TRIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO
LAS DOS VIUDAS GENEROSAS

1. La viuda da el pan que tiene. Queridos hermanas y hermanos en Cristo: Dios manda amar a nuestro prójimo y este amor hemos de manifestarlo en obras. Por eso en Antiguo Testamento se manda hacer obras de misericordia. Entre ellas la limosna ocupaba un lugar importante. Todavía hoy en Israel, el sábado ha de celebrarse dando limosna y ayudando a los más pobres.
Mucha gente creía y cree que solamente cuando se tiene mucho dinero hay que compartir. Y se admiraba a los ricos que podían dar buenos regalos y hacer obras de caridad, que llamaban la atención.
El primer libro de los Reyes nos cuenta una sencilla historia de compartir: la historia de la pobre viuda que ayudó al profeta Elías. La viuda dio el pan que tenía y que necesitaba para vivir. El milagro se produjo porque la viuda dio pruebas de fe, porque ella no dio sólo lo que le sobraba, sino todo lo que tenía, hasta el límite, sin cálculos.
2. Dios se fija en el corazón. Se habla mucho de compartir los bienes. Toda clase de bienes. Y nos disgusta cuando oímos que unos pocos acumulan todo, mientras la mayoría en el mundo y en el país donde vivimos no tiene ni lo necesario. Pero a la hora de compartir no somos generosos. Solemos dar aquello que nos sobra, si es que lo damos.
Jesús nos enseña, con su conducta y con su palabra, que no sólo hay que dar de lo que sobra, sino aun aquello que necesitamos para vivir.
En la hermosa página del evangelio de san Marcos de hoy Jesús convoca a sus discípulos para mostrarles el valor oculto del gesto de una viuda. La descripción de la gente echando dinero en el cepillo del templo contrasta con la humildad de la viuda. Ella no pone ostentación alguna en su gesto, sino que se siente incómoda por dar tan poco, aunque ella da todo lo que tiene para vivir.
Jesús quiere poner de relieve la religión interior, que Dios acepta. Aquella pobre mujer dio al Señor, con toda su fe, cuanto poseía. Su limosna fue signo de la entrega de su persona.
La actitud del cristiano debe ser la de ser solidarios con los humildes, y ser capaces de compartir con el necesitado las cosas, como un signo de que estamos dispuestos a compartir nuestra propia persona.
La eucaristía es el sacramento del compartir cristiano: Jesús no reparte y comparte con nosotros su cuerpo y su sangre, que son para los creyentes dones muy preciosos. ¿No seremos nosotros capaces de entrar en comunión y compartir nuestras cosas con los demás?


Fuente: Jesús Rafael Edu Eyama Achama

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