Barack Obama

Aunque en este momento el Hacedor me reclamara abandonar este mundo, ya he tocado el cielo tras haber contemplado la convención del partido demócrata el 28 de agosto en Denver, donde salió nominado oficialmente Barack Obama como candidato para las próximas elecciones presidenciales norteamericanas.

La sociedad norteamericana ha estado en los últimos años bajo la dirección de un grupo de personas que han hecho de la mentira la base de su acción política. La acción exterior sin consenso con los aliados y la persecución despiadada a sospechosos de pertenecer al llamado Eje del Mal, ha sido la tónica, nada edificante, de este período oscuro que vivimos todavía y cuyas secuelas sufrimos al embarcar en los aeropuertos, donde todos somos sospechosos mientras no se demuestre lo contrario.

Esta etapa oscura conocerá su fin si al final es elegido como presidente el candidato demócrata Barack Obama. Y no sólo veremos al fin el fin de un periodo ignominioso en lo que toca a los derechos humanos en las zonas de influencia de los Estados Unidos de América, sino que, muy posiblemente, asistiremos a una etapa de esplendor, de paz y de consenso a escala planetaria, liderados muy probablemente por el gigante americano, a cuyos mandos estará el hijo de un africano negro, hijo también de una norteamericana de raza blanca.

Esta creencia mía en una etapa gloriosa de los Estados Unidos que nos afectará a todos, se basa en las señales centellantes que el proceso de nombramiento del candidato Obama nos ha estado enviando al mundo y a la propia sociedad norteamericana.

En el interior de norteamérica, la sola nominación del candidato Obama es un símbolo multiforme de cohesión de su sociedad, una sociedad multiétnica que con el tiempo se ha ido configurando como una de las más tolerantes y racionales políticamente, a pesar de una historia lastrada por el oscurantismo de la segregación racial y los magnicidios. Negros, blancos y asiáticos parecen haberse unido para ofrecer una esperanza de un cambio muy anhelado, después del oscuro decenio largo de George Bush. En lo político, norteamérica nos muestra un ejemplo de libertad política, muy lejos de las disciplinas anquilosantes de los partidos políticos europeos, donde por ejemplo los senadores del partido republicano tienen libertad total para oponerse a las iniciativas del presidente norteamericano republicano, como ocurre por ejemplo con el nombramiento de un embajador.

Obama nació en Haway, un territorio asiático de los Estados Unidos, de madre blanca norteamericana y de padre negro africano. Tenemos así tres detalles que inspiran un ideal de síntesis o mezcla positiva, que no solo no repugna a la sociedad norteamericana, sino que aviva su ideal de nación integradora de hombres y mujeres procedentes de los cinco continentes, capaces de llegar a lo más alto de su sociedad sin importar su origen, raza o creencia. Nunca hubo mejor ejemplo, como en esta ocasión, de que Estados Unidos era la nación abierta y libre que siempre se dijo que era.

El delirio de esta mezcla cargada de potencialidad, es el nombre del candidato: Barack, un nombre de origen árabe, símbolo que colma también en lo antropológico, añadiendo procedencias culturales del Medio Oriente sobre una persona que va a simbolizar el mayor poder de este planeta en los próximos cinco años. El nombre puede pacificar internamente a la sociedad atrayendo a los norteamericanos de origen árabe y evitando una fractura peligrosa derivada del odio militante engendrado por las doctrinas fascistas del decenio negro de Bush. Los pueblos de Oriente Medio azuzados por el integrismo reaccionario, podrán sentirse menos zozobrados cuando sean visitados por un Jefe de Estado americano de tez morena que se llame como el vecino. Obama podrá ser el único presidente norteamericano capaz de soslayar o minimizar el islamismo militante que amenaza la paz mundial -confrontado con el otro integrismo, el que predican los fascistas occidentales-

Cuando Obama visite a los países africanos, muchos de los cuales producen el petróleo que tanto necesitan los Estados Unidos, los africanos le verán como el hijo pródigo que triunfó a donde fue y que se muestra más receptivo para llegar a acuerdos que beneficien a ambos continentes. Ningún africano verá a Obama como un americano, sino como uno de los suyos. Y este detalle es importante porque la visión que se tiene en Africa de los negros norteamericanos no está exenta de acritud: algunos afroamericanos hacen responsables de la esclavitud erróneamente a los mismos africanos y algunos se consideran que nada tienen que ver con los africanos, salvo un pasado muy lejano que quisieran olvidar.

El padre de Obama es africano y no es descendiente de esclavos, su aproximación a las razas que pueblan norteamericana es bastante neutral porque nada guarda en su subconsciente contra ninguna raza. No lleva el estigma -si es que todavía existe- de la esclavitud. Su madre es blanca y él ha crecido entre blancos, a los que ve como unos más. Obama no es negro como dicen los periódicos occidentales. Obama ES BLANCO y ES NEGRO, tanto en su fenotipo como en su genotipo. Si llega a la presidencia, será el primer presidente Negro y Blanco de los Estados Unidos de América.

Cualquiera de los 75 mil asistentes en el Invesco Field de Deenver (Colorado) aquel 28 de agosto de este año 2008, pudo capturar las energías positivas de aquel acto no solo grandilocuente como son las convenciones, sino al mismo tiempo tan integrador. Allí lloraron de emoción negros y blancos, pero especialmente los negros, que culminan así su travesía del desierto hacia la tierra prometida que es Norteamerica. Martin Luther King, el Moisés de los hijos de Africa hacia la tierra de promisión, quedó allá en ese desierto de la larga travesía, segada su vida por un cananeo fascista. Hoy, su pueblo ha visto al fin la tierra prometida y la tierra prometida les ha visto al fin. Ahora sienten todos ellos que son tan norteamericanos como los demás. Y este sentimiento contagiará seguramente a otras minorías como los asiáticos y los centroeuropeos.

Tras el ejemplo de Obama, la primera generación nacida en suelo norteamericano se siente también plenamente estadounidense. Y en eso Estados Unidos le ha ganado la batalla de la integración a Europa, el viejo continente lastrado por la Edad Media con su “ius sanguinis” (derecho de nacionalidad por la nacionalidad de los padres), donde la integración social es todavía una asignatura pendiente difícil de aprobar. La posibilidad de que uno pueda llegar a ser presidente (plenitud de derechos civiles) sin que el padre haya sido de ese país, llena de esperanza a muchos jóvenes norteamericanos que habiendo nacido en America y siendo su padre de origen extranjero, están dispuestos a labrarse con energía un futuro esplendoroso.

Obama Gavilán, muchos guineanos ven en él a un hijo de la tribu por su nombre, a pesar de que dicen que su padre procedía de Kenya, donde el apellido Obama apenas existe, al contrario que en Guinea donde el apellido y nombre Obama sobrepasa con certeza el 0.5% de la población. Por eso muchos creen que Obama tiene raices fang, sea del Congo, Gabón, Camerún, Guinea o Centroáfrica. O será que en Kenya hay fangs, miembros de la columna que siguió hacia el sur en su emigración, mientras otros, nuestros antepasados, caminaron hacia el oeste, la tierra de los muertos, donde el sol moría sobre un gran río.

Este año 2008 puede ser el más grande si mañana, 4 de noviembre, es elegido presidente el Aguila Obama. Ese día todos seremos americanos y todos seremos blancos y todos seremos negros.


Celestino-Nvo Okenve Ndo
Nvo e´ Zang Okenve Mituy
Universidad Politécnica de Madrid

3 de noviembre 2008

Fuente: propia

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