No es difícil entender que lo del “no al censo” no es más que otra vuelta de tuerca para lo mismo, en manos de los mismos: un nuevo juguete. Una defensa redundante del boicot PASIVO a la participación en los procesos políticos. Pues bien, vamos a demostrar breve y fácilmente por qué hay que alentar al censo y, por consiguiente, al voto, a pesar de su evidente “ilegalidad” y del más que previsible fraude en el escrutinio del voto.

Primero: Porque Guinea Ecuatorial parte, en realidad, de una experiencia de “tabla rasa”: de un estado que no es un “estado de derecho” (ley, cumplimiento de la ley, instituciones y órganos jurisdiccionales que velan efectivamente por su cumplimiento), y de una sociedad sin “sociedad civil” (medios de comunicación privados, organizaciones privadas de individuos en defensa y cuidado de intereses compartidos…). Cuando se parte de esos presupuestos, una “oposición” basada en la simple denuncia de las ilegalidades del régimen y las exigencias de cumplimiento previo de la Ley, es una pérdida de tiempo, puesto que los actores que pretenden el cambio no disponen de ningún tipo de amparo por parte del Estado y tampoco pueden recurrir a la organización y conciencia privadas para constituir movimientos de fuerza, de contrapoder. Hace falta acompañar a la denuncia, de un proyecto de acción real que involucre activamente a las personas y desarrolle potencialidades.

Segundo: Porque el pueblo (los pueblos) y los individuos están dominados por una mentalidad pre-estatal, es decir, no se reconocen en un proyecto común, no se reconocen en el proyecto común del “estado moderno”, no han asumido ni comprendido sus instituciones, y la actitud general es de desafección, en la sensación de que los procesos que debieran vincular Estado y ciudadanos les son ajenos. Esa desafección ha sido en gran medida propiciada por gobiernos crueles y abominables, pero también ha contribuido y sigue contribuyendo a ella cierta “oposición” instalada en el boicot, debido a una forma errónea de entender el recurso del boicot.

Me explico: cuando ciertos opositores promueven el boicot, sobre una población que ya acusa deplorable déficit de mentalidad de estado, de proyecto común, no consiguen más que una mayor desvinculación de la misma respecto de procesos que sí la afectan; pero aquí la mayor contradicción, la mayor aporía consiste en que es precisamente esa misma población a la que se pretende espolear para que exija “sus derechos”. Nadie exige, si no considera que le ha sido arrebatado previamente algo, que ha sido violentado en sus intereses… De modo que es necesario involucrar a la población en los procesos, hacer que sienta que es parte interesada de los mismos. La casi totalidad de las reacciones populares que se han producido en países africanos está relacionada directamente con procesos electorales; han sido reacciones populares poselectorales. La tímida reacción popular que hubo en tiempos de la POC no fue como consecuencia de la unión física de la oposición, lectura falsa que se ha dado de aquellos acontecimientos, sino por la unidad de la misma en la convocatoria a la población a participar en el proceso, y a velar, en consecuencia, por sus intereses.

No consigo encontrar nada más estúpido y absurdo que una “oposición” que establece condiciones previas de cumplimiento de la legalidad, sin ninguna alternativa de fuerza, a un régimen caracterizado precisamente por la violación sistemática de sus propias leyes.


Fuente: Propia

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