Hicimos voto, en nuestro último artículo, de hablar de la abuela Okomo; no porque estamos al dedillo de su vidorria despojada, sino más bien, por sus travesuras, impudicias, lubricidades e indecencias muy comentadas en la ciudad de Bata, sobre su manía de desfalcar los terrenos a otros. Tiene otras grandes deshonestidades, pero nos vamos a tasar de momento, a estas usurpaciones de terrenos a diestro y siniestro que, la abuelita más desfachatada del mundo, está llevando a cabo en Bata desde que su yerno asumió el poder en 1979 en la bananera república de Guinea Ecuatorial y, sobre todo, desde que el petróleo le llueve a cántaros a ella y a su familiar, en detrimento del pueblo guineano. Como lo nuestros es una monarquía absoluta, ya nos ha salido por la tangente una duquesita tarambana y zascandil.

A la veterana Okomo, le debió pujar muchas cosas por la cabeza, además de la alcaloide con una mezcla de emociones que se percató -y otras más cosas- cuando la mañana del fatídico y aciago día 3 de agosto de 1979, le comunicaron que el tétrico esposo de su libidinosa hija, Constancia Mangue Okomo conquistaba la presidencia del gobierno de Guinea Ecuatorial. Vamos, que ella iba a dejar de ser una doña o don nadie, como se diga, para convertirse en la bienaventurada de Guinea. O sea, de su pueblo de Angong Obuc a una céntrica parcela en la presidencia del gobierno, en Malabo. Paradojas de la vida, pasar de abnegada a marquesita y de Angong a Malabo, de anónima a famosa, de desdichada a atesorada; de pueblerina a engreída y presuntuosa, es sentirse como menos agraciada, pero ancha ella todo lo sublima. Esta metamorfosis de vida, es la que muchos de sus coterráneos han experimentado en esos últimos lustros; mientras que otros lugares de Guinea Ecuatorial han sido reducidos a la nada.

Quizás uno de los peores desafíos que vivió esta mujercita, fue ver cómo su presuntuoso deseo de volver a ser una jovenzuela era casi irrealizable, en contraste con la oportunidad que la vida le regalaba en un horizonte, no tan 2020, sino la que ni siquiera ella imaginaba; lo cual tiraba el flequillo en razón de protesta a la vida; de ver cómo la mejor vida le llegaba en los últimos compases de su existencia para disfrutar más y mejor del dinero del erario público que sustrae su hija su marido, nietos y nietas, sin que alguien le hiciera un aspaviento. Pero parece que esta vez Dios se ha equivoca, al permitir que esta vieja tatarabuela siga correteando caminos, haciendo vida imposible a los ciudadanos de Bata, enajenándoles tierras y bienes, sin ninguna justicia capaz de meterle mano, ni una pudorosidad capaz de remorderle la conciencia.

A la abuela okomo, se le ha subido los millones y el poder a la cabeza, y sólo porque es la suegra del monarca de Guinea Ecuatorial, ¿La veremos dentro de poco ministra de vivienda? Todo es posible en la autocracia guineana. Una convertida ya en ‘una gran empresaria’, que en su originaria vida, no fue capaz siquiera de aglutinar una docena de bananas para vender en los trueques de su Mongomo natal. En esta dictadura, las cosas salen siempre menos de donde lo esperabas y allí está la nonagenaria amargando la vida a sus coetáneos y olvidando que Dios le aguarde ya muy pocos días de su existencia; pero mientras sigue con un hálitos de vida, las tierras de los Batenses no descansarán en otras manos, sólo en la suya, la de la anciana caprichosa.

Guinea y su poderosísima dictadura no deja de sorprender. Nadie quiere pensar cómo se recordarán a la familia del actual presidente de Guinea, ¿familia ladrona?, ¿familia impúdica? ¿familia adúltera? ¿una prosapia lujuriosa? Encontrarán, ustedes más sinónimos que yo, para definir una familia donde la vieja abuela, pudiendo ejercer una autoridad moral en la familia, parece más abnegada a robar y atesorar más vicios que virtudes, hasta por encima de su nieto “Nguema el patrón”.

Con el respeto que nos merece toda señora de avanzada edad y toda persona humana, nos abstendremos de decir más cosas de las que sabemos que hace ella. No estaría de mal descentralizarse un poco y dejar de lado su fama de “mala” y que sea cuanto menos discreta y responsable. No es muy sano que se escriban de trastadas infantiles a una tatarabuela, que como mínimo debía de ser prueba de honradez y de responsabilidad, que muchas de las mujeres guineanas de su quinta hacen alarde.


Fuente: OPINION

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