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Editorial

LA MUJER FANG NO TIENE PRECIO II


publicado por: La Díaspora Boletín informativo para la communidad ecuatoguineano en el extranjero el 16/05/2012 20:05:33 CET

LA MUJER FANG NO TIENE PRECIO

Por: Dr: Samuel MBA MOMBE, Médico

Afirmo y reafirmo que la mujer fang no tiene precio. Pido disculpas a la autora del artículo en debate si en un primer momento llegué a dudar de su identidad. Cosas de Internet. Ahora que se que es una compatriota y paisana, tengo todavía suficientes motivos para contradecirla en sus afirmaciones así como a los que corroboran con su tesis.

Arranco diciendo que tanto la tradición, cultura y costumbres de los pueblos no se aprenden en las grandes universidades. Cada pueblo tiene su identidad propia y ésta incluye en mi modesta opinión la tradición, la cultura y las costumbres. Un pueblo sin identidad propia es como un animal domestico abandonado u olvidado.

Parece mentira que los que en su día nos esclavizaron, nos deportaron a las Américas, nos vendieron, nos hicieron perder nuestra identidad sean los que hoy nos vengan a dar lecciones de moral tildando todo lo nuestro como primitivo.

Como lo declaraba en un semanario el anciano sabio escritor maliense Amadou Hampâté Bà, “…antes de la llegada de los blancos, jamás la fortuna o la posesión de bienes materiales había distinguido a nadie…” Redundando casi en lo mismo, otro anciano camerunés declaraba “…Verás, antes para los jefes de muchas tribus, el mundo era un lugar donde había que saber sacarle todo su jugo y disfrutarlo en compañía de sus súbditos y amigos…” Esa vieja África ha sido asesinada y sustituida por otra nueva, la deshumanizada.

Yo soy africano, fang orgulloso de mis raíces, es decir de mi tradición, cultura y costumbres. Me he formado, soy médico pero no por eso voy a cuestionar mis costumbres y hábitos heredados de mis antepasados. Todos los pueblos del mundo tienden a conservar sus tradiciones y costumbres autóctonas que les identifican como tales. Los japoneses nunca cambiarían sus costumbres por las de los hindúes ni viceversa como tampoco España aceptaría nuestras costumbres y tradiciones y hacerlas suyas. ¿Por qué entonces yo como fang, africano con identidad propia debo claudicarme a otras culturas y tradiciones? Se nos quieren vender que hay que modernizar nuestras tradiciones. Mi pregunta es, ¿acaso se conoce esa modernización en otras culturas? La tradición no es ciencia salvo que me demuestren lo contrario. Para mí, modernizar la tradición es cambiarla de forma y si este es el objetivo, podemos concluir que lo que se pretende es matarla y enterrarla. En un viaje que efectué recientemente a Europa, un compatriota me preguntó si como la yuca y al contestarle afirmativamente el tipo se escandalizó diciendo: ¿“con lo que eso huele”? y es alguien que desde que nació su pan fue la yuca y como ya se ha europeizado, de repente su alimento básico y el de casi todos los fang ya huele. No me extrañaría que los que cuestionan ahora el nsua como parte de nuestra tradición también lo hagan con nuestros alimentos como este que dice que la yuca huele.

Los europeos siempre consideraron el desnudo como una muestra de salvajismo. Inongo-vi-Makomé comenta en su libro ESPAÑA Y LOS NEGROS AFRICANOS: “Los blancos muchas veces creen que comprenden, y no es así, no comprenden. El caso es que no quieren comprender, ¡sólo imponer! Imponen todo lo que descubren o piensan en un momento determinado, aunque después hayan de imponer lo contrario cuando piensen de otra manera. Toda tradición nuestra es un acto de salvaje, pero ésta puede ser civilizada si es practicada por ellos. Andábamos desnudos por África, vinieron y nos cubrieron con ropas porque eso era de salvajes. Hoy va ellos desnudos, y los civilizados siguen siendo ellos…”

Gustau Nerín en su libro, Guinea Ecuatorial, Historia en blanco y negro escribe: “ En el choque entre los colonizadores españoles y los guineanos, los blancos pudieron sentirse superiores gracias al vestido que los cubría y (según ellos) ennoblecía. La falta de ropa, pensaban los occidentales, no era un hecho accidental, sino un elemento esencial que definía al individuo: “Las gentes eran todavía muy salvajes según lo demuestra el hecho de que la mayoría de ellos fuesen todavía desnudos”, rezaba un texto misional del siglo XIX.

El escritor Inongo-vi-Makomé antes citado relata un incidente que vivió personalmente en su pueblo natal muy frecuentado por turistas extranjeros y sobre todo europeos. “…Estando yo de vacaciones en mi poblado, encontré en la playa que unos chicos muy excitados querían agredir a unos turistas blancos. Pude poner paz a tiempo. Cuando pregunté por la causa de la discusión, los chicos de mi pueblo me explicaron que había pedido a los blancos que no se bañaran desnudos porque era una playa donde iba todo el mundo… efectivamente, los blancos estaban desnudos y no quisieron hacer caso del aviso que los muchachos les hicieron. En mi tribu-comenta-los mayores y los pequeños no se ven desnudos, y mucho menos los hombres y las mujeres. Hay dos sitios en el río, separados por un pequeño bosque que reservan los lugares del baño desnudo de las mujeres y de los hombres. En el mar se hace vestido, porque allí puede acudir cualquier persona y en cualquier momento. Los blancos que en su tiempo nos aculturaron sobre el desnudismo, ya vuelven para reculturizarnos sobre lo mismo. Ir desnudo ahora es algo de gente adelantada, inteligente, y ponerse la ropa ha pasado a ser de incultos.

Uno de los turistas murmuraba en francés: “Pero, ¡Qué brutos son…! ¡Qué salvajes…! Tuve que volver a evitar la agresión. Somos salvajes ahora porque exigimos que no se bañe nadie desnudo en nuestras playas porque ya violan también nuestras tradiciones, ¡y lo fuimos ayer cuando formaba igualmente parte de nuestras tradiciones!...” “…Un día un científico saldrá de su laboratorio, será una mañana, una tarde o una noche, y con cara de alegría gritará al mundo que acaba de descubrir que consumiendo la carne humana la gente será más guapa, fuerte y vivirán más años…En seguida se harán publicidades en todos los medios de difusión. Se venderán recetas y los especialistas escribirán mucho sobre el tema dando consejos en la conveniencia de comer carne humana…” Los caníbales seguirán siendo los negros. Nadie intentará razonar que, aunque es una costumbre condenable, muchos de los que lo hacían lo hacían como ritos. Los reyes africanos comían las vísceras de sus antecesores para heredar su energía y su poder…Los blancos no mirarán eso. ¡Ellos serán los civilizados!

Dicen que las cremas de belleza de las mujeres en Occidente se hacen a base de placentas y embriones humanos. Si las africanas aplicasen tal tratamiento, aunque sea de otra manera no muy elegante, pero buscando el mismo fin, los salvajes seríamos nosotros, como siempre.

“Los blancos que nos desprecian, así como a nuestras tradiciones y costumbres, ¿por qué lo hacen? ¿Porque somos ignorantes y salvajes o porque ellos mismos no se aclaran lo que son…?” se pregunta el escritor.



Fuente: LD

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Véase también la declaración sobre el uso de seudónimos

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