A pesar de mis muchos años hablando en público hoy mi voz se quiebra tras las jornadas que hemos vivido desde el pasado día 12. A todos nos ha conmovido la pérdida de Ramón, tan inesperada. Vemos a su mujer Anacleta, a sus hijos, a toda su familia destrozada por el dolor y no encontramos las palabras para mitigar su desconsuelo. Pero deben tener en cuenta que Ramón permanecerá siempre en el recuerdo. Le seguimos teniendo en sus escritos. Su espíritu prevalecerá para siempre cuando leamos sus entrevistas, sus artículos, sus ponencias, su proyectos…

Los que me conocen saben que a mí no me gustan los discursos de circunstancias, los elogios tardíos, ni las actitudes hipócritas, porque soy participe -al igual que lo era Ramón-de una cultura, de una ética y de un modo de vida que pone siempre la Verdad por delante. Lo que voy a decir ahora se lo dije en vida a Ramón. Pienso que en este oficio se necesita el estímulo y el reconocimiento de los colegas y amigos de bien para seguir por el camino lleno de obstáculos de todo tipo con los que se encuentra el periodista que quiere hacer un trabajo serio y comprometido y lo que es más: independiente.


Ramón era un hombre bueno en toda la extensión de la palabra. Y no había que hacer el mínimo esfuerzo para mereciese esta calificación. Su simple presencia y actuación eran suficientes. Todos somos conscientes de los malos tiempos que corren para que la buena gente pueda sobrevivir en esta corriente egoísta e interesada que prevalece en la sociedad actual, donde lo único que se ha globalizado ha sido el becerro de oro, el conseguir el más sin importar el cómo. Hoy los sentimientos, los buenos sentimientos, la solidaridad bien entendida y ejecutada se va arrinconando en función de los intereses de unos pocos, (los dueños del mundo) en detrimento de los muchos millones de seres que son marginados, silenciados, maltratados sin que se tengan en cuenta ni uno solo de sus derechos. Las palabras solidaridad, paz, justicia y otras que deben ser la base de una buena convivencia entre los pueblos sin tener en cuenta la raza, procedencia, etc, encubren en muchas ocasiones razones totalmente opuestas a su verdadera acepción. Son utilizadas mil veces a diario por políticos, organizaciones, medios audiovisuales…Sin embargo, los acontecimientos nos muestran la falta de voluntad, las omisiones graves de muchos en ponerlas en práctica. Ramón lo sabía y sufría por ello. Era consciente de la necesidad de llevar a los ciudadanos una información veraz, objetiva, independiente y que conociesen las claves y el análisis de quiénes dificultan que el mundo sea más justo e igualitario tal y como exigen las normas internacionales que tanto esfuerzo llevó a quienes las diseñaron y crearon. Esas leyes y normas deben ser aplicadas a todos en beneficio de todos. Sin que intereses de ninguna índole impidan su riguroso cumplimiento. Ramón entendía y creía fervientemente en que no deben comprarse bulas para evitar la Justicia y que si esto ocurría no contaran estos comportamientos con aliados tan utilizados por los corruptos y dictadores como es la impunidad de sus acciones.

Ramón Nnar nuestro inolvidable compañero y amigo, se sentía un hombre libre y así quiso vivir y trabajar y defendía que ese derecho inalienable lo gozaran todas las personas. Esa convicción y su defensa le llevó a un exilio no deseado. A dejar todo lo que le era querido y familiar. El podría haber disfrutado de una situación privilegiada de haber renunciado a esa libertad plegándose a los dictados de los que se la podían haber brindado. Pero Ramón era un hombre bueno, honrado y sabía que ese no era su camino y decidió el del exilio. Pensó que sería más útil fuera utilizando la palabra libre e incondicionalmente veraz. Fue una decisión valiente, generosa en beneficio de los que tantas carencias sufren en el derecho a la libertad de expresión y de opinión en su país.

Todos los que fuimos testigos de su llegada a España lo comprobamos. Ramón nada más llegar llamó a muchas puertas solicitando ayuda, recursos, para llevar a cabo la tarea que quería emprender. Fue una movilización enorme y encomiable teniendo en cuenta el ambiente enrarecido y oscuro que ha existido siempre alrededor de cualquier cuestión relacionada con Guinea. A Ramón no le importó que los que estaban detrás de esas puertas pudieran pensar que era ”otro guineano que venía con la mano extendida pidiendo dinero para cuestiones personales”. Porque señores, esa es la triste realidad que se ha registrado en la cuestión guineana y que ha provocado la incidencia de varios factores: la falta de sensibilidad, conocimiento e interés por la causa de Guinea; la existencia de guineanos desaprensivos que han utilizado esa causa para su propio beneficio al mismo tiempo que utilizaban los despachos para desacreditar a compañeros a fin de ser ellos los únicos beneficiarios de esas exiguas ayudas, o bien dar a entender que ellos, solo ellos, eran los auténticos líderes para un cambio. Ramón combatía esa situación desde su trabajo abnegado y eficaz como periodista. Ramón era un hombre dialogante y hablaba con todo el mundo, cosa bastante peligrosa cuando se trata de Guinea ya que malintencionados y ociosos, guineanos o no, pueden situarte en lugares nada cercanos a la intención que se persigue. Me refiero a esos que piensan como el papa Bush, ”el que no está conmigo está contra mí”. Ramón creía en la unidad, en el diálogo, en el debate y así se nos mostró y luchó por ello. Ramón no pedía para sí mismo; Ramón pedía recursos para poder seguir desarrollando su labor periodística, que es como decir su lucha contra la impunidad y el desconocimiento de la situación de su país. Ramón era consciente de que la información veraz, rigurosa hace libre a los pueblos y ese era su reto.

Como todo un reto digno del reconocimiento de todos fue la creación de EL MUNI. Lo dije en su momento y lo digo ahora en este acto de recuerdo y de homenaje a Ramón que esa fue la mejor prueba de coraje y de voluntad que se puede disponer en la evaluación de dos profesionales, que a pesar de la carencia de recursos, emprenden una empresa de esas características: un periódico independiente. Ramón Nnar y Pedro Nolasco, lo han hecho y debería servir de acicate y aliento para todos sus compatriotas. No hay nada imposible cuando hay buena voluntad y convicción en conseguir una meta. Es todo un ejemplo a seguir.

Todos estamos desolados por la pérdida de Ramón, pero indiscutiblemente quien más lamenta su falta, -aparte de su familia-, es Pedro Nolasco, ese joven periodista que también salió ligero de equipaje de su país, pero con un amplio y rico bagaje de ideas y proyectos. El mejor homenaje y reconocimiento que se le puede ofrendar a nuestro querido hermano y compañero, Ramón Nnar, es propiciar esos recursos a quien tanto trabajó a su lado. Hemos de prestar nuestra ayuda a Pedro para que siga con el trabajo y tarea emprendida con Ramón; hemos de procurar que el espíritu de Ramón sobreviva para siempre en la difusión, en la investigación, en la denuncia de todo aquello que atente y ponga en riesgo los derechos humanos en Guinea Ecuatorial.

Decía que Ramón llamó a muchas puertas para solicitar los medios necesarios para sus proyectos periodísticos. Algunas nunca se abrieron. Ahora es el momento de rectificar aquella actitud y propiciar esa ayuda a quien puede proseguir con la obra que inició Ramón Nnar. EL MUNI debe seguir saliendo a la calle. Debe seguir saliendo de las rotativas y Pedro Nolasco contar con el apoyo de todos en la continuación de la obra emprendida junto a Ramón. Ese es el mejor reconocimiento que podemos hacerle: seguir adelante.

Recuerdo uno de nuestros últimos encuentros al que asistió otro compañero, Joaquin Mbomio Bacheng y que me ha pedido traslade su pesar a la familia. En esa reunión tratamos de coordinar varios frentes para impulsar el MUNI, la asociación PERIODISTAS INDEPENDIENTES , nacida en Ginebra en el 2002, coincidiendo con las sesiones de la Comisión de DDHH de la ONU y la creación de una agencia de noticias a fin de romper el silencio y desconocimiento que sobre Guinea se mantiene en los medios de comunicación. Tanto Ramón como los demás eramos conscientes de las dificultades que nos encontraríamos, sobre todo económicas y de riesgo personal, en este caso, nada ajeno tratándose de Guinea. Pero todo era superado por nuestro compromiso en una causa justa y necesaria.

Los que defendemos y no renunciamos al derecho de informar verazmente,contamos de antemano con los riesgos a los que nos exponemos. Somos atacados, presionados y combatidos por los que quieren mantener en el silencio y la impunidad sus violaciones constantes contra todo derecho. Es muy duro anímicamente admitir que los que inflingen tanto daño a los ciudadanos de un país al que dicen gobernar cuenten con el apoyo o la complicidad de dirigentes de países democráticos para silenciar la verdad de los hechos. Es difícil convivir con esa realidad. A Ramón le falló el corazón de tanta amargura, de tanto luchar, de tanta injusticia de la que fue testigo. De tantas carencias que tuvo que soportar por mantener sus convicciones. No exagero cuando afirmo que Ramón ha sido una víctima más de un sistema. Un sistema que no aporta más que la tragedia y la muerte mental o física. A Ramón se le rompió el corazón de impotencia, de dolor, de desesperanza. El deseaba una Guinea libre y pluralista donde la libertad de opinión y expresión fuese moneda común. Hay que continuar con ese compromiso hasta lograr ese objetivo sin fisuras y condicionamientos. Hay que conseguir que la verdad se imponga a los intereses

Solo ella, LA VERDAD nos hace libres y propiciará un mundo más justo y solidario. Un compromiso sagrado al que deberíamos contribuir todos. En la unión está la fuerza.

Querido Ramón Nnar, colega y amigo: descansa es paz y libertad. Esa paz y libertad por la que tanto luchaste y que no te fue concedida por los hombres.








Fuente: PERIODISTAS INDEPENDIENTES

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