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Editorial

CATEQUESIS DOMINICAL


publicado por: jesus Rafael Eyama Achama el 18/10/2008 16:48:57 CET

29º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
EL CÉSAR Y DIOS
RELACIONES AUTORIDAD CIVIL Y LA IGLESIA

IDEAS PRINCIPALES DE LAS LECTURAS DE ESTE DOMINGO
- 1ª Lectura: Isaías 45, 1. 4-6: El rey de los persas, Ciro, es un personaje providencial para Israel. Con su decreto del año 538 a.C. concede a los israelitas volver a su patria después del duro destierro. El profeta Isaías ve en Ciro un “mesías” de Dios que ayuda a su pueblo. Pero, a la vez, ve en él al verdadero Mesías.
- 2ª Lectura: Tesalonicenses 1, 1-5: Comienza la carta de san Pablo a los tesalonicenses. El Apóstol se centra en la venida definitiva del Reino. Cuando vuelva el Señor triunfa definitivamente, pero mientras tanto se debe intensificar la fe, esperanza y caridad para dar prueba de fortaleza en las dificultades.
- Evangelio: Mateo 22, 15-21: Cuando Jesús predicaba, Israel estaba bajo el dominio de Roma y debía pagar los correspondientes impuestos. Algunos se conformaban con esta situación dramática, otros, por el contrario, se rebelaban contra ella. Es una ocasión propicia para que los enemigos de Jesús le preguntaran si deben o no pagar el tributo.

1. Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En la catequesis de este domingo vigésimo noveno del Tiempo Ordinario, vamos a bordar un tema tan antiguo como actual: las relaciones Estado-Iglesia. Jesús mismo quiso definir estas relaciones con la siguiente frase: “Dad, pues, al César lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios”. Es una frase muy conocida en la Biblia. Y se utiliza mucho en la vida cotidiana para decir simplemente que cada uno lo suyo, pero en boca de Jesús tiene una significado más concreto.
Conviene recordar que el tema de los impuestos que imponía Roma a los pueblos dominados estaba a la base de esta cuestión. El impuesto al césar recordaba a los judíos que eran un pueblo dominado por los paganos, por Roma. Y esto era una ofensa o humillación al pueblo de Dios, los judíos. Los saduceos (conformistas-colaboracionistas de Roma) no tenían escrúpulos e inconvenientes en pagar y someterse a un poder maligno que los privilegiaba, los fariseos lo hacían con hipocresía y de mala gana, quizá por temer perder su status quo y los zelotes (los rebeldes) se negaban en absoluto a pagarlo. La pregunta, pues, ponía a Jesús entre los saduceos y los zelotes, entre el césar y el pueblo, entre Dios y el poder temporal.

2. A CADA UNO LO SUYO. Aunque Jesús no dice expresamente qué es del césar y qué es de Dios, parece claro que no todo es del césar ni todo es de Dios. En este sentido Jesús pone coto a cualquier absolutismo y recorta la autoridad del Estado. Pero también critica cualquier clericalismo que pretenda mezclarse en las decisiones temporales.
Resulta muy difícil hacer el inventario en cada momento. Jesucristo nos da sólo un principio. La realidad concreta es muy compleja y las situaciones socio-históricas tan cambiantes que exigen con frecuencia valoraciones muy distintas entre sí. Es la conciencia del cristiano la que en cada lugar, situación y momento debe intentar acertar.

3. LA PARTE DEL CÉSAR. Al césar hay que darle lo que es del césar, pero no más. Respeto, obediencia, ayuda materia y espiritual para que pueda cumplir su misión de servicio a la comunidad humana. Pero no olvidemos que siempre la tentación del césar será pedir más, porque tiene mil formas para hacerlo y sabe perfectamente que controlar el terreno de Dios, la conciencia humana, siempre le será rentable a sus intereses. La historia, maestra de la vida, nos da muchas lecciones de errores por ambas partes. Desde el emperador Constantino (S. IV) que hizo bautizar a todo su imperio al grito de “Con este signo hemos vencido”, a líderes espirituales (sacerdotes y obispos) ocupando parcelas de poder en las cortes de las políticas de las naciones, no tanto tiempo y con consecuencias siempre lamentables para todos. Conciertos y alianzas con los poderes de este mundo no son para la gloria de Dios, cualquiera que sea la intención declarada. Cuando la Iglesia se configura como poder mundano siempre hay alguien y algo que queda fuera: Cristo y su Evangelio.

4. LA PARTE DE DIOS. También la Iglesia tuvo siempre la tentación –y muchas veces cayó en ella- de utilizar al césar, sobre todo como recaudador de medios materiales al servicio de Dios y de su misión entre los hombres. Es el camino más fácil para cobrar y desde ese momento comienza la estafa. Los caminos de Dios no son los caminos del césar. Éste actúa con su fuerza para lograr un sometimiento externo de los súbditos. Jesús, no. Él se dirige al corazón de la persona para que cambie y se convierta desde su libertad y no recurre a ninguna estrategia para forzarla. Tampoco la Iglesia debe recurrir a ninguna estrategia que coarte. Y ese “no debe” hace alusión a los hechos de la historia; en muchos momentos la Iglesia ha recurrido a esas estrategias y sigue recurriendo en algunos lugares. Son los pecados de la Iglesia criticados varias veces y por los que el Papa Juan Pablo II pidió perdón. Pero no es ésa la Iglesia que Jesús quiso.
César convertido en Dios, hace reír y es peligrosísimo (totalitarismo). Y Dios convertido en césar es un espectáculo repugnante y blasfemo (teocracia) La aproximación en exclusiva de Dios ha servido de grito a inquisidores y cruzados de todos los tiempos y lugares. Y está sirviendo cuando, en nombre de Cristo Rey, se comenten desmanes de todo tipo. Estos pecados nos pesan en las espaldas. Espada y cruz nunca debieron estar juntas. “Pedro, guarda la espada en tu vaina, que quien a hierro mata a hierro muere” (Jesús) La tentación del poder la tuvo Jesús en el desierto y la ha tenido la Iglesia a lo largo de su dilatada historia, siempre con consecuencias lamentables, cuando ha caído en ella. Y suelen ser las generaciones futuras las que las sufren.
La Iglesia no tiene que buscar la conversión del Estado ni el Estado obstaculizar la acción de la Iglesia. La Iglesia propone el mensaje para que libremente lo acepte o lo rechace el hombre. Es el ciudadano cristiano el que tiene que cambiar, con su acción, las estructuras injustas del Estado.

5. LA MUTUA COLABORACIÓN. Una vez dejado claro el principio de absoluta separación y entonando el “yo pecador”, al menos, por parte de la Iglesia, por las veces que se ha metido en inquisiciones y cruzada de cosas temporales, hay que dar un paso más: separación no significa enfrentamiento ni olvido, sino colaboración mutua. La Iglesia debe colaborar con la autoridad civil y ésta con la Iglesia. Colaboración porque los ciudadanos, a quienes servimos en dos órdenes distintos, son los mismos. Y todo lo que hagamos por ellos, desde uno u otro ámbito, estará haciendo más real el que los hombres vivan con dignidad que les corresponde como los hijos de Dios.

6. LO QUE HAY QUE RECORDAR TODA ESTA SEMANA:
El poder civil y la Iglesia deben ser siempre distintos y no mezclarse. Sólo se deben relacionar para colaborar en beneficio de los ciudadanos en obras de servicio común.









Fuente: Jesús Rafael

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Véase también la declaración sobre el uso de seudónimos

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