Uno no sale de su asombro(no lo consigue) cuando, día tras día, conoce la opinión de políticos y no políticos(o bien, opositores y no opositores)guineoecuatorianos, que se recoge en los artículos publicados en esta página(sólo un destello de sensatez en los últimos días, en la persona de Laurentino J. Nsue Esono). Pero, vaya por delante lo siguiente, por si surgiera algún malentendido: no estoy en contra de la oposición en el exilio, ni de aquéllos que, ante la amenaza de la tortura y de la muerte, optaron por el exilio(entre ellos, el que escribe este artículo). Lo que no entiendo es ese complejo que la vuelve contra los que decidieron quedarse, contra la oposición(y digo bien: la oposición y no ”la oposición”) que resolvió afrontar las adversidades de la dictadura en el terreno. Bien, por si en esa creencia radica la manía, quede claro, definitivamente claro: el que se quedó no quita razón de ser al exiliado.

Desgraciadamente, hay algo más grave tras ese recelo; pues, se nota que alguien carece de criterios cuando es traspasado por su propio discurso. Entonces el autor se acomoda en una especie de vértigo poético(con el debido respeto a la poesía) en el que, con frecuencia, se aniquila como agente con alusiones de una gran dimensión impersonal y mítica o, por otro lado, desacredita(o lo intenta) posturas pramáticas de compromiso activo. Lo que se denota, en el fondo, es una actitud subconsciente de evasión e impotencia, cuando no de un extraño y miserable resentimiento. Y es que los hay que no dan pie con bola en lo que debe hacerse en Guinea Ecuatorial para triunfar sobre la dictadura. Porque los exclavos de la ”previsibilidad” esperan a la Comunidad Internacional(concepto atípico), que no va a llegar, porque ya está ahí, en las plataformas; o esperan que caigan del firmamento las condiciones que garanticen unas elecciones democráticas(cuando el cielo tropical no conoce ni la nieve, lo más parecido al maná). Y, mientras tanto, no. Lo que no acaban de comprender es que ni la oposición(y repito: la oposiciòn y no ”la oposición”) participa para ganar ”notoriedad”, ni para ”hacerle el juego” al dictador. Que si la oposición dejara de participar, digo, si sólo participara ”la oposición”, Obiang acabaría jugando limpio. En fin, no comprenden(no quieren comprender) que la oposición, que primero ha trabajado, participa después en las elecciones(de gran configuración simbólica) como en un escenario distinto en su lucha, para dejar en evidencia la dictadura, ante ella misma(la dictadura), ante la Comunidad Internacional(de la que tanto esperan los hijos de la ”previsibilidad”), y ganar así la lejitimidad de denuncia.

Pero en todo esto también hay celotes. Los que no creen en los principios, en el compromiso diario.Los que quieren alcanzar la victoria con un penalti. Los que, ante una carga, no muy pesada, dejan de componer una sencilla polea para esperar la grúa que no tienen. La esperan precisamente porque no la tienen y confunden su fuerza(la de la grúa) con la suya propia; sin embargo, creen que han nacido con mayores atributos varoniles... Los que, como yo, piensan que la democracia no se halla, ni mucho menos, tras la esquina de unas elecciones; mas confían en la dialética de las armas para garantizarla.




Fuente: OBSERVADOR_AMAAMA

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