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Editorial

CATEQUESIS DOMINICAL


publicado por: jesus Rafael Eyama Achama el 13/03/2010 18:19:37 CET

IV DOMINGO DE CUARESMA. Ciclo C.
UNA PATRIA, UNA CASA Y UNA PERSONALIDAD

IDEAS PRINCIPALES DE LAS LECTURAS DE ESTE DOMINGO
- 1ª Lectura: Josué 5,9ª.10-12: Se concluye el éxodo y el pueblo de Dios entra en la tierra prometida. Se inicia una nueva etapa de la historia para Israel. Se cumple así la promesa que Dios hixo a Abraham de concederle una tierra. Al día siguiente de su entrada, Israel celebra su primera Pascua y comienza un nuevo estilo de vida.
- 2ª Lectura: II Cor. 517-21: Dios nos ha reconciliado por Cristo y nos ha dispuesto a perdonar a los demás y nos ha convertido en hacedores de paz entre los hombres. Somos la nueva humanidad de redimidos y perdonados.
- Evangelio: Lucas 15,1-3.11-32: Este evangelio forma parte de las tres parábolas cuyo tema central es la búsqueda y el hallazgo del que estaba perdido. Jesús quiere justificar su comportamiento con los publicanos y pecadores. Frente a los que se consideran justos y se indignaban por la acogida que Jesús dispensaba a los pecadores, Jesús les habla de la alegría de Dios al encontrar lo que estaba perdido y los invita a que cambien de actitud. Jesús es el buen pastor que ha venido a buscar lo que estaba perdido.
• Queridos hermanos y hermanas en Cristo: En medio de las llamadas a la austeridad, a la penitencia, a la conversión que se nos hacen en Cuaresma de modo apremiante, hoy se nos ofrece la invitación a la confianza, a la alegría y a la esperanza porque Dios es Padre dispuesto siempre al perdón.
• Hoy se proclama una de las parábolas más entrañables y conocidas: la del “hijo pródigo”. Pero los biblistas modernos sugieren llamarla “parábola del Padre Bueno”, porque Jesús nos manifiesta la gran bondad y el gran amor de Dios nuestro Padre frente a las infidelidades que nosotros cometemos.
• Jesús, ante el escándalo de muchos porque se acercaba y trataba con los llamados “pecadores”, nos ofrece: el retrato de Dios (padre), el de los pecadores (hijo menor) y el de los justos (hijo mayor). Al reflexionar sobre esta parábola, se aconseja que cada uno mire su propia vida, a ver si se identifica con los dos hijos.
• La gran enseñanza del hijo pródigo, hijo menor, el que se marchó de casa, (que representa hoy a los que están lejos de la Iglesia y la vida religiosa) es su retorno, verdadera catequesis de lo que es el dinamismo penitencial, la conversión auténtica, lo que llamamos confesión, que tiene los pasos siguientes:
o Darse cuenta de que hemos derrochado nuestra fortuna y vivimos perdidamente;
o Recapacitar y soñar la abundancia de la casa paterna;
o Examinarse para saber lo que hay que manifestar acusándose pecador;
o Ponerse en camino, cumplir la penitencia previa de desandar nuestros malos pasos;
o Y confesarse diciendo: “Padre, he pecado…”
Solamente cuando ha acabado todo el proceso de la reconciliación nos podemos vestir de fiesta, cubrir nuestra desnudez y pasar al banquete del amor.
• ¿Y qué decir del hijo mayor, del que se quedó en casa con su padre? Los que han visto el retrato de esta escena evangélica en el cuadro de Rembrandt, a este hijo mayor se le ve de perfil con las cejas fruncidas, un gesto de disgusto en la boca, las manos contraídas con rabia, expresando su desaprobación y escándalo por el perdón y amor del padre. Hay que recordar que este hijo mayor, el fiel, el observador de las normas del padre, el justo representa hoy a los hombres de Iglesia. Pero ¿es así nuestra reacción con los hermanos alejados y pecadores? Si es así, seguimos preguntando:
• ¿Por qué los cristianos “practicantes” no somos capaces de aceptar y comprender que Dios Padre tiene siempre sus brazos abiertos en un gesto inmenso de perdón? ¿Por qué no entendemos que en la casa del Padre hay sitio para todos, un puesto privilegiado para el hijo que vuelve arrepentido? ¿No será que el que no tiene sitio es quien no soporta el corazón generoso y el perdón desbordante de Dios?
• A veces corremos el peligro de ser “hijos mayores” que se quedan en casa cuando vivimos en una fría honradez legalista, cuando nuestra conducta virtuosa se hace estrecha y nos separa de los otros, cuando reducimos la vida en la casa paterna a una cuestión de reglamento y de prohibiciones, cuando no salimos en busca de quien se ha ido, etc. ¿Quién está más lejos de casa? ¿el insensato que la ha abandonado, pero que la recuerda, o el que se ha quedado en ella sin amor?
• En este tiempo de Cuaresma, tanto los que encarnamos la figura del hijo menor como los que nos identificamos con hijo mayor necesitamos reconocer nuestro pecado y arrodillarnos ante el Padre bueno para recibir su abrazo de perdón y de misericordia. AMÉN.


Fuente: Jesús Rafael Edu Eyama Achama

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El contenido de los artículos publicados no refleja necesariamente la opinión de la redacción de guinea-ecuatorial.net
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