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Editorial

CATEQUESIS DOMINICAL


publicado por: jesus Rafael Eyama Achama el 05/06/2010 22:42:54 CET

SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
LA EUCARISTÍA, CIMA Y FUENTE

IDEAS PRINCIPALES DE LAS LECTURAS DE ESTE DOMINGO
- 1ª Lectura: Génesis 14,18-20: Melquisedec, sacerdote pagano sin genealogía, bendice a Abraham, y éste le ofrece el décimo de cada cosa para agradecer a Dios la victoria. La ofrenda del pan y del vino anticipa la verdadera ofrenda de Cristo. La Iglesia, desde los primeros tiempos, ha visto en Melquisedec la figura de Cristo, que ofrece el pan y el vino del sacrificio de su propia vida.
- 2ª Lectura: I Corintios 11,23-26: Pablo no relata la institución de la cena del Señor como un episodio más de la vida de Jesús, sino como un acontecimiento que une el pasado (la muerte del Señor) con el presente (el Señor vive) y con el futuro (el encuentro definitivo con el Señor) Pablo recuerda a la comunidad que la eucaristía crea comunión y conecta con el acontecimiento pascual de Cristo.
- Evangelio: Lucas 9,11b-17: La multiplicación de los panes es signo de la eucaristía. Jesús, al multiplicar los panes, realizó los mismos gestos que hizo en la última cena al instituir la eucaristía: tomó el pan, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos.

• Queridos hermanos y hermanas en Cristo: cada día, de Oriente a Occidente, desde sale el sol hasta el ocaso, la Iglesia celebra el banquete sacrificial del Cuerpo y de la sangre de Cristo, cuya institución conmemoramos el día del “Corpus”. Todos los días son por lo tanto la celebración del “Corpus”. Sin embargo, concluídas las fiestas pascuales, somos invitados nuevamente a una celebración solemne y particular de este Santísimo Sacramento, que sintetiza la vida toda del Señor y nos comunica los frutos de la redención.
• El misterio de la eucaristía tiene muchas evocaciones: es memorial de la Pasión, es banquete de unidad, es anticipo de la vida divina que compartimos con Cristo en el cielo. Por eso es necesario no quedarse en la periferia del misterio, sino descubrir una vez más lo que creemos y celebramos: el Cuerpo que se entrega, la Sangre que se derrama. La entrega es esencia profunda y última del Corpus, que debemos renovar constantemente. El cristiano debe ser pan que se multiplica, pan que se hace accesible a cualquier fortuna, pan de vida, pan de unión, pan que sacia el hambre. A ejemplo de Cristo, que ha derramado su sangre, el cristiano debe convertirse también en vino bueno, de la mejor cosecha, que va pasando de mano en mano y de copa en copa, para que todos beban salación y no muerte.
• Hay dos clases de procesiones. Una muy sencilla, pero difícil, en la que día a día y momento a momento, al salir de la eucaristía, debemos mostrar la verdad de fe y las exigencias de amor de lo que hemos recibido y hemos comulgado. Así cumpliremos el mandato del Señor de “haced esto en memoria mía”. Después de cada celebración eucarística, en la calle y en casa, en el trabajo y en el descanso, el cristiano es custodia de la fe nueva que necesita nuestro mundo.
• Y está la procesión solemne, grandiosa, emotiva y testimonial del Corpus. No se saca al Santísimo por nuestras calles como afirmación de fe ante la herejía; nunca el sentido polémico motiva nuestra procesión; ni se le saca solo por la tradición. Con temblor interior y emoción profunda llevamos la eucaristía como síntesis total de la vida de Cristo, de su salvación universal, y a la vez como testimonio de la verdad y del amor que creemos e intentamos llevar a la práctica.
• Y en los ambientes, sobre todo urbanos, en que el sentido de la procesión sufre algún interrogante, es necesario realizarla como auténtica expresión visible de fe y homenaje fiel de la comunidad a Cristo Señor, suprimiendo todo lo que suene a compromiso o espectáculo semejante a los desfiles profanos. Amén.


Fuente: Jesús Rafael

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