ANUEL LEGUINECHE/Periodista


ASÍ los llamó en un libro, ´Gángsteres tropicales´, el economista por Harvard Robert Klitgaard, quien residió durante dos años en Guinea Ecuatorial. Son los esbirros del presidente Teodoro Obiang. Forman su camarilla: pertenecen a la tribu fang, y proceden de la región de Mongomo, cerca de donde han matado a la cooperante de 22 años Ana Isabel Sánchez. Una versión habla de «lamentable accidente», término del que se ha servido el régimen de Obiang para justificar asesinatos. Lo que nadie va a explicar es por qué se encontraba al mando del puesto de control uno de los torturadores del régimen, condenado a varios y cortos periodos de cárcel. Siempre salía en libertad, por graves que fueran sus crímenes. Porque es un matón a sueldo. De los mejores.

Los años que siguieron al llamado ´golpe de libertad´ del cadete de Zaragoza Obiang en 1979, cuando derrocó a su tío Macías, estuvieron plagados de muertes misteriosas y no tan misteriosas, desapariciones, envenenamientos, robos y saqueos, amenazas de brujos, sacrificios rituales, males de ojo. Cuando sonaron acusaciones de violación de los derechos humanos, un ministro de Exteriores de Obiang preguntó, tan campante: «¿Quieren decirme qué tienen que ver los derechos humanos con la democracia?». De acuerdo con esa pregunta, ocurrió de todo, una pistola en la sien del embajador español Graullera, la banda que acogió a Pérez Llorca estaba borracha, violaron las valijas diplomáticas, problemas con la escolta marroquí de Obiang en la Moncloa

Una religiosa española, Carmen Samaranch Kiner, cooperante en el ramo de le enseñanza, fue asesinada. «La mataron porque sabía demasiado», tituló en septiembre de 1983 un diario español. «Veinte familias guineanas -acusó- negocian con el dinero de la ayuda española». Por hablar, el médico francés del hospital de Bata Gerard Desgranges sufrió «una parada cardiaca». Lo envenenaron. Otra vez el pillaje de los fondos de ayuda, mientras que en el hospital no había medicinas. El armador español Antonio Martínez Líster murió cuando era conducido por la Policía al aeropuerto de Malabo para ser expulsado del país. Al médico aragonés Luis Costart lo interrogaron por su amistad con un líder de la oposición; detuvieron al sacerdote Jon Vega; al maderero Antonio Núñez lo acusaron de etarra y lo encarcelaron. Y así sucesivamente.

Ana Isabel, una joven bienintencionada, seglar adscrita a las Misioneras Escolapias, murió nada más pisar Guinea. Llevaba unos cuantos sueños que acabaron en el autobús tiroteado. ¿Sabremos algún día la verdad?

Fuente: El Norte de Castilla (6.7.03)

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