UN LUGAR EN EL MUNDO

NÚRIA ESCUR

Malabo, Guinea Ecuatorial. En el Colegio de la Inmaculada los recibieron las hermanas Nati y Flora. Sabían que su visita no era turística. Fuera, amontonados, grupos de niños y adolescentes a quienes les habían explicado que unos catalanes -¨¿Quiénes son?, ¿dónde están?¨- les traían material escolar nuevo y bicicletas, el desayuno diario para 300 de ellos en comedores públicos y la formación de veinte de sus profesores. ¨Algunos de esos niños, los más pequeños -explica Enric-, no habían visto nunca ni una bicicleta ni a un blanco.¨ Él, a quien el aeropuerto le pareció una desvencijada estación de autobús, jura que volverá

Se sentaron a discutir cómo celebrarían su cuadragésimo cumpleaños. Hacía tiempo que se conocían. Ángel estudia Empresariales y trabaja de contable en una empresa holandesa de artes gráficas. Enric es el director comercial de una empresa que envía hilo de látex a Malasia. Ángel Pérez Vico y Enric Mumbardó Gandol concluyeron que lo mejor sería hacer un viaje. Pero un viaje distinto. Guinea Ecuatorial, sin infraestructuras, donde casi nadie puede realizar recorridos turísticos, la mayor parte de la población no conoce más negocio que los de la yuca y el aceite de palma, el 90% de carreteras sigue sin asfaltar y los insectos que duermen bajo el mango pueden casi mandarte al otro barrio.

Fue tanto su empeño que acabaron fundando Nous Mitjans per a la Cooperació. Su primer proyecto, bautizado Muni 2001, era ir de Barcelona a Malabo, recorrer 800 kilómetros en bicicleta y entregar a los alumnos de una escuela regentada por misioneras de Jesús y María material escolar y bicicletas.

Poco antes de que se fueran hablamos con ellos. Entonces nos explicaron que allí hay niños que para acudir a la escuela más próxima deben caminar tres horas, niños cuya mayor suerte en la vida sería escaparse del sida y la malaria. En agosto, junto a otros tres catalanes salieron de aquí con quince quilitos de equipaje cada uno y unas bicis empaquetadas para regalar.

Ahora que han vuelto a casa les parece que aquí estamos muy locos, o muy aletargados, que para ellos es lo mismo. A Enric Mumbardó, encargado de rutas e itinerarios de este grupo, se le acumulan las imágenes y las palabras. Es capaz de desgranar todas las carnicerías de Obiang y describir los bosques de madera con absoluto detalle. Y sobre todo, la situación que acababa con su paciencia: ¨De repente, a media carretera, te encuentras con un par de bidones y un tronco tumbado. Y aquello es un control policial. Entonces empiezan las preguntas de siempre -‘¿De dónde vienen?’, ‘¿Adónde van?’- mientras esperan sacarte unas monedas¨. Permisos, permisos, permisos, malditos permisos.

Comieron fatal. Eso fue lo peor. Arroz, sardinas en lata, alguna piña y cocos. Eso, para compensar un larguísismo recorrido pedaleando durante varias semanas, es francamente poco.

Han vuelto con un vídeo. Se les ve bajo un porche, en Bata, absortos en la misa cantada o regalándole un collar de cuentas a María o preguntándose por qué niñas de cuatro años llevan bebés colgando de sus caderas. O enseñando a montar en bici a niños que hablan el dialecto fang y no han visto en su vida ni a un blanco ni una tele ni uno de esos artilugios de dos ruedas. ¨Todas las filmaciones tuvieron que hacerse a escondidas.¨

Los pobladores de Malabo resumen su decálogo de deseos en dos: conseguir agua potable y enterrar la dictadura. Ignoran cosas básicas: ¨En el mismo río en que lavan la ropa se enjuagan los dientes y friegan los cacharros de la cocina. Les explicas que la malaria no es obra de un brujo, sino de un mosquito y parece que lo entienden. Pero inmediatamente te dicen: ‘Sí, pero el mosquito lo envió el brujo...’¨. Están tan fuera de juego, comenta Enric, ¨que por no tener no tienen ni prostitución¨.

Quieren ahora emprender otros proyectos y buscan patrocinadores para microcréditos y becas educacionales. Durante su estancia en Guinea Ecuatorial, Enric estuvo escribiendo un diario dedicado a su hija, que entonces apenas contaba cuatro meses de vida. ¨Cuando Laia tenga catorce años y me pida una moto la llevaré a una agencia de viajes y compraré dos billetes para cualquier lugar de África. Que vea. Seguro que se le pasa la tontería...¨ Lo peor es que está convencido de que, para entonces, África seguirá igual.


Fuente: LA VANGUARDIA - 03.52 horas - 28/04/2002

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