Las fiestas, que no fastos, organizadas durante este largo fin de semana en el zoo para celebrar los 35 años de residencia de ¨Copito de Nieve¨ en Barcelona son sencillas pero populares. El gorila, que todavía no ha perdido su encanto, no está, sin embargo, para muchos trotes ni emociones. Su vida transcurre últimamente en la breve jaula que se aprecia en la fotografía y en un recinto adjunto, lleno de verde y zonas que simulan un pristino entorno selvático que ya ni recuerda.

El personaje, al que me resisto poner su nombre en catalán, porque fue bautizado como ¨Copito¨ y no como ¨Floquet¨, pasa sus horas con dos hembras a las que presta una atención relativa. El papel de éstas se acerca más al de damas de compañía que al de compañeras del alma. Los tres seres mastican lentamente el verde que les han dado a primeras horas de la mañana y, en ocasiones, lo vomitan en forma de bola pastosa. Una de las hembras es muy activa con los visitantes y se acerca al cristal que separa el recinto de los curiosos. Todos los presentes pensamos que busca cálido cariño y diálogo visual, pero, en realidad, se ha apoyado en la pared acristalada, cerca de nosotros, para orinar. Los gorilas van a lo suyo y ¨Copito¨ se ha convertido en un ser egoísta y egocéntrico, de mal humor y de pésima educación. Así lo hemos criado entre todos y así nos lo hemos encontrado.

La zona del gorila albino, que llegó a Barcelona el 1 de noviembre de 1966 procedente de la entonces española Guinea Ecuatorial, ha sido siempre, entiendo, muy pequeña para sus necesidades de territorio. Frente a su casa se ha instalado un espacio abierto, pero protegido, donde vive uno de sus hijos, ¨Urko¨, nacido en 1978, que muestra un aspecto impresionante. El tal ¨Urko¨ vive con una gorila y me aseguran que no hay entre ellos una buena convivencia sexual. ¨Urko¨, además, se sabe también protagonista y mira con prepotencia a los visitantes. El gorila en cuestión ha establecido, por otra parte, una especial relación de enemistad con uno de los miembros habituales en el zoológico. Y siempre que puede huye de su presencia o le intenta alcanzar salpicándole con el agua que llena un foso de protección o le lanza alguna madera con la poderosa mano derecha. Hoy por hoy y visto lo que cada uno de los gorilas hace en público, parece mucho más interesante apreciar con detalle el comportamiento diario de los amigos y parientes de ¨Copito¨.

La estrella, es evidente, se está yendo y Barcelona no ha encontrado la alternativa. Con ¨Copito¨ se fabricó desde su llegada una imagen de la ciudad y se desgrana en fotos, postales, puzzles, muñecos de peluche, bolígrafos, cucharitas y tazas y los recurrentes pins. Cuando muera el viejo albino quedarán los restantes gorilas y otros interesantes micos que pueblan una emblemática zona del zoológico. Pero entonces el parque de animales de la ciudad ya habrá recogido velas y se habrá retirado a otros pagos muy lejanos. El zoo de la ciudad se está acabando mientras el gorila pasa sus últimas jornadas entre nosotros. Un final patético. Justo el que nos merecemos.


Fuente: La Vanguardia Digital - 1.11.01

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