TRABAJANDO POR LA PAZ: PREVENCIÓN Y RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS




Dice la sabiduría popular que “Más vale prevenir que curar”. No hace falta ser un gran experto en relaciones internacionales para darse cuenta de la trascendencia de la precedente afirmación.

Efectivamente, nuestro mundo está envuelto en un sin número de conflictos con un coste desmesuradamente elevado en vidas humanas y recursos económicos y financieros.

En los prolegómenos del siglo veintiuno los conflictos siguen siendo legión: conflicto árabe-israelí, la guerra de Irak, violencia en la República Democrática del Congo por no citar que éstos. Violencia institucional, violencia subversiva, terrorismo integrista, terrorismo de Estado etc.

Permitidme compañeros, que me centre en una realidad que conozco mejor; la de África y la de Guinea Ecuatorial.

Desde la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría, los países africanos emprendieron un proceso político que tenía como objetivo conducirles hacia regímenes democráticos. Poco más de diez años después, los resultados son meridianamente mediocres por no decir decepcionantes. Muy pocos países se han acogido a las reglas de la democracia. En la inmensa mayoría, bajo apariencia democrática imperan todavía regímenes dictatoriales y corruptos.

El anhelo de libertad y justicia de las poblaciones africanas esta secuestrado por unos gobiernos tiránicos cuyas actuaciones constituyen un verdadero caldo de cultivo de la violencia. A la injusticia, esos gobiernos suelen añadir la represión contra todos aquellos que se atreven a exigir democracia y buena gobernabilidad. Todo el aparato estatal y sus instituciones se suele vaciar de su sustancia jurídico-legal para convertirlo en mero instrumento al servicio del poder dictatorial. La institución que en la mayoría de los casos se ve más afectada por el proceso de instrumentalización es el Ejército.


Las fuerzas armadas y los cuerpos de seguridad del Estado, que en los estados de derecho tienen la misión de garantizar el orden institucional democráticamente establecido, en muchos Estados africanos se convierten en milicias desprovistas de cualquier ética profesional castrense, y con una única misión, reprimir cualquier atisbo de oposición al poder. Al ser los instrumentos de una violencia ilegítima, estas fuerzas armadas generan caos en vez de orden; aunque en un primer momento por el sentimiento de miedo que infunden se dé la impresión de paz y tranquilidad.

Para ilustrar mejor nuestra a argumentación, vamos a poner como ejemplo el caso de Guinea Ecuatorial.

Desde que se introdujo el multipartidismo en Guinea Ecuatorial, poquísimos pasos se han dado en cuanto a las libertades se refiere. Se sigue funcionando como en un sistema de partido único. Los tímidos retoques que se han hecho al ordenamiento jurídico son ignorados totalmente por el poder en su práctica política cotidiana. La institucionalización del fraude es la característica principal de los procesos electorales del país con los consiguientes resultados, idénticos a los de cualquier sistema totalitario o dictatorial, es decir, más del 95% de los votos válidamente emitidos.

La población guineana que no sólo sufre de la falta de libertades sino que también ve frustrada su aspiración a una vida digna, a pesar de que el país se ha convertido en el tercer productor subsahariano de petróleo, está perdiendo la esperanza en una transición pacífica hacia la democracia, y nosotros, que abogamos por una solución dialogada a la situación política del país, podemos perder predicamento si el general presidente Obiang persiste en su terquedad y la comunidad internacional no toma las medidas persuasivas y, en su caso, disuasivas necesarias para evitar lo peor.

El general Obiang habla siempre de paz. La realidad es que la indefensa población guineana se encuentra amenazada por el aparato represivo en que el dictador ha convertido a las Fuerzas Armadas mediante el proceso de instrumentalización del que hemos hablado anteriormente.

En efecto, el Ejército ha sido despojado de todos los profesionales cuya lealtad al dictador era dudosa y el general Obiang lo ha convertido en una milicia clánico-tribal en la que la relación familiar con él prima sobre cualquier normativa castrense y ética profesional. La realidad alcanza un nivel de descaro tal que de nueve generales que tiene el ejército, ocho tienen lazos familiares directos con Obiang y seis son de su misma aldea natal. Ninguno de ellos tiene la adecuada formación militar. Esta misma lógica se traslada a todos los niveles de las FFAA y cuerpos de seguridad, desde el mando hasta la tropa.

Un ejército de estas características no tiene ni la vocación, ni la capacidad de garantizar la paz a medio y largo plazo, ni favorecer un proceso de transición hacia un Estado democrático de derecho.

Ante el panorama que acabamos de describir, la comunidad internacional no puede quedarse con las manos cruzadas. Tiene la obligación de utilizar todo su peso y toda su influencia para evitar que Guinea Ecuatorial se sume a los puntos calientes que arden en el continente africano.

Los partidos de la Internacional Socialista, sobre todo los que tienen responsabilidades de gobierno, deben utilizar todo su peso para evitar que sigan surgiendo puntos calientes tanto en Africa como en otras partes del mundo.

Viene siendo frecuente en Africa, en los últimos tiempos, la aparición de Presidentes vitalicios. Además, al modo de las monarquías, la sucesión en estos países se fija conforme a criterios familiares y no constitucionales. Aceptar este tipo de procesos, aceptar que se generalicen los procedimientos no democráticos y no constitucionales, obstaculiza las vías pacíficas, las vías basadas en la ley y el consenso y sólo da razón a quienes creen en los métodos violentos, en los golpes de estado como vías para el cambio.

Se pudo haber evitado el genocidio de Ruanda, la guerra civil en Liberia y Sierra Leona y otros tantos conflictos que asolan el planeta. Es mala la Política del Bombero. Es mucho menos costoso evitar y prevenir el fuego que apagarlo.

En poco tiempo se van a celebrar elecciones en Guinea Ecuatorial y, sin la participación de la comunidad internacional, el régimen va a llevar a cabo su acostumbrado fraude y se va a escalar un eslabón más en la ascendente espiral de frustración de la población que no ignora nadie que constituye la nube negra que anuncia la tempestad.

Creemos que la participación de la comunidad internacional en todas las etapas del proceso electoral es absolutamente necesaria para garantizar la limpieza y transparencia de las próximas elecciones.

Una mayor implicación de la comunidad internacional en el proceso político de nuestro país constituye el mejor gesto de solidaridad hacia un pueblo al que todos aquí, estoy seguro, desean paz, libertad y prosperidad.









Fuente: ASODEGUE

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