EL MUNDO
1 Mayo 1995.-
Gobiernan los socialistas
COMPRA DEL SILENCIO DE LA FAMILIA DEL ESPAÑOL ASESINADO EN GUINEA EN 1985.
Según el Ministerio, el dinero lo puso Malabo.
Exteriores pagó por su silencio a la familia del español muerto en Guinea
Hace 10 años, el «sigilo» costó ocho millones
ANA ROMERO
MADRID.-El Ministerio de Asuntos Exteriores compró el silencio de la familia del armador español Antonio Martínez Liste, cuya muerte en Guinea hace diez años aún no ha sido esclarecida.
Martínez Liste falleció en extrañas circunstancias en el aeropuerto de Malabo el 2 de febrero de 1985. El sumario 13/85 fue sobreseído por la Audiencia Nacional en mayo de 1985. Pero en diciembre de ese mismo año, la viuda y los tres hijos mayores del armador firmaron una declaración escrita ante notario en la que renunciaron «a todas las acciones que en derecho pudieran corresponderles» frente a las Administraciones de España y de Guinea Ecuatorial.
Asimismo, y «por su honor», se comprometieron a «guardar el más absoluto sigilo sobre el hecho de haber recibido la compensación arriba referida y sobre su importe». A cambio, la viuda recibió 8.300.000 pesetas por medio de una transferencia a una cuenta en la sede principal del Banco Exterior de España en Madrid.
Esta semana Exteriores confirmó a este periódico lo sucedido. No obstante, matizó que fueron las autoridades ecuatoguineanas las que pusieron el dinero para «indemnizar» a los familiares. El Ministerio se limitó a realizar una «labor de intermediación» de la que, además, «no queda constancia documental alguna».
«Tuvimos que intermediar porque los guineanos no estaban dispuestos a reconocer que tenían culpa», señaló un portavoz oficial. «Lograr que los guineanos dieran la indemnización fue objeto de una complicada negociación».
El diplomático recordó que «no es bueno que se rompa el compromiso existente», pues «las cosas se torcieron y hubo que llegar a un acuerdo reservado».
Esa mañana del 2 de febrero de 1985, Rafael Pastor, director general de Asuntos Consulares, recibió en el Palacio de Santa Cruz el telegrama número 44 enviado por el embajador Antonio Núñez García-Saúco desde Malabo. El telegrama informó del fallecimiento en la pista del aeropuerto del industrial leonés Martínez Liste, de 44 años, armador del «Bat», atracado en el puerto de Malabo.
INFORME FORENSE.- «Permaneció al pie de la escalerilla del avión más de tres horas sin que las autoridades guineanas permitieran su traslado a un centro médico», señaló el telegrama.
España protestó oficialmente. Núñez estuvo dos meses en Madrid. Pero el informe forense y la versión de las autoridades ecuatoguineanas pudieron más que las quejas de la familia. Los forenses se decantaron por el «choque de la cabeza con todo el peso del cuerpo contra una superficie resistente». Esto es, que Martínez Liste se tiró del jeep.
La diplomacia española dio carpetazo al asunto. En poco menos de dos semanas, desapareció de los periódicos, engullido además por el «caso Palazón» de evasión de capitales. Hasta hoy, nada más.
Los protagonistas oficiales de esta historia tienen muy mala memoria. Tanto los del equipo de Fernando Morán, ministro hasta el verano de 1985, como los de Francisco Fernández Ordónez, que lo sustituyó en la segunda mitad. Unos y otros conservan sólo un «vago recuerdo» de una de las muchas veces en la que los guineanos «andaban dando la lata».
Otros se mostraron sorprendidos al conocer la forma en que se resolvió el problema. Ese fue el caso de Fernando Schwartz, ex director general de la Oficina de Información Diplomática (OID) y hoy alto ejecutivo de una empresa de la comunicación. «Recuerdo vagamente que un pobre señor murió desangrado bajo un avión», señaló Schwartz. «Pero no me creo en absoluto lo de la declaración ante notario. No hay un Gobierno capaz de hacer una cosa así».
Luis Yáñez, entonces secretario de Estado para la Cooperación y hoy diputado del PSOE, dejó bien claro que era Fernández Ordóñez el que despachaba directamente con Felipe González. El, nunca.
«Me acuerdo perfectamente del caso», declaró Yáñez, al tiempo que agregó que su departamento «no llevaba ese tema» y que éste dependía de una «dirección general política».
La familia sí recuerda bien. Hablan de dos encuentros con Morán. El primero para recibir las condolencias. El segundo para «cantarle las cuarenta» al ministro. Fue en esa segunda reunión, cuando la familia afirma que amenazó a Morán con «hacer una segunda autopsia e ir a hablar con la prensa». Morán, insisten, se comprometió a «llegar hasta el final». El ex ministro, actual eurodiputado del PSOE, forma parte del grupo de los amnésicos.
En otoño tuvieron un tercer encuentro con Ordóñez. Algunos de los protagonistas no dudan en apuntar hacia el fallecido como la persona que tomó la decisión de pagar.
UN EPISODIO MAS.- Fernando Riquelme, actual embajador de España en Polonia, se hizo cargo de la cooperación española con Guinea en septiembre de 1985. Riquelme se tuvo que encargar de «resolver» el problema de esta persistente familia, que seguía amenazando con hablar a la prensa.
«Yo no fui con nadie a la notaría», señaló Riquelme, un tanto exasperado por las preguntas. El diplomático se escudó en su condición de «funcionario público» para mantener la «reserva».
«El tema no se inició conmigo», señaló Riquelme, quien agregó que fue la familia la que acudió con el documento en mano. El abogado, J.L. N.-C., que pidió no ser identificado, señaló que la burda declaración redactada por él fue la única fórmula que encontró para llegar a un acuerdo. En Exteriores no quisieron ni siquiera quedarse con una copia. «Fue un episodio como tantos que ha habido con Guinea», concluyó Riquelme.
No así para la familia. Ni el tiempo ni el dinero les ayuda a encontrar la paz de espíritu. Dos de los hijos, Antonio y Rafael, que eran adolescentes cuando su padre murió, dicen que aún lo tienen «clavado en el corazón». Han crecido torturados por dos interrogantes. ¿Fue su padre asesinado por la policía ecuatoguineana? ¿Por qué los socios de su padre pudieron seguir adelante con los negocios, quedarse con el barco, y a ellos no les quedó nada?
«Fue perfecto para todos. Para Guinea, para Exteriores, para los socios. Para todos menos para mi padre», aspostilla Antonio.
La tripulación de Iberia expresó su «indignación» ante el juez
Los pantalones y los zapatos del herido estaban totalmente limpios a pesar de haberse tirado de un coche
Parecía un muñeco de trapo ensangrentado. Así lo recuerda un miembro de la tripulación de Iberia.
El empresario leonés llegó a la pista de despegue poco después de las nueve de la mañana. Lo transportaron en una silla de ruedas un grupo de ecuatoguineanos. Cuando el comandante del avión, José Ruiz de Apodaca, se negó a que lo embarcaran porque pensó que el hombre iba a morir en cualquier momento, los ecuatoguineanos lo ataron a la silla para que el cuerpo, vencido hacia un lado, no cayera al suelo.
Martínez Liste tenía sangre en la cabeza y en la cara. Dentro de la boca, semiabierta, también se apreciaban coágulos sanguinolentos. Respiraba con dificultad.
De cintura para arriba, su camisa abierta dejaba ver hematomas y manchas de sangre. Por el contrario, los pantalones, de color azul marino, y los zapatos, negros, estaban inmaculados.
Desde las nueve de la mañana y hasta la una menos cuarto cuando dejó de existir, sólo recibió el auxilio que, «por razones humanitarias», le prestó la horrorizada tripulación del vuelo 961 de Iberia que hacía la ruta Madrid-Lagos-Malabo.
Ya en Madrid, cuando testificaron ante el juez, los tripulantes de Iberia quisieron dejar constancia de su «total indignación».
Daniel Gracia, el sobrecargo, le limpió las heridas de la boca con agua mineral, le suministró oxígeno y Coramina, el único fármaco a bordo.
Una de las azafatas, Rosario Cagiga, resaltó que era «verdaderamente lamentable ver a un hombre en aquellas condiciones atado a una silla puesto en la pista a pleno sol». Cagiga dejó constancia del «mal ambiente existente entre la tripulación por la falta de asistencia a un moribundo» y por la «inhibición absoluta tanto desde el punto de vista médico como a nivel humano».
Según la versión española, a pesar del grave estado en que se encontraba Martínez Liste, el entonces ministro del Interior ecuatoguineano, Isidoro Eyi, presente en el aeropuerto, impidió que fuera trasladado a un hospital. Según la ecuatoguineana, nadie solicitó su ingreso en un centro hospitalario.
Todos los miembros de la tripulación prestaron particular atención a ese detalle que hoy sigue torturando a la familia de Martínez Liste. ¿Por qué tenía el pantalón y los zapatos totalmente limpios si acababa de tirarse de un jeep?
Uno de los auxiliares de cargo, Rufino Reques, insistió en destacar que «sin ser técnico de la medicina», los golpes que apreció en el herido eran «secos». Para Reques, resultó muy «extraño» que «de la caída de un vehículo no hubiera sufrido ni rasguños ni magulladuras».
La misma sospecha expresó otro auxiliar de vuelo, Francisco Martín Arroyo. A éste también le sorprendió que «las heridas hubieran sido producidas en una caída del vehículo en marcha pues según dijo el conductor el vehículo circulaba a 20 kilómetros por hora». Otra azafata, Amparo Marín Pérez, declaró que el conductor del vehículo, una persona de color, subió al avión para anunciar que Martínez Liste se había tirado él mismo. Según Marín, un compañero tomó una foto al policía ecuatoguineano. A continuación, el policía le quitó la máquina y veló el carrete.
Fuente: El mundo 1 de mayo 1995