A finales de septiembre, el dictador más antiguo del mundo, Teodoro Obiang de Guinea Ecuatorial, anunció que volvería a presentarse a las elecciones del 20 de noviembre. Con 80 años de edad, Obiang es el segundo presidente más viejo de África, solo por detrás de su vecino autoritario en Camerún, Paul Biya, quien llegó al poder tres años después del golpe de Obiang en 1979.
Desde el sorpresivo anuncio de Obiang, que adelantó un año las elecciones del país, más de 100 personas, incluidos abogados, jueces y activistas de la sociedad civil y de la oposición política, han sido detenidas arbitrariamente. Algunos críticos del régimen han sido torturados por miembros del aparato de seguridad de Obiang. Y la semana pasada, se informó que al menos cinco miembros de la oposición fueron asesinados después de una redada en la casa de un líder político disidente por parte de las fuerzas de seguridad del Estado. Estos son sucesos demasiado frecuentes en Guinea Ecuatorial, de los que se habla en voz baja a nivel nacional y apenas, si es que alguna vez, se registran internacionalmente.
Convenientemente, pocos días antes de anunciar su séptima candidatura a la presidencia, Obiang firmó un nuevo código penal que pretende abolir la pena de muerte. Esto no fue un accidente. De hecho, fue probablemente por diseño, un movimiento directamente del manual del dictador: inundar la zona con noticias aparentemente "históricas y memorables", recoger los elogios mundiales y luego moverse rápidamente para consolidar el poder político aplastando todas las voces opuestas.
Este es un truco que Obiang ha jugado varias veces y que sigue teniendo efecto en los funcionarios del gobierno de los Estados Unidos. Durante décadas, el régimen de Obiang ha prometido y luego no ha promulgado reformas sustantivas, eligiendo en su lugar priorizar mejoras a nivel superficial cuyo único impacto real son los titulares que se generan en los medios de comunicación occidentales.
Estados Unidos ha sido consistentemente uno de los más firmes patrocinadores diplomáticos y financieros de Obiang a pesar de casi medio siglo de graves abusos contra los Derechos Humanos, un régimen autocrático claramente opresivo y la feroz represión de las libertades básicas que ha desestabilizado a una nación y robado a su pueblo el libre albedrío. De hecho, la inversión extranjera directa de los Estados Unidos en Guinea Ecuatorial ha aumentado desde 2016 y de manera constante durante la administración Biden, totalizando casi mil millones de dólares en la actualidad. Hace un año, Obiang incluso recibió a una delegación estadounidense de alto nivel compuesta por altos funcionarios de la administración Biden. Obiang también ha sido un invitado rutinario en la Casa Blanca.
Muchas de las compañías de energía más grandes del mundo, como ExxonMobil, Marathon Oil, Hess y Noble Energy, han invertido cientos de millones de dólares en el país, ayudando a construir una economía multimillonaria que depende completamente de los petrodólares en manos de un régimen cleptocrático que saquea con impunidad mientras sus ciudadanos permanecen entre los más pobre en África. Estas corporaciones han constituido la base de una política exterior estadounidense inextricablemente vinculada a la llamada seguridad energética. Y, como uno de nosotros argumentó en 2017, cuando el ex CEO de ExxonMobil, Rex Tillerson, fue nombrado secretario de Estado de los Estados Unidos, la seguridad energética con demasiada frecuencia ha superado importantes esfuerzos para salvaguardar los derechos humanos, la democracia y la lucha contra la corrupción.
La segunda razón es quizás menos obvia: el papel de China y su agresiva expansión militar y económica mucho más allá de su esfera de influencia tradicional.
De hecho, empeorando una situación ya sombría en Guinea Ecuatorial, China ha identificado al país como una ubicación privilegiada para su primera base militar atlántica, lo que alarmó a los funcionarios estadounidenses y provocó la visita gubernamental de alto nivel en octubre pasado, cuya pieza central fue discutir la "seguridad marítima". Obiang firmó un contrato de infraestructuras de 2 mil millones con el Banco Industrial y Comercial de China. Y las empresas chinas han firmado un contrato preliminar para construir la primera refinería de petróleo de Guinea Ecuatorial.
Este fortalecimiento de la posición económica, ayudado por una sólida presencia militar, tendrá un impacto profundamente negativo en el ya grave estado de Guinea Ecuatorial. Por ejemplo, los estudios han demostrado que cuando aumenta la ayuda china a un país africano, también aumenta la violencia estatal. Esta perspectiva se complica aún más por el probable sucesor de Obiang como presidente, su hijo y vicepresidente Teodoro Nguema Obiang Mangue, que es un ejemplo de corrupción y saqueo, por no hablar de un criminal trotamundos.
Estados Unidos, por supuesto, entiende la importancia de una posible base militar china en Guinea Ecuatorial, citándola como una amenaza a la seguridad nacional. Esta es la razón por la cual la Marina de los Estados Unidos, tanto en 2021 como en 2022, realizó visitas a la ciudad estratégica de Bata bajo el conveniente pretexto de "construir nuestra asociación". Estas visitas de alto nivel siguieron a un período de 12 años en el que la Marina realizó un total de cero visitas a cualquiera de las bases navales de Guinea Ecuatorial.
Aquí radica el problema: aunque los objetivos declarados del gobierno de los Estados Unidos, incluso en la Estrategia hacia el África Subsahariana recientemente presentada por Biden, son priorizar la democracia y los derechos humanos, los funcionarios estadounidenses solo parecen actuar cuando su destreza económica o militar se ve amenazada. Esta preferencia reactiva y miope ha paralizado la política exterior de Estados Unidos durante décadas, particularmente cuando se trata de África. Al adoptar una postura más proactiva para enfrentar el autoritarismo, y la corrupción y los abusos de los derechos humanos que inevitablemente resultan, el gobierno de los Estados Unidos puede trabajar para defender los ideales y lograr los resultados políticos que han sido claramente establecidos por la administración Biden, así como los que le precedieron.
A nivel nacional, la promoción de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial se traduce en condenar enérgicamente las violaciones graves a medida que ocurren en tiempo real, como hoy. Los asesinatos, así como los informes de tortura y arrestos de activistas de la sociedad civil, miembros del grupo opositor Ciudadanos por la Innovación, abogados, fiscales y jueces deben condenarse públicamente como un ataque indignante al estado de derecho. Es importante destacar que estas transgresiones del régimen de Obiang deberían ser suficientes para justificar la desinvitación al autócrata de asistir a la Cumbre de Líderes Estados Unidos-África, que tendrá lugar en diciembre y será organizada por Biden. Las prohibiciones de viaje a Estados Unidos son, de hecho, obligatorias cuando el Departamento de Estado de Estados Unidos tiene información creíble sobre corrupción o abusos contra los derechos humanos. Ambas categorías se aplican claramente a Obiang, esto se pone de manifiesto cada año en los informes anuales del Departamento de Estado sobre prácticas de Derechos Humanos.
La administración Biden también podría establecer un fondo de reforma de gobernanza, utilizando una parte significativa de los ingresos confiscados por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos en un caso contra los activos con sede en los Estados Unidos del vicepresidente de Guinea Ecuatorial. Hacerlo permitiría al gobierno de los Estados Unidos emprender acciones reales que apoyen su retórica invirtiendo sustancialmente recursos para alentar y apoyar la participación independiente de la sociedad civil en las áreas de protección de los derechos humanos, anticorrupción y estado de derecho.
Existe un precedente de que Estados Unidos utilice el producto recuperado de la corrupción, como en el caso de Nigeria este año, para establecer fondos dedicados a mejorar las vidas de los ciudadanos que son víctimas de la corrupción estatal. Hacerlo también cumpliría una promesa de larga data de Estados Unidos de utilizar el producto recuperado de la corrupción para beneficiar a las poblaciones perjudicadas, una parte clave de los principios adoptados en el Foro Global sobre Recuperación de Activos organizado por Estados Unidos en 2017. Pivotar estratégicamente de esta manera y hacerlo consistentemente hacia adelante reconstruirá la confianza popular en el gobierno estadounidense, tanto en Guinea Ecuatorial como en todo el mundo, al inculcar la creencia de que sus ideales no son palabras vacías, sino objetivos concretos respaldados por la acción.
La verdadera amenaza a la seguridad nacional a largo plazo no es que China flexione sus músculos en naciones lejanas como Guinea Ecuatorial. Es Estados Unidos retrocediendo de una manera que hace que las personas en todo el mundo, especialmente aquellas que perseveran bajo la represión autoritaria, vean el liderazgo estadounidense como hipócrita en el mejor de los casos o como totalmente poco confiable en el peor.
El retroceso democrático está aumentando a nivel mundial, una tendencia que ha sido evidente durante casi dos décadas, y ya es hora de que Estados Unidos esté a la altura de las circunstancias y cumpla sus promesas de proteger los derechos humanos y la democracia con acciones. En Guinea Ecuatorial, los Estados Unidos pueden y deben defender esos principios.
