Cuesta mucho pronunciar el nombre del demonio de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Ngema, el más sangrito dictador de la última década; el tipejo que su currículum vitae está lleno de un elenco de asesinatos, violaciones de los derechos humanos, mala gobernabilidad, robo de dinero a su pueblo, malversación de bienes del estado guineano, personaje adicto al consumo de estupefaciente, blanqueo de dinero y violación de las mujeres y de sus propias hijas y una larguísima lista de transgresiones que a buen recaudo debe responder en la Tribunal Penal Internacional. Al lado de otros nombres como Barack Husein Obama premio Nobel de la paz conseguido en poco menos de nueve meses como primer presidente negro de los Estados Unidos de America. Hombre que ha cerrado el penal de Guantánamo, ha acabo con la nueva guerra fría encubierta en el escudo antimisil, está restaurando el sistema sanitario de los Estados Unidos (donde sólo los americanos ricos tenían privilegios), su diplomacia está logrando que los Israelitas y los palestinos dejen, al menos en un tiempo, de matarse; con su política internacional ha logrado recuperar el prestigio americano en el marco de las relaciones internacional, muy castigado en la época G. Bush; está evitando una actuación premeditada, improvista e inoportuna, buscando siempre el consenso internacional en el caso del díscolo Irán… etc.

Esta es la diferencia de unos nombres que marcan historia, que sus vidas no perecen, sino quedan en la retina y en la memoria de generaciones en generaciones, hombres con una gran inteligencia, capacidad y humanismo para regir y llevar la historia y tradición recibidas. Frentes a éstos, están los Obiang, los Bongo (que espero no descanse nunca en paz), los Sassou Nguesso, Biya y esta larga lista de imbéciles masones que nunca creyeron en sus propias capacidades. Hombres que marcan el sufrimiento de sus propios congéneres, con la ambición, la ignorancia y la mala fe; que esperan los tribunales internaciones para responder sus atrocidades y las razones que les mueven.

Estos dos tipos antagónicos de personalidades se diferencian en todo y se parecen en nada. El aspecto nominalista les define en sus funciones; Obiang es ‘presidente’ de Guinea Ecuatorial y Barack Obama es presidente de los Estados Unidos. Al primero se le adjudican el premio Bobel del dictador sangriento y al segundo se le otorga el PREMIO NOBEL DE LA PAZ. Al primero le persigue la justicia española, aunque el caso esté en los archivos de la audiencia nacional; mientras el segundo su gobierno está limpio e inmaculado. El primero tiene prácticamente cerrada las puertas en medio mundo, mientras Obama está siendo invitado reclamado por todos los países. Esta es la diferencia, es el plus de unos y la mediocridad de otros.

Las circunstancias históricas y de diplomacia internacional, nos obligan a pronunciar en el mismo escenario y en las mismas categorias mentales los nombres de Barack Obama y de su país Estados Unidos y el dictador Teodoro Obiang Nguema y su minúsculo y patético país Guinea Ecuatorial, cuando en realidad no merece que estos dos nombres figuren en una misma agenda ni en las mismas categorias mentales. Son las paradojas de la vida y la suerte de pertenecer a un mundo Global y a una política internacional que busca azarosamente desprenderse de estos ilícitos y bastardos presidentes enjundiosos en petróleo y materias primas, pero auténticos déspotas refractarios de los principios de la democracia, de la paz y la armonía internacional que defienden arragañadientes los países más poderosos, por su seguridad y su libertad.

Estos dictadorzuelos tienen los días contados y el pueblo debe respirar hondo y tranquilizarse, sobre todo el pueblo de Guinea Ecuatorial, para empezar a pensar en una Guinea Ecuatorial sin el tirano Obiang Nguema.


Fuente: Propia

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