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Editorial

CATEQUESIS DOMINICAL


publicado por: jesus Rafael Eyama Achama el 09/10/2010 11:08:46 CET

XXVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
LA GRATITUD DE LOS EXTRANJEROS

IDEAS PRINCIPALES DE LAS LECTURAS DE ESTE DOMINGO
- 1ª Lectura: II Reyes 5, 11-17: El extranjero curado y agradecido. Naamán había considerado como una ofensa lo que había dicho el profeta: Reconoce luego con gratitud el don de la curación y la bondad de Dios. Desde entonces sirvió únicamente al Dios de Israel.
- 2ª Lectura: II Timoteo 2,8-13: Muertos y resucitados con Cristo. El Apóstol puede ser encadenado y hecho prisionero, pero la Palabra de Dios no puede ser encadenada, es siempre libre y hay que seamos libres cuando aceptamos el morir y vivir con él.
- Evangelio: Lucas 17,11-19: Un samaritano curado y agradecido. Naamán y el leproso del evangelio han sido curados. Su agradecimiento y fe se traducen en reconocimiento y alabanza.

• Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Enseñamos a los niños a decir gracias cuando hayan recibido un favor de alguien, y al mismo tiempo les construimos un mundo donde apenas tiene cabida la gratitud. ¡Vaya contradicción! Pues, reclamamos sólo y únicamente nuestros derechos y olvidamos muchas veces nuestros deberes.
• Mucha gente no sabe agradecer la vida ni la bondad fundamental de las personas. No sabe alabar ni agradecer a Dios… Para agradecer es preciso superar el egoísmo inmaduro o la indiferencia.
• Las lecturas de este Domingo vigésimo octavo nos ofrecen la oportunidad de reflexionar sobre el agradecimiento.
• En la primera lectura se nos ofrece el ejemplo de un hombre que encontró la salud y la salvación por su confianza y su fe en el profeta de Dios. Y las alcanzó por medio del agua del Jordán.
• En el Evangelio de hoy se nos muestra el ejemplo de unos hombres que alcanzaron su salud al confiar en la palabra de Jesús que les manda presentarse a los sacerdotes para que certifiquen su curación. Al aceptar el mandato de Jesús quedan curados de su lepra.
• Tenemos que ver lo hay más allá del milagro de la curación. Lavarse siete veces en el Jordán o ir a presentarse a los sacerdotes no tiene valor curativo, no tiene fuerza medicinal. Lo que salva al cuerpo e ilumina el alma es la fe que se manifiesta al hacer lo que manda el Señor; es el confiar en lo que dice el profeta o lo que manda Jesús.
• Diez leprosos curó el Señor, según el Evangelio de hoy. Sólo uno volvió dando gracias a Dios porque intuyó, a través del signo de la curación, al Salvador. Para los otros nueve el encuentro saludable con Jesús no fue distinto al que hubieran podido tener con un curandero o un exorcista. Les contentó dejar la lepra. Con eso quedaron satisfechos. No pasaron de la curación a la salvación; de la salud del cuerpo, al encuentro salvador con Dios.
• También hoy Dios sigue sanando, salvando, por el agua en el sacramento del Bautismo y sigue mandando ir a los sacerdotes en el sacramento de la Penitencia o Confesión. Por medio de cosas tan sencillas y al alcance de todos, se realiza el gran milagro del encuentro con Dios, el gran milagro de la sanación, no sólo de los cuerpos sino también de las almas.
• El Evangelio nos muestra la acción de Jesús basada en la súplica de aquellos hombres enfermos: “si quieres puedes curarnos, ten compasión de nosotros”.
• Si reconociéramos nuestra condición de pecadores, de enfermos espirituales, también acudiríamos a Jesús y él nos concedería su perdón, su salvación, como se lo concedió a aquellos hombres que se la pidieron con fe. La fe es la que salva.
• Al mismo tiempo, surgiría en nosotros una actitud de sincero agradecimiento para con Dios y con los hermanos que nos ayudan. La fe llena de gozosa alegría a quien es consciente del regalo que Dios le ha hecho.
• Si los leprosos se sintieron alegres al recuperar su salud al cumplir el mandato de Jesús, nosotros debemos sentirnos gozosos al sabernos perdonados y redimidos por el mismo Jesús, el Señor. Amén.


Fuente: Jesús Rafael

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