
Por
qué la cumbre USA-Africa de esta semana tiene que hacer más que de boquilla por
los Derechos Humanos y el Buen Gobierno
Tres
notorios líderes africanos
- el de Zimbabue, Robert Mugabe, de Eritrea Isaias Afewerki,
y de Sudán, Omar
al-Bashir - no han sido invitados
al encuentro de EEUU
con líderes africanos que tiene lugar esta semana en
Washington, DC. Sin
embargo, un número importante de otros hombres fuertes de África que llevan gobernando mucho tiempo, como el de Angola
José Eduardo dos Santos,
el de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema
Mbasogo, y el de
Uganda, Yoweri Museveni, estarán
allí. De hecho, más de una docena de países africanos que estarán representados en la cumbre cuentan con registros preocupantes
de derechos humanos por reprimir despiadadamente la libertad de expresión y la libertad sindical mediante
el acoso, la detención, la
tortura y cargos falsos y asesinatos.
Como
dijo el presidente Barack Obama en su discurso inspirador en Accra, Ghana, hace cinco años, el futuro del continente depende de los
africanos, y "África necesita instituciones fuertes y no hombres fuertes." Como la mayoría de
los activistas africanos, yo esperaba
que Estados Unidos resituaran su alianza de seguridad con los dictadores africanos autocrático. Tenía la esperanza de que Estados Unidos seguiría
una política equilibrada hacia el
continente, siendo el desarrollo, la seguridad y la gobernanza como pilares básicos, cada uno con igual
valor. Las libertades de expresión, de asociación
y de reunión pacífica sustentan la
capacidad de los ciudadanos para ejercer
otros tantos derechos y mantener bajo
control sus propios gobiernos. Estos derechos - valorados no sólo en los Estados Unidos
sino por millones de africanos
- deben estar en
el centro del mensaje de Washington
a los líderes de África.
Pero
una mirada más de cercana de
la política de EE.UU. y su práctica en África, muestra que Washington a
menudo prioriza la seguridad
y el comercio a expensas de la buena gobernanza y el respeto de los derechos
humanos.
Tómese
Angola, donde desde hace más de 30 años, el presidente José Eduardo dos Santos
ha ejercido acciones penales,
detenciones arbitrarias, y ha usado una
policía brutal para silenciar a
los medios y al público y forzar la aceptación de su régimen, mientras
que Washington se mantiene centrado
casi exclusivamente por el petróleo angoleño.
O
mírese a mi propio país, Etiopía,
donde hace apenas unas semanas, tres
periodistas y siete bloggeross fueron acusados de "terrorismo" por una supuesta
conspiración para derrocar al gobierno. Son simplemente las últimas víctimas de una
década larga de la represión contra los disidentes políticos, grupos no gubernamentales, manifestantes pacíficos y los medios que se atreven a criticar incluso solo
superficialmente las políticas del partido en el poder. Mientras tanto, el
gobierno de EE.UU. se centra en su
alianza de seguridad con Etiopía por su lucha contra el terrorismo en Somalia.
Bajo Paul
Kagame, Ruanda ha silenciado
a la oposición política y la
crítica independiente a través de una letanía de detenciones,
desapariciones forzadas y el asesinato de opositores políticos y periodistas,
tanto dentro de Ruanda como en el exilio. Mientras tanto, el vecino Burundi
marcó recientemente un nuevo mínimo en el respeto de Derechos Humanos al imponer una sentencia de cadena perpetua a los miembros y seguidores del partido de la
oposición, entre otros, en un juicio manifiestamente injusto que duró solo un día.
Uganda,
otro país cuyo presidente, Yoweri
Museveni, ha estado en el poder durante
décadas, se ha ensañado cada vez
más contra los medios de comunicación independientes y las organizaciones no
gubernamentales, sobre todo en un momento en que éstos están informando y
denunciando sobre corrupción estatal y la mala gestión financiera. Y Teodoro Obiang
Nguema Mbasogo de
Guinea Ecuatorial, rica en petróleo, que celebró su 35º
aniversario en el poder este 3 de
agosto viajando a Washington
para la cumbre, mientras que las
detenciones ilegales, torturas y corrupción
de alto nivel siguen en el país.
Incluso
en Nigeria, que
durante años se jactó de tener una
prensa fuerte y libre y grupos
independientes muy activos, ya hay signos de derivas represivas a
medida que los soldados están llevando a cabo campañas para intimidar y acosar a algunos medios de comunicación que informan
sobre prácticas de corrupción en
las fuerzas armadas. Las autoridades nigerianas defendieron esta intimidación descarada alegando ser una operación rutinaria de seguridad cuando los soldados
interceptaron y destruyeron
los repartos de varios periódicos nacionales en mayo
y junio pasados. Además de esto,
un nuevo proyecto de ley presentado al Parlamento amenaza con cortar
la financiación extranjera de las organizaciones no gubernamentales.
En
Gambia, una serie de leyes represivas ha llevado a la intimidación y el encarcelamiento de periodistas y defensores de los derechos
humanos por ejercer sus derechos a la libertad de expresión y asociación.
Algunos han sido víctimas de
desapariciones forzosas.
De
modo que es particularmente
alarmante que esta cumbre no dará
a los derechos humanos y la
gobernabilidad un papel destacado, y que los activistas permanecerán
en el exterior mirando hacia adentro en un momento en que muchas voces independientes están siendo sometidas a
ataque sostenido en muchos países africanos.
Si
el gobierno de los EE.UU. realmente quiere apoyar a socios africanos estables y prósperos,
entonces esta cumbre debe hacer más
que de boquilla por los derechos humanos y la buena gobernanza en Africa como
ha sido hasta ahora.
Fuente: Foreing Policy