CARMEN FERRERAS
Con sinceridad, ¿usted cree que la suerte que corren los ecuatoguineanos interesa a alguien? Pues no. Ni siquiera a los de Amnistía Internacional que nada dicen del ¨Gulag de Africa¨ en sus informes anuales. Guinea Ecuatorial ha sido abandonada a su suerte, que podría ser mejor. Se le ha dado la espalda sistemáticamente. No ha interesado, a pesar del petróleo que engorda las cuentas corrientes que Teodoro Obiang reparte por los Bancos de medio mundo, incluido alguno que otro español.
El dinero obtenido por fuente tan enriquecedora, también sirve para que Obiang junior se lo gaste en putas en París y en coches de mucha cilindrada, de esos que pasan como una exhalación y que ni su línea te es permitido admirar debido a la velocidad de ¨crucero¨ que alcanzan. Y mientras el entorno presidencial y los afectos al régimen viven como dios, por supuesto, un dios menor, el pueblo sigue a verlas venir y, lo más tremendo, conformándose con su suerte, con su mala suerte.
Aquellos fervientes católicos que acudían a las misas oficiadas por los Padres Bernardo Blanco o Marcelino Romero Taboada, los dos zamoranos, en el Santuario de Clarct, son actualmente animistas convencidos, en espera de un santo advenimiento más propicio que si llega, bien, y si no llega, también. En Africa los pueblos están acostumbrados a no crearse necesidades. La madre naturaleza provee. Sólo la clase dirigente necesita el lujo y el confort propio de todas las clases dirigentes del mundo, aún de aquellas de soflama populachera de la que tantas muestras nos da el Caribe de habla hispana.
A pesar de esa su apariencia de no haber roto un plato cuando viaja, fundamentalmente a España, para participar en foros de pretenciosa nomenclatura, el régimen de Teodoro Obiang se diferencia muy poco de aquellos regímenes, plagados de horror y de muerte, que llevaron los nombres de sus mentores: Idi Amin Dadá y Bokassa, los dos también en Africa. En Guinea Ecuatorial no hay oposición política, el régimen la fagocita. La oposición vive en el obligado exilio español o encarcelada en Malabo, en uno de los penales, yo lo llamaría mazmorras, más inhumanos. Black Beach está considerado como el centro penitenciario más duro de Africa. Allí ha ido a parar estos días con sus huesos, uno de los principales dirigentes de la oposición en Guinea Ecuatorial. Una víctima más del régimen y del abandono internacional.
Ese hombre no es otro que Plácido Micó, secretario General de la Convergencia para la Democracia Social, una utopía, algo imposible en un país que, el 12 de octubre de 1968, creyó alcanzar la independencia y, desde entonces, primero con Francisco Macías Nguema y ahora con Teodoro Obiang. Nguema, de la misma casta, vive bajo el régimen del horror. La oposición supeditada a juicios sumarísimos, en los que la defensa es puro teatro, y los demás como ellos, condenados a morir. Unos mueren ante un pelotón, ajusticiados, desaparecidos ni siquiera en combate, que sería en justa lid y, otros, abandonados a una suerte injusta que pasa por el hambre y la enfermedad, aunque en aquel país la naturaleza provee generosamente. Y la Comunidad Internacional y sobre todo España sin reaccionar. Guinea Ecuatorial no les interesa. ¡Tremendo!
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Fuente: La Opinión de Zamora (13.05.02)