Toda organización política que aspire honestamente a contribuir al desarrollo social y económico de una nación debe tener no solo orientación ideológica sino además, un código de comportamiento ético y normas que sancionen a quienes se desvien de los principios y postulados más nobles de esas organizaciones especialmente las que se refieren al combate de la corrupción y al tráfico de influencias.

Un partido que aspire a ser reflejo para una sociedad debe contar entre sus filas con hombres y mujeres de la más alta calidad moral y ética. Por eso cuando los partidos de masas se abren a la sociedad solo por adquirir notoriedad y sin contar con los filtros correspondientes para garantizar una militancia honesta y con verdadera vocación social, ese cuadro político se convierte en una amenaza para la supervivencia de los postulados y valores que le dan oriegen a la organización.

Partidos políticos con militantes deshonestos, con dirigentes que abusan de su condición, que usan las arcas del Estado para su beneficio propio, que asumen responsabilidades de Estado sin estar capacitados para ello, quienes en sus vidas privadas reflejan bajeza moral, humana e irresponsabilidad no deben ni pueden ser los garantes de ideas universales. Deben existir principios que se correspondan con la actuación de los militantes y los dirigentes.

Solo se pueden alcanzar objetivos superiores en una sociedad cuando la praxis de sus dirigentes y su ética son indivisibles.

Los miembros de un partido deben militar porque creen en las bases ideológicas de sus organizaciones, su búsqueda no debe ser la del poder o la prebenda sino servir. Si una persona sacrifica su cotidianidad es porque quiere servir a los demás y no para aprovecharse de las canonjías que pueda encontrar a través de la política.

Las dirigencias políticas de los partidos deben ser muy cuidadosas de esto. Lamentablemente cuando quienes ostentan el poder no tienen como objetivo central trabajar en beneficio del país y sus comunidades, entonces el poder se constituye no en una vocación para hacer el bien sino para obtener beneficios. Hay quienes creen que estar en el gobierno es una oportunidad para alcanzar el poder o una opción para escalar posiciones. Siempre se descubre fácilmente en el tiempo a quienes militan en los partidos para hacer el bien común y quienes quieren una tajada de ese bien.

La historia está llena de corruptelas en política. Sin embargo, los casos de ecuatoguineanos tránsfugas y corruptos son alarmantes. El anhelo por el poder lleva a la avaricia, al enriquecimiento ilícito, esto que se hace no del trabajo y del sacrificio propio sino del uso de los recursos del Estado para beneficio propio. El que quiere vivir de la política no quiere servir al pueblo.

Es de desear por ello que, tras los últimos corruptos-tránfugas que se han sumado al PDGE para ocupar cargos y vivir del pueblo, (vivir del cuento) ello contribuya para que en la oposición puedan surgir mejores ciudadanos patriotas y garantizar militantes políticos honestos, y evitar las viejas prácticas del abuso del poder y traición cuando se ejercen en el nombre del pueblo.

A diferencia de Mauiavelo que consideraba a la política ajena a la moral, entendemos que esta debe tener como objetivo la búsqueda de valores universales como la justicia social, el respeto a los Derechos Humanos, a las instituciones, etc... Entendemos también que el fin para participar en política, en los partidos políticos, no debe ser otro que entregarse al bien común. Sin embargo, entre los ecuatoguineanos hasta ahora no se ve esa dicotomía entre la práxis y la teoría.


Como dijo Winston Churchill: ”El optimista ve oportunidad en cada peligro; el pesimista ve peligro en cada oportunidad.


Gregorio OYÉ

Profesor de Instituto.

Secretario General de USLGE

Fuente: USL. GE

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