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Editorial

GUINEA ECUATORIAL: CAOS Y CANSANCIO - ¡Un legado de Macías Nguema!


publicado por: La Díaspora Boletín informativo para la communidad ecuatoguineano en el extranjero el 09/04/2002 23:08:57 CET

GUINEA ECUATORIAL: CAOS Y CANSANCIO

¡Un legado de Macías Nguema!



Por PARRARAYO EDJODJOMO .

La República de Guinea Ecuatorial, colonia española hasta 1968, cumplió en octubre pasado 33 años como Estado soberano e independiente. Y después de 1991 está involucrado en un sistema de transición democrática pluralista, que sólo de ‘democracia plural’ tiene en los papeles. Pero la magnitud de la crisis política, económica y social en que se halla inmerso este pequeño país centroafricano, de apenas 500.000 habitantes, ha llegado a un extremo insoportable para la población, que hasta los sectores más guardianes del régimen comienzan ya a expresar su descontento y malestar.


Como pruebas más recientes, el presidente del parlamento, Salomón Nguema Owono, durante la apertura de la última sesión de 2001 descartó el habitual discurso de “paz” y “sosiego” del dictador general Teodoro Obiang Nguema, al manifestar que “no se puede hablar de paz cuando la población vive en la miseria, o cuando los más fuertes están haciendo con toda la riqueza del país y pisoteando los derechos de los más débiles”. En una reunión de la comisión parlamentaria de “quejas y peticiones” que preside, fue más allá y dijo: “Hitler tampoco trató así a los judíos en los campos de concentración”, en clara alusión a las arbitrariedades que el régimen y sus poderes fácticos han sometido a la población desde 1979, año en que Obiang derrocó a su tío, el también dictador Francisco Macías Nguema. También el gobernador de la provincia del Litoral (segunda más importante), Santiago Bibang Ntutumu (cuñado de Obiang), declaró ante la misma comisión parlamentaria - al ser cuestionado sobre los excesos de poder y abusos de derechos humanos que comete en Bata- que en “Guinea Ecuatorial nadie respeta la ley”. A ello, hay que sumar la radicalización de su primogénito Teodorín, quien en los dos últimos años mantiene críticas más virulentas contra el Gobierno de su padre, acusándolo de corrupto, incapaz de atender las necesidades más elementales de la población.


Estas y otras constantes críticas, como los informes de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, Reporteros Sin Fronteras, Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, las críticas de la oposición democrática guineana y de la sociedad en su conjunto, demuestran la profundidad de la corrosión del pueblo guineoecuatoriano, que a diario está obligado a mirar cómo desvanecen lentamente sus aspiraciones y ambiciones de alcanzar un Estado moderno, dinámico y pluralista, donde reine el bienestar y vence la justicia. El mismo dictador reconoce esta situación, y desde hace más de tres años sostiene una retórica contradictoria: a veces auto-elogia la gestión llevada a cabo desde 1979 y otras veces admite claramente, sin ambages, que todos los programas concebidos desde aquel año siempre han sido fracasados. “Aquí hay miseria, pero no la pobreza”, admite.

En un discurso balance en el año 2000 ante la Cámara de los Representantes del Pueblo, Obiang manifestó: “la política diseñada desde 1979 no ha tenido ningún resultado definitivo para la problemática del desarrollo. El programa de la construcción y edificación de la nación –anunciado tras derrocar a Macías- resulta cada vez más difícil de alcanzar, por la obstinación de algunas mentes de aquellos que están llamados a seguir un comportamiento ético como principales actores de nuestro desarrollo, cuestionando a veces el papel vigilante del Estado y su capacidad de obrar en beneficio del desarrollo”... “Nuestra inquietud principal a este respecto es que a pesar de que hemos trabajado insistentemente en la producción de normas y en la elaboración de varias estrategias para el desarrollo del país con el fin de lograr la mejoría del desarrollo, los resultados cosechados son cada vez más mínimos: la reforma de la función pública para que la administración actúe con criterios de eficacia y rentabilidad no ha conocido ningún progreso desde 1979. La gestión económica no ha logrado reactivar las principales fuentes tradicionales de la economía nacional, ni capacitar al pueblo para una autosuficiencia económica. La administración de justicia no ha podido garantizar los diferentes intereses individuales y colectivos; por el contrario se ha perdido el respeto y confianza de los administrados y la sociedad civil es ausente y desconoce la implicación directa en el proceso de desarrollo nacional”...


Desde la independencia, los regímenes nguemistas siempre han estado en el punto de mira de la observación crítica de las organizaciones que promueven y defienden los derechos humanos. Los exilios siempre han sido masivos. La emigración a Europa y a los países limítrofes como Gabón o Camerún, demuestran la pobreza y desconfianza, que existe no sólo entre los pobres y la gente corriente, sino entre los hijos, familiares y esposas de la clase dirigente. La poca población que permanece en el interior no ha conocido ningún sólo día de libertad. Claro, después de 33 años, ningún solo guineano se atreve hoy a imaginar que algún día la historia exigirá responsabilidad a los que secuestraron sus derechos durante décadas. La banalización de las estructuras políticas y administrativas, la violación sistemática de los derechos humanos, la impunidad y el caos generalizado, han acuñado principios de obediencia ciega a todos los niveles, incluido en las relaciones de cooperación internacional; una comunidad internacional que ambiciona por una Guinea más peor que el Zaire de Mobutu.


Todo el mundo sabe esto. Sin embargo, la explotación del petróleo, minerales y la madera, han supuesto auténtico espaldarazo a las arbitrariedades de Teodoro Obiang. El régimen, que en otrora recibía condenas diarias por los donantes de fondos, ha logrado chantajear a gobiernos enteros y organizaciones multilaterales como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La misión del PNUD consiste en impulsar - en los países subdesarrollados- proyectos de desarrollo productivo, formación de recursos humanos, y provisión de las tecnologías necesarias para la expansión del comercio, la industria y la comunicación. Netamente, se recomienda que éste organismo ayude a los países en desarrollo a hacer un mejor uso de sus recursos humanos y naturales, mejorar los niveles de vida y expandir la productividad, actuando de catalizador para la atracción de inversiones de capital necesarias.


Sin embargo, desde 1997, en que el Gobierno propuso en la Comisión de Derechos Humanos que la agencia de Malabo no volviese a ser dirigido por ciudadanos occidentales, sino africanos, ésta se ha convertido en un claro mercado de lavado de dinero, que rima al son de los intereses del Gobierno de Malabo. No se ha materializado ningún solo programa desde aquel año, aunque para escaparse de las críticas y distraer a la opinión pública, intenta negociar la ejecución de un programa de gobernabilidad que ha nacido muerto. En Guinea Ecuatorial, las actividades del PNUD se han reducido únicamente a la financiación de viajes a foros internacionales de personalidades del Gobierno y en la organización de seminarios “fantasmas” con el único objetivo de hacerse con los fondos concertados para la materialización de programas de desarrollo y de apoyo al sector civil. Con la complicidad de su anterior representante (1997-2000), la ex primera ministra de Burundi, Silvie Kinigy (existen sospechas de que participó en el genocidio de 1994), el PNUD está envuelto en un caos sin precedentes, orquestado por el Gobierno y los funcionarios nativos. Una misión enviada a principios de 2000 por la sede de Nueva York para zanjar dicha situación terminó en un rotundo fracaso, y desde entonces la ONU se hace de oídos sordos, mientras el caos se aumenta como crecen las espumas del mar. La oficina ya es una simple emblema que dice representar a la ONU en el país, y nada se espera del nuevo representante, el mauritano Bacar Abdouroihamane, porque la maquinaria corruptiva ya está en marcha, consolidada.


No menos daño está haciendo el FNUAP (Fondo de las Naciones Unidas para las Actividades de la Población). En Guinea Ecuatorial, ésta agencia del Sistema de las Naciones Unidas, que dirige un “activo” militante del partido gobernante, es un claro instrumento de propaganda demagógica del régimen de Teodoro Obiang. Sus actividades sólo se limitan a la organización y financiación de seminarios locales, jornadas mundiales de población y en otros ridículos proyectos: promoción de la mujer, planificación familiar y salud reproductiva; información, educación y comunicación a la población. En la actualidad, está coorganizando el tercer censo de población y vivienda, el cual, desde un principio presenta múltiples imperfecciones de viabilidad: falta de planificación, reclutamiento de censores carentes de la más mínima formación en materia de recopilación de datos (que ante la falta de seriedad, retribución y otras irregularidades, han optado por abandonar sus servicios). Y es más, la idea del Gobierno es que se multiplique el número de habitantes, ante las amenazas de algunos donantes de suprimir la ayuda al desarrollo, porque el país ya se ha integrado en la lista de las naciones con ingresos medios. El censo, en el que el Gobierno y el FNUAP han invertido más de 800 millones de francos CFA (más de 200 millones de pesetas), se ha ejecutando con la reticencia de varios demógrafos nacionales. El Instituto subregional de Estadísticas y Economía Aplicada, con sede en la vecina república camerunesa, ha rechazado dicho censo por considerarlo de farsa, carente de previsiones y organización.


En definitiva, las agencias del Sistema de las Naciones Unidas representadas en nuestro país: PNUD, FNUAP, FAO y UNICEF, no sólo se han en convertido en instituciones progubernamentales en muchos ámbitos, sino que hoy en día están propiciando una corrupción a mayor escala, que tiene como norte justificar el desvío de fondos con la realización de minúsculos e insignificantes programas, mientras los planes de desarrollo concertados oficialmente están en el mismo proceso de crisis y de quiebra. Esta creciente inoperancia de los organismos internacionales es uno de los tantos ingredientes que han aumentado y reforzado el poder dictatorial del régimen de Malabo.


Países occidentales antes alérgicos a la violación de los derechos humanos en Guinea y las organizaciones como la Unión Europea, se han visto obligados a inclinar la balanza por intereses puramente económicos. Desde el interior, Obiang ha logrado acallar a la oposición, confiando puestos de responsabilidad gubernamental a los partidos de dudosa representación nacional e incitando conflictos bicéfalos en los principales partidos, como la Unión Popular (UP), en una clara táctica de “divide y vencerás”. La Convergencia para la Democracia Social (CPDS), que apuntaba hacia un verdadero cambio de rumbo político, se ha visto debilitado en los últimos años, debido a la indulgencia de la Comunidad Internacional en apoyar los resultados de las sucesivas farsas elecciones que han tenido lugar desde la adopción del ‘pluralismo político’ en 1991.


Obiang, considerado actualmente como uno de los dirigentes más ricos del mundo, ha multiplicado su fortaleza durante los últimos ocho años a partir de las explotaciones del oro negro, de la debilidad mostrada por la oposición, así como de la política de ‘avestruz’ y de ‘doble moral’ que lleva a cabo los donantes y la comunidad internacional, que están mirando únicamente en los pozos de petróleo, en un país en que la violación de las libertades más elementales ha llegado a límites asquerosos: los hospitales se han convertido en auténticos centros de muerte, las escuelas en hogares de deformación física y psíquica, la administración pública en un río revuelto. El país continúa sin suministro regular de la energía eléctrica, carece de agua potable, viviendas sociales, mercados públicos, infraestructuras básicas. Las calles de las principales ciudades, Malabo y Bata, se han convertido en fuentes de transmisión de las enfermedades como el paludismo, la malaria, ya que huelen a ratas podridas.


Guinea Ecuatorial, país negroafricano con más elevado nivel de vida antes de 1968, exhibe hoy en día, en todas sus formas y manifestaciones, condiciones inhumanas propias del periodo pre- revolución industrial, con la ausencia de libertades y un índice de corrupción inimaginable. A pesar de los más de 2000 dólares alcanzado en renta per cápita, con un PNB en continuo crecimiento, si quiera el 3 por ciento llega a la población, cuyo nivel de vida es más bajo del que tenía hace diez años. El 85 por ciento vive en la más abyecta miseria, mientras un 70 por ciento de la renta nacional está depositado en los bancos internacionales e incluso a cuenta privada. La explotación del petróleo ha destrozado la tradición del pueblo, porque en vez de incidir en la mejora del nivel de vida, está ridiculizando los valores democráticos, socio-culturales y económicos. La prostitución, las enfermedades de transmisión sexual y el SIDA, y otras endémicas se han disparado a niveles inimaginables durante los últimos cinco años, como consecuencia de la pobreza, falta de atención sanitaria y nula voluntad política. Las recientes estadísticas demuestran que dos de cada diez personas que mueren ahora en Guinea padecen de SIDA.


La presión política y el terrorismo de Estado como principal lenguaje del régimen de Teodoro, ha obligado a la mitad de la población a exiliarse y ha conducido a la pérdida de numerosas personas, de potenciales líderes y pensadores, como ocurrió con Eugenio Abesó Mondú, Carmelo Owono Andeme (Cona) y Gregorio Elá Micha Obono (Endang), en la década de los 80; Pedro Motú y Martín Puye en la década de los 90, por citar algunos ejemplos.


El sistema pluripartidista iniciado en 1991 no ha servido de nada para poner fin a los abusos de las violaciones de los derechos humanos, la corrupción, la impunidad o la miseria generalizada desde 1972, año en que Macías inició la cruenta dictadura, que su sobrino Obiang ha sabido mantener y reforzar, con la colocación en puestos de alta responsabilidad a gente de peor canalla, principalmente familiares y amigos, no tanto para recompensarlos sino para ridiculizar los valores de la sociedad. A pesar de que prometió devolver el poder a los civiles en 1979, Obiang lo único que ha hecho es conservar las antiguas botas de su tío e idear una generación de ‘sin vergüenzas’ que concibe el Estado como un patrimonio familiar, aunque dicen que hacen lo que hacen en nombre de la ley.


La dictadura de Teodoro está fuera de cualquier control. Golpea donde y cuando quiere, en abierta violación de su propia Constitución y de las leyes y convenios internacionales que ha ratificado. Aquí, los colaboradores del régimen y sus allegados ejercen la delincuencia, el terrorismo, los asesinatos y la corrupción, porque así lo recomienda las altas instancias de la dirección política. La represión desatada por el ejército contra los bubis del Movimiento de la Autodeterminación de la Isla de Bioko (MAIB) después de la insurrección del 21 de 1998, fue recomendada por el mismo Obiang, en su calidad de Jefe de Estado y Comandante en Jefe del ejército.


Después de 33 años como Estado soberano e independiente, y ante el creciente interés demostrado por la comunidad internacional durante los últimos seis años, de consolidar un régimen dictatorial y tirano, a cambio de participar en la explotación del petróleo y otros recursos, puede afirmar que Guinea Ecuatorial camina a la deriva, entre el cansancio de sus hijos, la activa contribución de los mercaderes de la muerte y de depredadores de sus riquezas.


Ante esta situación tan escalofriante, surge la necesidad de proponer un debate público más amplio a escala internacional sobre el futuro de nuestro país, ya que la crisis surgida desde la independencia, nos ha demostrado que carecen estructuras e instrumentos internos que pueden enfrentarla. La caótica situación en que se encuentra Guinea Ecuatorial, ante un régimen que está actuando como suicida, con una dictadura sin ley, debe significar la ideación de nuevos métodos de lucha, antes de que el futuro más inmediato se transforme en otra dictadura más cruel que la actual. Urge la necesidad de entablar una diplomacia preventiva, para evitar posibles horrores como ha ocurrido en otros países africanos, ante los ojos perplejos de la comunidad internacional. Y es más, desde hace tiempo se habla de que el dictador tiene cáncer de próstata, lo cual ha desencadenado rumores de sucesión presidencial antidemocrática, a estilo de Corea del Norte o República Democrática del Congo. Estos rumores, que cada vez se acrecientan, demuestran la profundidad en la que se puede hundir Guinea, como consecuencia de una posible desaparición del dictador.


Las segundas elecciones presidenciales ‘pluralista’ se celebrarán dentro de casi un año y medio, y un obiang cada vez más insaciado ha sido proclamado como candidato para el gobernante Partido Democrático de Guinea Ecuatorial durante el congreso de junio pasado. Pero, ni hasta los más miopes pueden creer que mientras esté en su sillón ningún sólo político puede ganarle democráticamente, aun cuando así lo manifestaran las urnas.


El futuro de Guinea se ve amenazado por el caos y la desesperación, porque la seguridad fantasma creada por su presidente mediante la subyugación y el terrorismo de Estado, no hace pensar en una futura prosperidad cuando se produzca la sucesión presidencial por los motivos que fuesen, excepto democráticos, ya que su primo Agustín Ndong Oná (ministro de Defensa de facto e Inspector de las Fuerzas Armadas de Río Muni) y su primogénito Teodorín, están al tanto de cualquier percance para emprender pugnas, al margen de la constitución y, por ende, por vía de las armas.


Sin embargo, mientras así se presenta el verdadero panorama, el régimen continúa recibiendo cada vez más apoyo de países como Estados Unidos, Francia, para institucionalizar un sistema que termine en la herencia de Obiang, por las vías que fuesen. La posición siempre debilitada de las formaciones políticas ha alcanzado tales proporciones que tanto ellas mismas como la población rezan por una solución salomónica, que quizás solo tendrá lugar en el día del juicio final del Apocalipsis evangélico. Pero, como sabemos cómo este país está ahora, no podemos consentir ni esperar a que Dios lo cambie. Tenemos que hacer lo que esté en nuestras manos, y nuestra única posibilidad es apelar a la comunidad internacional a que se adhiere a la razón, reorientado su política hacia Guinea conforme a los mecanismos de la ‘seguridad humana’ global.


La comunidad internacional deberá, entonces, reflexionar a cerca de la inexistente categoría humana y política que ha venido demostrando el régimen guineano, antes de que nuestro futuro se construya sobre la ruina de enfrentamientos. Desde ahora, debe incidir para que las próximas confrontaciones presidenciales transcurran conforme a unas reglas de juego democráticas previamente establecidas. Pues, éstas elecciones representan una de las muy pocas oportunidades que le quedan al pueblo guineano para evitar el ir de desastre en desastre y de lágrimas en lágrimas.


El egoísmo justificable de la comunidad internacional, esa estructura de la sociedad creada tras la segunda guerra mundial ya es obsoleta y debe ser actualizada, censurando los límites entre la política interior y la política internacional, porque las organizaciones internacionales, donantes y potencias occidentales, no pueden mirar a otro lado en un país (excesivamente rico en recursos minerales de suelo y subsuelo) que comete graves violaciones de los derechos humanos. Si el desafío de hoy en día consiste en arbitrar los medios para satisfacer las necesidades básicas de la sociedad y el respeto de los derechos humanos, no podemos seguir admitiendo el egoísmo de algunas potencias que ven a Guinea Ecuatorial únicamente como zona de influencia económica.

Como sabemos y así la historia nos lo ha enseñado, el neocolonialismo difícilmente suele prevenir conflictos que se pronostican de cara al futuro. Desde ahora los guineanos empezamos a sentir que lo que arruinará nuestros recursos y la riqueza natural que Dios nos ha dado es una larga guerra civil. Cuando esta se estalle, nuestro hermoso país volverá a la edad de piedra en todos los aspectos.



Fuente: LD/PARRARAYO EDJODJOMO

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El contenido de los artículos publicados no refleja necesariamente la opinión de la redacción de guinea-ecuatorial.net
Véase también la declaración sobre el uso de seudónimos

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