Si desde el 12 de Octubre de 1968 las cosas hubieran sido como debieron ser, el 12 de octubre de 2004, 36 años después, todos los guineanos hubieramos celebrado con alegría la fiesta de todos.
Hoy en cambio las noticias nos dicen con tristeza que las cosas no fueron como debieron.
Hoy, el tirano de turno aprovecha para fustigar contra todos desde el vértice nororiental del cuadrilatero Rio Muni, mientras muere un brillante abogado en las calles de Malabo aquejado de fiebres extrañas avivadas por la tensión de un juicio contra supuestos mercenarios y otro universitario, periodista, muere en las calles de Madrid, aquejado de un mal súbito sobrevenido mientras entrevistaba a un líder político exiliado.
El 12 de Octubre de este año es el fiel reflejo de lo mal que han ido las cosas.
Mientras grita el gobernante exhibiendo ostensiblemente sus armas para sembrar el terror, mueren dos personas, titulados universitarios, miembros de esa ”oposición” masiva en que se han convertido todos los guineanos, muertes ambas que reflejan el estado de postración y de sufrimiento al que ha sido llevado el país en 36 años de latrocinio y genocidio.
Si desde 1968 las cosas hubieran sido como tenían que haber sido, Fernando Miko hoy sería un abogado feliz a las puertas de su jubilación, especializado en derecho civil, con altos ingresos y un despacho en la parte noble de la ciudad de Malabo o de cualquier otra ciudad de la floreciente nación en que se hubiera convertido Guinea. Su cartilla de control palúdico tendría un sello, ”indemne de paludismo”, colocado en el último control que regularmemnte se hubiera instituido en una Guinea limpia y sana, donde la vida de sus habitantes hubiera sido lo más importante para el gobierno que hoy, 36 años después, hubiera estado dirigiendo los destinos de la muy probable República Autónoma y Floreciente de Guinea Ecuatorial. Y como abogado feliz, su colegio hubiera celebrado en la noche del 12 de octubre de 2004 una cena de gala en uno de los varios restaurantes de lujo de una Santa Isabel quizá rebautizada pero feliz, dinámica, liberal y acogederoa.
Pero cuando en la mañana del 12 de octubre de 2004 Fernando Miko caía muerto dentro de su coche, mientras intentaba llegar al maloliente hospital de un Malabo ensangrentado por la dictadura, se convertía en la víctima sesenta mil de una tiranía impúdica y palúdica, heredera de aquella otra que el 12 de octubre de 1968 se barruntaba tempranamente en Malabo.
Porque desde 1968 las cosas no fueron como tenían que haber sido.
Si las cosas hubieran caminado por derroteros correctos, Ramón Nnar, nuestro querido Nnar, hubiera celebrado en la mañana del 12 de Octubre de 2004 la fiesta de la Independencia, poco antes de visitar la redacción del nuevo periódico EL MUNI situada en el centro de la capital de una Guinea que, al paso del tiempo, hubiera devenido en la capital de la libertad de prensa de todo el Golfo de Guinea. La salud de Ramón estaría controlada por el mejor sistema sanitario de Africa nutrido con los fondos de una industria petrolífera boyante, que a su vez distribuiría rentas con la mayor equidad jamás alcanzada. Y por la noche, Ramón hubiera visitado de nuevo la redacción para leer el primer ejemplar del periódico que saldría al día siguiente en todos los puestos de venta de prensa de la Guinea Más Democrática...si las cosas hubieran ido por caminos nobles y correctos.
Mas las cosas no fueron como tenían que haber sido. Y hoy 12 de octubre de 2004, en el lejano exilio, muere de forma súbita Nnar, cuando acababa de encontrar un medio de subsistencia tras un periplo de sufrimientos. Una muerte súbita cuyo autor es el descerebrado que hoy gritaba a las masas que seguiría asesinando, encarcelando y torturando...porque los colonizadores, los culpaples de siempre, no fueron capaces de detectar el feto horrible y enfermo que su madre llevaba en su vientre, interrumpiendo el embarazo para que no naciera el criminal.
Si las cosas no fueron como tenían que haber sido, la culpa tiene nombres y rostros. La culpa es el hedor que contamina y lastra nuestras vidas, la que acelera nuestra vejez, la que produce nuestra tensión alta, la que deja el hueco al asesino anofeles, la que nos expulsa de nuestras tierras para ir a morir en la lejanía o la que nos abate en un caluroso Malabo mientras buscamos el camino a un hospital que sin embargo promete la muerte...
La culpa tiene nombres y rostros, Macías y Obiang.
Máscaras horribles de una tragedia africana que, en su edición de 12 de octubre de 2004, ha escenificado de nuevo el crimen con la muerte súbita de Fernando y de Ramón, mientras el tirano enloquecido de sangre humana levantaba el puño asesino y farfullaba contra las sombras que se agigantan en su cerebro enfermo.
12 de Octubre de 2004 debe ser el último acto del horror. Pero para eso las cosas tienen que ser como deben ser. Cada uno debe situarse donde debe estar.
Porque mientras los soldados quieran mandar sobre los oficiales, los niños quieran enseñar a los mayores, los analfabetos quieran analfabetizar a los cultos, los amorales pretendan aleccionar a los rectos y los desmeritados pretendan usurpar los méritos a los valientes y nobles, seguiremos con la tragedia.
Las cosas deben empezar a ser como DEBEN SER
Nvo Zang Okenve Mituy
Fuente: propia
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