Obama, Narmer o Menès de los Estados Unidos

TRIBUNA

QUISIERA contestar a escala universal a una pregunta cuya respuesta he dado a distintos oyentes de ciertos auditorios. Recuerdo que, tras mi segundo viaje a Canarias, donde pronuncié sendas conferencias sobre «Síntesis y recorrido histórico por la filosofía africana» y «Panafricanismo, ayer, hoy y manaña», el 8 y el 11 de junio de 2007, en el Gabinete Literario, de las Palmas, se alzó la voz del R.P. Ambrosio Sebastián Abeso-Ndjeng, párroco de Arguineguín, arcipreste del sector sur y doctorando en Teología Africana, en la universidad de la localidad, quien me reclamó dar una explicación al fenómeno Obama. Del mismo modo, en una conversación anterior al inicio de otra ponencia en homenaje a Thomas Sankara, en Madrid, el 2 de febrero de 2008, don Teodoro Bondjale, enfermero y sociólogo, residente también en aquella isla, me pidió una aclaración precisa en torno a Obama. En la misma línea, en el debate posterior a mi ponencia sobre «La cuestión étnica en África», del 22 de mayo de 2008, en el Colegio de Periodistas, de Barcelona, con motivo de la celebración del Día de África, Manuel Ndong, un estudiante de Filología hispánica, insistió en que explicara el caso Obama.
Tras su discurso como candidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, el 28 de agosto de 2008, ante una multitud que recordaba a la que arropaba a Martín Luther King, el 28 de agosto de 1963, en el gran parque washingtoniano delante de la estatua de Abraham Lincoln, profetizando la realización de su «sueño» revolucionario que fundiría el negro y el blanco americanos en el abrazo de una convivencia en igualdad de condiciones, Filomena Mangué Keyta, estudiante de la Escuela de Turismo de Reus, Tarragona, me envió un e-mail planteándome la misma cuestión. Con fecha del 24 de septiembre del año en curso, Soco Mbuy, Secretaria de Sos-África, de Barcelona, me remitió otro e-mail en el mismo tono.

Mi respuesta a esos interlocutores ha sido siempre ésta: que Obama, fruto de la simbiosis perfecta entre un negro africano y una blanca americana, como habría dicho L. Sédar Senghor en uno de sus poemas o en El diálogo de las culturas, es por vía paterna un fang keniata. Para esclarecer un poco ese origen de nuestro personaje, es necesario viajar desde los Estados Unidos de América hasta el continente africano y retomar las líneas generales de la actual invetigación histórica, para recordar que África no sólo ha sido cuna de la humanidad, sino también cuna de los sistemas filosóficos, políticos y religios.

Desde la zona conocida hoy como la de los Grandes Lagos, donde habitó el primer hombre, salieron las primeras emigraciones en las que los Negros africanos, siguiento los dos brazos del río Nilo, el Blanco y el Azul, y su confluencia, llegaron a Kemit, «país negro», donde fundaron los primeros grandes imperios de la humanidad: el imperio antiguo (-500 -2000), el imperio medio (-2000 -1580) y el nuevo imperio (-1580 -1100). A esa tierra llegaron los griegos en plena decadencia, en el siglo IX a. C., y se dieron cuenta rápidamente de que sus habitantes eran Aithiopes, eran Negros, por eso la llamaron Aithiopía, País de Negros. Este fue la cuna del saber universal que frecuentaron, desde Homero y Hesíodo, todos los filósofos, literatos, sabios, políticos del mundo helénico. En el transcurso del tiempo, por medio de una transformación onomatopéyica del término khi-khu-Phtah, el templo del dios Phtah cuyas paredes estaban cubiertas por representaciones de ovejas, entre otros animales, Aithiopía se convirtió en Aíguptos, Egipto. Si tenemos en cuenta que el término aguto(n) en lengua yoruba, una de las culturas extensas que habita actualmente Nigeria, significa oveja, es evidente que los mismos Athiopes, los Negros, designaban a dicho templo con el nombre de los «animales representados» y que «la emigración de los Yorubas es posterior al contacto que tuvo Egipto con los gregos.»

Sólo habría que recordar que todos los imperios egipcios fueron gobernados por más de 31 dinastías de faraones negros. El primero de ellos fue Narmer o Menès que, por pimera vez, logró unificar el Alto y el Bajo Egipto, y del que, de acuerdo con los rasgos característicos de los restos arqueológicos de su busto, se puede afirmar que pertenecía a la cultura de los Hutus. Lo mismo que Seti I, su hijo Ramsés II y su descendencia pertenecían a los Tutsis, Chéops, de la cuarta dinastía y constructor de la gran pirámide de su nombre, «que recuerda al típico camerunés actual», su figura se identifica con la de un jefe Beti, Fang, etc. El largo declive del nuevo y último imperio egipcio, junto con las conquistas de otros pueblos, tales como los Persas, los Macedonios con Alejandro Magno, provocaron otras oleadas migratorias en las que los Negros Africanos abandonaron definitivamente Egipto y retrocedieron a las distintas zonas en que los encontramos hoy.

Los Ekang, como los llamaría el egiptólogo gabonés Grégoire Biyogo, antiguos Fang, fueron los últimos en emprender ese viaje de regreso. A la altura del sur del actual Sudán se separaron en dos grupos: uno cruzó el Nilo Blanco y se instaló en Kenia, donde pudo encuadrarse entre las minorías y unirse a los Luos o tomar esa denominación diferente, como se observará en otros países. A ese grupo pertenecen los descendientes paternos de Obama, un típico nombre fang que significa «gavilán». El otro grupo de esa etnia se dirigió al oeste y, tras atravesar la República Centroafricana, continúo su camino lleno de obstáculos por el margen derecho del río Sanaga, que se hacía más caudaloso a medida que avanzaba. Al franquear sus aguas, unos se instalan en las regiones de Nanga Eboko y de Ongola (Yaundé), otros cruzan el Nyong y pueblan Evuzok, Minlaaba, Mbalmayo... Estos constituirían el subgrupo Beti. Mientras los Bulu se quedan en Ebolowa, los subgrupos Ntumu y Oka siguen el hilo de su andadura imparable en tres frentes: el primero en dirección al oeste, aterriza en Kribi, el segundo, al sur, llega a Ambam y se extiende a la Guinea Ecuatorial y, el tercero, al sur-este, se esparce en distintas áreas del Gabón y del Congo. El hecho de que aparezcan nombres o apellidos fang en Nigeria pertmite contemplar una hipótesis, que confirmaría que una porción indeterminada de sus componentes se haya establecido en ese país colosal. De ahí que el autor de estas líneas, habiendo nacido en Guinea Ecuatorial y habiendo impartido docencia en la universidad de Accra, Ghana, fuera a simple vista considerado como un nigeriano por algunos ghaneses.

De la misma manera que Narmer o Menès fue el primer faraón negro de Egipto, Obama es el primer presidente negro de los Estados Unidos de América. ¡Enhorabuena al nuevo presidente y mejores deseos de que su proyecto de cambio se convierta en realidad y de que encuentre un método nuevo para afrontar la situación antagónica del mundo actual!

http://www.diariodeleon.es/se_opinion/noticia.jsp?CAT=108&TEXTO=7347748

Eugenio Nkogo
Opinión
Diario de León
27 de noviembre de 2008


Fuente: Diario de León 27-11-1008

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