STOP A LA TIRANIA DE OBIANG

Existe una estrategia desplegada por los amigos de Obiang, que intenta convencer a la gente de que el tirano tiene todas las ventajas para seguir en el poder, que cuenta con el apoyo de las grandes potencias y de las multinacionales, que no es responsable de lo que pasa, que el país avanza y que ante esa situación no queda más remedio que aceptar ese poder y pedirle al tirano que conceda algunas pequeñas parcelas a la oposición, petición que se ha de hacer siempre desde la humildad y el abatimiento porque si no la omnipotencia del tirano puede desplegarse contra los enanos súbditos.

Los informes de las Naciones Unidas sobre los Derechos Humanos en Guinea dejan a las claras que las violaciones datan de hace mucho tiempo y que nada ha cambiado sustancialmente a mejor, si acaso ha habido un empeoramiento. Nadie puede a estas alturas creer que Obiang desconoce las violaciones graves de los Derechos Humanos de guineanos y extranjeros que residen en Guinea. En todos los episodios de violaciones la figura de su hermano Ondo Nguema está presente y por tanto Obiang Nguema es el responsable directo de estos crímenes.

Replegarse de la actitud combativa que reclama el fin de las violaciones de los derechos fundamentales de los guineanos es, como poco, ser corresponsable de nuestra triste historia casi centenaria de sufrimientos, muertes, cárceles y violencia. Acudir en genuflexión a Obiang para rogarle el fin de sus crímenes es un acto estúpido e inútil.

Obiang no representa por tanto un futuro halagüeño para nadie, ni siquiera para sus colaboradores.

En algún almacén destarlado del aeropuerto de Malabo reposa un equipo llamado ILS - Instrument Landing System-. Este equipo se compró para dotar al aeropuerto de Malabo de un moderno sistema de aterrizaje de precisión. Nadie sabe por qué no se ha instalado, nadie se quiere hacer responsable de su instalación por si acaso.
Más de cien proyectos emprendidos para modernizar el país sólo se han desarrollado un 30% y hoy suman la lista larga de los proyectos fracasados. Muchos de ellos se financiaron con recursos extranjeros a cuenta del erario público guineano, como ocurre con el edificio de los aeropuertos de Bata y Malabo. Gran parte de la deuda externa se generó con esos proyectos fracasados. Y esos proyectos han fracasado por la acción consciente de los analfabetos que forman el equipo que desgobierna en Guinea.
Hace poco se celebraron unas conferencias nacionales sobre la sanidad y sobre la justicia. El objetivo era mejorar la sanidad y la justicia inculpando a los funcionarios de su mal funcionamiento, en un alarde de cinismo de los muchos que nos tienen acostumbrados los bárbaros que ocupan Malabo. Tres meses después todo ha quedado en agua de borrajas. La sanida seguirá matado a los guineanos y la justicia seguirá inexistente o produciendo injusticias en el país.

El proyecto del complejo portuario de Luba data de hace más de cuatro años y en él hay invertido muchos miles de millones de CFAS procedentes de financiadores extranjeros. Hoy se encuentra paralizado porque el país no funciona.

Cerca de Malabo los americanos instalaron una central térmica de gas con capacidad suficiente para las necesidades energéticas de la capital. Hay además otra central en construcción para asegurar el probable incremento de las necesidades energéticas del sector industrial ligado a las empresas petrolíferas y al puerto industrial de Luba. Pero Malabo no tiene luz eléctrica y nadie es capaz de resolver esta paradoja.

Cuatro presos políticos de los 58 condenados injustamente en mayo del año pasado han tenido que recibir atención médica aquejados de fiebres tifodeas y de maltratos físicos. Para su curación han tenido que usar los medios de los familiares y asociaciones de presos porque la cárcel de Black Beach no dispone de un presupuesto que garantice la alimentación sana y el mantenimiento sanitario de sus presos.

La cárcel de Malabo no depende del ministerio de justicia y no hay un juez encargado de la vigilancia penitenciaria que dé garantías a los encarcelados, a pesar de que fueron sentenciados por unos jueces –iletrados eso sí pero jueces al fin y al cabo- que son los que deben vigilar el estado físico y mental de los encarcelados hasta su liberación. Fueron condenados a penas de privación de libertad pero no fueron condenados a la muerte en la cárcel por torturas físicas y mentales, hambre y desasistencia médica.
Para colmo hubo en su día petición por los letrados de recurso y hasta la fecha tal recurso no ha sido visto por ningún juez del tribunal ad-hoc, ni la corte suprema –otra institución inútil- se ha manifestado al día de hoy sobre el particular como es su obligación.

En una país donde la anemia es frecuente, no hay bancos de sangre para realizar trasfusiones. En un país formado por islas, algunas separadas más de 400 millas, no hay un barco nacional.

El equipo que lleva desde 1979 desgobernando el país no tiene en sus mente los esquemas básicos de una sociedad moderna, no hablemos de la racionalidad científica, ni lo que supone una organización. No hay ningún signo que evidencie que tales bárbaros se hayan vuelto permeables a los conceptos de cualquier sociedad civilizada, mas al contrario, se han convertido en unos maestros de la manipulación de la verdad. El conocimiento, la razón, el desarrollo y la organización constituyen las fobias del poder político bárbaro, cuyo único objetivo es destruir el país mientras delinquen amasando fortunas de forma miserrable.

Seguir con este equipo y con esta situación supone sentenciar a Guinea para siempre al ostracismo de las ideas, costumbres y hábitos de la sociedad del siglo XXI. Si Guinea está en el caos de todo tipo, eso no parece que vaya a cambiar con el tiempo. Con Obiang el caos irá a más y las rentas del petróleo, que permanecen en su mayoría fuera del país a nombre de la familia del tirano, no harán más que incrementar el desgaste de los guineanos que pugnan por avanzar en vano ante la espectativa del petróleo.

Terminar con el caos es lo único que se puede pedir, incluso más allá de predicamentos políticos. La tiranía es el caos y el caos es la tiranía. El autor de tanta barbarie se llama Teodoro-Obiang Nguema Mbasogo.

Nosotros que no conocimos ningún futuro porque fue nos fue sustraido por las hordas salvajes, debemos construir un futuro para las próximas generaciones. Ese futuro pasa necesariamente por desvincular del modo que sea a los bárbaros del poder. Ya no caben otras alternativas.
Para ese futuro hay que pactar un acuerdo nacional, aunque sea a costa de dejar en la cuneta a gente que se han pasado toda la vida intrigando en lugar de construir por la unión real.

Si dentro del país no ha podido articularse una conferencia nacional por la transición hacia la democracia, que la Conferencia de Paris sea el marco para urdir el marco para el cambio. Obiang ya es historia. Ahora la responsabilidad es nuestra.

Celestino Okenve
Profesor Universitario y Presidente del Foro Solidario por Guinea


Fuente: okenve

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