Guinea Ecuatorial es un país que vive la machacona presencia de la adversidad de todo, una melancolía eterna que se pretende curar con alcohol, sexo, droga, holgazanería, hurtos, desfalcos, escamoteos, poder, bandidaje. Vamos, los guineanos y su gobierno nunca han sabido lo que significa alegrarse en común. Esa alegría que brota como savia bruta y se derrite entre los enjambres de forma unánime. Tres O cuatro generaciones de guineanos no saben lo que es el júbilo, lo que es celebrar, salir a la calle como un pueblo que grita a unísono. Guinea es un pueblo Infeliz, pero pretende invertir ese orden de cosas con alcohol, sexo, robos, droga, bandidaje, corrupción.

La independencia, fue esos momentos agridulces que protagonizó un brindis de prosperidad de algo guineano; de una isla de felicidad que duró mes y medio. Pero no quiso la fortuna que los guineanos sintiéramos ese alivio momentáneo y terapéutico de tener que obedecer al colono y vivir de secundón de por vida; llegó la eterna melancolía, una dictadura implacable remplazada por otra más cruel y resistente que ha hecho del guineano un ser para la infelicidad. Las dictaduras guineanas han cumplido el aserto de cuando algo puede salir mal, sale mal. Una independencia dada a un grupo de iletrados era susceptible de salir mal y salió mal.

Alimentamos la dimensión de nuestra infelicidad con grandes dosis de alcohol, de bandidaje, de droga, de poder, hurtos, mentiras y sinvergüenzadas. Y no estoy hablando de un güeto de Nueva York, ni de Pretoria, sino de un estado petrolífero del África central, Guinea Ecuatorial. Lo que no sé yo, si también eso pasa a los gaboneses, cameruneses o chadianos, pero sí es muy guineano evadirse el problemón de la dictadura con una dosis elevadísima de anestésicos, sexo, bandidaje, corrupción, robos, mentiras.

Nunca hemos manejado esa irreversible situación con una somera crítica. Quedarse en un ensayo de democracia que dura ya 43 años, sin enfrentarse a vida y muerte a una dictadura que ha merendado nuestra honestidad es particularizar demasiado en la anécdota. Aunque de los nostálgicos étnicos no quiero volver a opinar, pero parece que estos días, los comentarios generalizados se sitúan en lo étnico y ya nadie sabe si existe oposición en Guinea Ecuatorial o si esa oposición algún día pretende sacar a Guinea del vorágine de profanación que vive su población. Un país que nunca ha vivido un éxito compartido, algo que nos alimenta el orgullo, nos hace gritar, llorar y sentirse un pueblo. Nuestra vinculación gira sólo y únicamente en torno al sexo, alcohol, mentiras, robos, escamoteos, holgazanería, o sea, lo que la dictadura es capaz.

Guinea Ecuatorial, para entendernos, está en permanente estado de embriaguez, de prostitución y de bandidaje institucional, que ha progresado de forma notable en la infraestructura merced del petróleo que brotó del mar atlántico hace más de 20 años y que la dictadura no ha sabido apacentar los beneficios y construir modelos sostenibles de crecimiento, sino que, según varios informes de organismos internacionales, se ha beneficiado al dictador, sus mujeres, sus hijos y personas cercanas, sin que se les conozcan con dotes de algo.

Somos una continua burbuja, vengo a decir, que ocho de cada diez guineanos son alcohólicos, mienten, se prostituyen, roban, escamotean, se corrompen, desde el jefe hasta el último aguacil. Da la impresión de que ese país perecerá, porque el grado de penalidades que se vive es demasiado alto.

Los políticos guineanos empezaron siendo creíbles y parecían desmentir que Guinea Ecuatorial fuese siempre este país fallido, consabido barrizal en el que los políticos y dictadura juntos son incapaces de destornillar la felicidad de un pueblo. Tras las galimatías de la dictadura para hacer siempre lo que nunca se debe hacer, aparece ese gusto a alcohol, al sexo, al robo, a la mentira, asesinatos que nos muda a categoría de hombres y mujeres sin futuro y sin vida y nos desvela el cainismo que llevamos dentro, la envidia y prepotencia, la incultura, la imbecilidad que ha trasformado a los héroes de ayer en auténticos canallas de hoy, y todo porque la dictadura no nos permite un respiro, ni colectivo ni individual.

¿Quién realmente no miente en Guinea Ecuatorial?, ¿Quién no bebe alcohol en Guinea Ecuatorial? ¿Quién no trapichea en Guinea Ecuatorial?, ¿Quién no decide a escondidas? Nuestra población se hace vieja ante los vicios a los 15 años. ¿Alguien en su sano juicio podía albergar esperanzas de que este país alcanzará mayoría de edad algún día no lejano? Lo siento, me temo que doblaremos los años perdidos con la dictadura para lograr un país civilizado y unido. Algún pájaro tiene los santos cojones de trasladar esa esperanza al 2020, para añadir una dosis más de infelicidad a los pobres guineanos. ¡Qué malvado es un ladrón cuando te roba a la cara!; lo siento por muchas cabezas convertidas en valedoras de la dictadura que dan la cara por semejante gobierno. Déjenme que me ponga exquisito y algo formal, y si fuera poco sereno y justo: no desearía la muerte de nadie, pero la dictadura guineana es una decadencia física, moral, ética buscada a propósito para lograr una eutanasia colectiva y lo ha logrado: la esperanza de vida baja, mortalidad infantil, enfermedades endémicas, sida y otras catástrofes que sacrifican a diario los pocos menos de 500.000hb de Guinea Ecuatorial.












Fuente: propia

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