Humberto Riochí, portavoz del MAIB
10 de febrero de 2010
Edmundo Bosió Dioco nace en Rebola. Inicia estudios primarios en este pueblo para graduarse posteriormente como maestro de enseñanza primaria. En sus años de juventud es destinado a Río Muni para ejercer como enseñante en distintas localidades, donde se graduará también en el magisterio de ser uno de los primeros bubis en conocer la idiosincrasia del pueblo fang. Controla a la perfección la lengua, los giros, los refranes,… en suma, la cultura fang entera.
Bosió era, además, agricultor. Tras su regreso a la isla dedicaría gran parte de su tiempo a competir con los terratenientes españoles explotando las plantaciones cacaotales de su familia, a las que iría uniendo otras en régimen de arrendamiento. A principios de los años sesenta, esta faceta de su vida estaba consolidada y Edmundo es un referente universal en todo Fernando Poo. La conversión de los Territorios Españoles del Golfo de Guinea en Provincias españolas, propician su nombramiento como Procurador en Cortes por Fernando Poo con plaza en Madrid.
Con la llegada de la ola independentista, Bosió crea la Unión Bubi como grupo de defensa de los derechos de su pueblo en juego. Sobre el terreno está ya una nebulosa de grupos políticos representando las tesis fang. La idea cardinal de todos los que le acompañan en aquella formación, pivotaría en torno a la defensa de una independencia de Fernando Poo, separada de la parte continental. Los motivos, que no eran pocos, tuvieron su epicentro en el breve, pero intenso ensayo de la fase autonómica, en la que los delegados fang por Rio Muni, nombrados para agenciar un Gobierno paritario, se dedicaron a incumplir sistemáticamente las reglas de juego y todas las leyes, para convertirse en representantes del “bon vivace” llevando a cabo desfalcos abracadabrantes de los caudales públicos. (Aquellas prácticas siguen vigentes hasta la fecha y están desangrando hoy a todo el país).
Tras la felonía llevada a cabo por España contra Fernando Poo en la Conferencia Constitucional, el pueblo bubi, como acto de protesta, cerraba filas en torno al liderazgo de un hombre, votando por unanimidad en contra de aquella Constitución otorgada y nada garantista. Pero la suerte estaba echada. El líder bubi tenía que empezar a digerir la nueva situación que se le presentaba, con una independencia contraria a los intereses de su pueblo.
Bosió era el empresario nativo más encumbrado de toda Guinea Ecuatorial. Hombre austero, serio, con una vida espartana, silencios calculados y negociador nato. Con estas y otras cualidades intentaría darle la vuelta al revés español. En su búsqueda incansable de espacios de libertad para su pueblo, sacaría de su recamara otro cartucho, utilizando aquella reñida segunda vuelta de las únicas elecciones democráticas habidas en Guinea Ecuatorial para firmar transacciones y acuerdos con Macías. Sobre el tapete pondría el canje de los sufragios de su pueblo por una nueva oportunidad. La clave de bóveda de los acuerdos estaba en, como mal menor, completar las competencias autonómicas del bodrio que España había legado a Guinea Ecuatorial como Ley de leyes; o en su defecto, decretar sin traumas la separación de Fernando Poo de la parte continental si no se cumplían las expectativas bubis bajo el nuevo gobierno de Macías, después de los tres primeros años de vida en común. Bosió movía sus fichas desde la creencia de que Macías aceptaría los acuerdos porque la idea de anexionar los territorios fang de Camerún y Gabón, planteados por los patriarcas de su pueblo, injustamente parcelado, seguían vigentes y sus ecos todavía flotaban en el ambiente.
En contra de las tesis interesadamente apócrifas que hacen algunos escribanos del sistema sobre la historia de Guinea Ecuatorial, Bosió nunca tuvo necesidad de negociar ningún puesto en el primer Gobierno de Guinea Ecuatorial, como lo hiciera Atanasio Ndong Miyone. Su sillón quedaba garantizado desde artículo 14 de aquella primera Constitución que prescribía que: “El Vicepresidente será un Ministro nombrado por el Presidente entre los naturales de provincia distinta de aquella de la él proceda”. Así las cosas, con cualquiera de los tres candidatos fang, Edmundo hubiera sido el segundo en discordia. Aun es más, la constitucionalizacion de aquellos equilibrios iba más allá de posibles convenciones fang-bubis habida cuenta de que estamos invocando la única Ley guineana sancionada con un referéndum en libertad. El trascrito artículo, zanja asimismo, el debate de los nombramientos de bubis u annoboneses (cosa que nunca ha ocurrido con estos últimos) como Vicepresidentes de cualquier Gobierno guineano, sin afirmar en ninguna parte que el monopolio de la Jefatura del Estado tenga que ser fang.
Bosió vivió en primera persona los incumplimientos de Macías y la conversión de los acuerdos firmados en papel mojado. Pese a aquella cosecha de contrariedades y varapalos, siguió incólume, buscando siempre nuevas alternativas para el bienestar de un pueblo que había depositado en él su confianza. Sus mejores armas eran el verbo y la negociación que utilizaría con una maestría total.
Ante la tozuda realidad de los hechos consumados, -Guinea Ecuatorial es un sujeto con reconocimiento internacional- pergeñaría otra nueva estrategia: buscar alianzas entre los fang con similitudes, para, entre todos, levantar un país que, al poco de nacer, se embarrancaba por las decisiones de un megalómano. Uno de los hombres de pro que se cruzo en su camino en aquella nueva singladura fue el sosegado y ecuánime Jesús Alfonso Oyono Alogo. Ambos, Bosio y Oyono, buscaron y encontraron los antídotos del virus del etnicismo; predicaron y potenciaron las bondades de las diferencia; acortaron las distancias entre comunidades, utilizando para levantar la empresa de la concordia sus recursos propios. Sus quinielas consistieron en ver quién podía hacer más por el pueblo del otro. Mundos diametralmente opuestos como Ebebiyin y Rebola, o lo que es lo mismo, Aconangui-Real Rebola, quedaban hermanados convirtiendo las rivalidades políticas en pulsos futbolísticos y deportivos. Cuando aquel invento llegaba a clímax, con rebolanos en Ebebiyín sintiéndose como en su casa y viceversa, el proyecto quedaría amputado: Obiang, en nombre de Macías se cepillaba a Oyono Alogo.
Después de los acontecimientos del 5 de marzo de 1969, como el caso de Oyono Alogo, Bosió se convirtió en testigo mudo e impotente de los paseos de sus coetáneos y grandes amigos por los corredores de la muerte acondicionados en Black Beach y Rio Muni. Guinea Ecuatorial se quedaba sin hombres de talla, sin hombres con sentido de Estado, sin interlocutores capacitados. En el lugar de los asesinados se erigían, hasta la fecha, la estulticia y la estupidez. Nuestro personaje sobrevivió pocos años mas por tener a la discreción y el silencio como aliados; aunque la razón más potente fuera la de personificar la “gallina de los huevos de oro” ante los socavones deficitarios del Estado, poniendo su fortuna personal para paliar los desastres y desencuentros habidos entre Macías y Franco.
El 9 de febrero de 1975, en plena ebullición revolucionaria, los bubis sufrían uno de los mayores apagones emotivos de aquellos años. Los hechos ocurrían en el domicilio de Bosió en Malabo. El hombre de hierro, el paradigma de la laboriosidad, el negociador incansable y defensor fue asesinado. Hasta la fecha quedan flecos no esclarecidos de aquella muerte anunciada por el propio finado. “Creo que será mejor que muera un hombre, a que todo un pueblo tenga que sufrir”, decía en los días anteriores a su ejecución.
Lo que no deja lugar a la elucubración es que, en ausencia de Macías, Obiang, con mando en plaza en Bioko, y algunos que hoy se reputan opositores y ”demócratas” (en el exilio), estelarizaron todas las secuencias de aquel magnicidio. Mataron al hombre, pero sus ideas perviven.
Fuente: bosila