña de Gbarnga, desde donde pasó a dominar la mayor parte del territorio nacional. Este ostensible alineamiento de la exiliada con el temible señor de la guerra fue un paso en falso que posteriormente, en la siguiente etapa de su carrera política, iba a echársele en cara con frecuencia.







Fuente: FOCOS | CONFIDENCIALES

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