Circulan tiempos de confusión. Los guineanos, o lo que quede de ellos, asisten perplejos a una ceremonia prevista en la que los complejos de culpa de lucha contra la injusticia y la desigualdad crecen y se desarrollan como los capullos en primavera. Ya debemos estar analizando el atroz sistema de discriminación y opresión que permite que después de tanto tiempo sigamos sufriendo la dictadura. Mientras tanto, existe una idea casi compartida en el imaginario colectivo de la oposición guineana y es que “nadie nace opositor”.

Mi conciudadano Fernando Abaga, al que como él a mí, me gustaría conocer y a quien admiro y me gusta a leer; también sostiene esta tesis. Argumentan y sostienen que no están allí para hacer el trabajo de nadie, ni se han declarado mártires de la causa de todos, ni son opositores para que otros gozan de paños calientes mientras ellos sufren la persecución, cárceles y muertes. Resolviendo esa ecuación lógica, llegamos al siguiente desenlace: Los políticos de la oposición se “han hecho” políticos por que “quieren”, por tanto no están obligados a aceptar reprimendas de otros que no ponen la cara. Que la lucha contra la dictadura no es sólo de la oposición, sino de todos. Que son ciudadanos que luchan como todos para hacer desaparecer la dictadura y en resumen: no son políticos, sino que las circunstancias les obliga asumir un rol que no es de ellos, y así sucesivamente.

Veamos: si partimos en el hecho demostrado que Guinea Ecuatorial es una dictadura y que hay gente que la sostienen, llegamos a la conclusión de que los políticos de la oposición deberían haber nacido opositores. Digo eso, porque aquí ha radicado y radica uno de los fracasos de la lucha contra la dictadura. En este país nadie es político por vocación y no todos están para luchar contra las injusticias, discriminaciones y las opresiones. En este caso sólo es posible manejar estas variables: o naces opositor o dejas sin meterse en la política, o la lucha es de algunos o vamos irremediablemente al sumidero del fracaso. Y de eso puedo afirmar sin miedo a equivocarme. No se hace político por que uno quiere y la lucha contra las injusticias y la opresión tampoco es de todos. Porque existe gente que viven para infligir el mal por infinitos motivos y no estarían dispuestas a que la vida sea un gremio de paz, justicia y libertad para otros. Y sigo. Los opositores no son “ciudadanos” que luchan como todos contra la dictadura. Son ideas que siempre se escucha y se oye de boca de los que “dicen que son políticos” y huelgo a decir que se equivocan.

Empiezo por la primera afirmación: “nadie nace político, ni opositor”. Es una verdad a medias, y en caso de Guinea Ecuatorial los que dicen ahora ser políticos se han equivocado del camino y deberían declinar ese apelativo y buscar realmente lo que son. Si no nacieron políticos deberían dedicarse a lo que nacieron. La política es vocación es propensión y es disposición. Y eso nace con la persona; no pocas veces decimos que ese niño va para algo, se le escucha cuando habla, nunca dice tonterías, es porque tiene una cierta disposición llamada hacía una misión concreta donde vislumbra sus cualidades. Si bien es cierto que en Guinea Ecuatorial no tuvimos o no tenemos la suerte de elegir y desarrollar nuestras cualidades innatas, de hecho, muchos de nosotros se vieron truncadas sus vocaciones, pero tampoco deja de ser cierto que la exigencia hacía una misión que compromete requiere un mínimo de aptitud. No hace falta ser un sociólogo y psicólogo para observar, que en nuestra sociedad guineana hay gente que se equivocaron de vocación: políticos, sacerdotes, militares, abogados, educadores, etc. etc. En Guinea muchos no ejercen para lo que nacieron sino para lo que no nacieron, y de eso todos muchos metidos, en parte por lo dicho anteriormente y en parte por que no se ha querido remediar este asunto y sobre todo, porque en nuestro espeluznante sistema educativo, no se aplica a ninguno el cuestionario de interés profesional. Es un problema común que posiblemente será difícil de remediar, pero se puede y se debe intentar.

Siendo así, no estamos en pos de seleccionar mártires por esa causas. Pero también hay que pedir un mínimo común de honradez y humildad para los que se erigieron como opositores políticos. Si piden nuestra compasión se la damos, pues que sean sinceros y que nos digan que están allí porque no hay otros y que no nacieron políticos y están haciendo lo que pueden para acabar con la dictadura, se lo agradeceremos. ¿Pero dónde está el peligro de eso? Que lean mi penúltimo artículo: Políticos que van vestidos de redundancia http://www.guinea-ecuatorial.net/ms/main.asp?cd=ni8559. Es el peligro. Que los propios métodos que rechazan, sean los mismo que recurren y que escriban debajo de la mesa las siglas de partidos políticos cuando en realidad no son para estos menesteres. Y aquí todo tiene su exigencia.

La única diferencia que encuentro yo, entre uno que insulta al pueblo diciendo que “los guineanos son holgazanes” y otro que también insulta diciendo que “Guinea y los guineanos somos un pueblo dormido” es que el primero gobierna ahora y el segundo está en la sala de espera para hacerlo después. Y no me digan que los dos no tienen un máximo común denominador: insultar al pueblo que gobiernan o quieren gobernar a la cara, despreciar a ese pueblo que gobiernan o quieren gobernar, guiarse por los estereotipos y prejuicios, o estar convencidos de que el pueblo guineano es un pueblo idiota. Con estas afirmaciones, unos demuestran una dictadura manifiesta y otros una dictadura encubierta. ¿Se imagina a alguien que quiera asumir el poder en Méjico afirmar en un mitin que los mexicanos se pasan el día tomando tequila a la sombra de un cactus o arremeter públicamente en un mitin en Finlandia que las rubias son tontas en un país plagado de mujeres rubias? ¿O un Inglés que bronca a voz en grito que los suyos que son malos pagadores y sus matrimonios son infelices, o un político Belga que airea de que los belgas son unos quejicas; y un francés que diga que los adultos franceses son los que menos se casan; mientras que los británicos se casan en mayor número, aunque luego son los que más se divorcian? Son estereotipos o prejuicios que juegan la seriedad política de quien lo afirma. ¿No hay otra manera más democrática para estimular al pueblo que acudir a sus estereotipos y prejuicios? Allí los tenemos a los dos, sin si quiera una petición de perdón o una aclaración de lo que dicen o han querido decir.

La política no es para todos, sólo es para aquellos que sí nacen políticos. Y añadimos más, la democracia no es para todos, sino aquellos que nacen demócratas. A mí me gustaría también ser político y demócrata en sentido práctico y útil, pero soy un abnegado para ello; porque no aguanto a que un imbécil o un idiota me miente a la cara y yo sin decírselo, ni que me insulte sin devolverle el insulto. No puedo quedarme con la boca callada viendo cómo un merluzo y un papafritas aglutina a tanta a gente y empieza a soltar sandeces. Yo asistí en varios mítines en Bata en los municipales de 1995, escuché a varios políticos A Severo Moto en la explanada de la oficina de su partido cerca de “La Ferme”, escuché a Plácido Mico y a Bacale en la plaza del reloj en Bata, escuché a Obiang Nguema en el Instituto Carlos Luanga; la verdad sea dicha, de las tres alocuciones ninguna me dio cuerdas para embarcarme en el tren de la política, y creo en parte, por que no tengo ni he tenido esa vocación. Y eso no casa con “lo políticamente correcto”. Tampoco mi estado contradice en nada la afirmación aristotélica que el hombre es un animal políticos, es como que todos comiendo de lo mismo, pero acabamos expulsando cosas diferentes en este alcantarillado común que compartimos.

Otro mal que encubre este modo de pensar es quienes afirman que “los opositores lo hacen impulsados por las circunstancias que afectan a la mayoría de los guineanos”. Estoy de acuerdo en parte y no en todo. Si lo hacen, mi recomendación es que no deberían hacerlo “impulsados por dichas circunstancias”, sino por la convicción de que la dictadura gestiona mal los asuntos públicos. Porque lo anterior no necesita políticos para resolverse, sino más bien activistas, revolucionarios, rebeldes y defensores de los derechos civiles; como un Gandhi, un Martín Luther King, un Mandela o un Oscar Romero. Un activista es un agitador político que puede o no estar afiliado a un partido político o comparte sus ideales en parte o en todo. Pero un político es una persona que rige o aspira a regir los asuntos públicos puro y duro. Muchos activistas no tienen ninguna intensión de regir los asuntos públicos, luchan precisamente por una situación de desigualdad, de opresión de injusticia que ciertos grupos infligen a otros. El obispo Oscar Romero no denunciaba las injusticias y la opresión en El Salvador por que quería gobernar el país; ni King luchaba por los derechos civiles para aspirar a la presidencia de los Estados Unidos de América; ni Gandhi luchaba contra los británicos para ser presidente de la India; ni el solícito Mandela, que luego cedió el poder, tenía como objetivo gobernar Sudáfrica. Son personas, que movidas por las brazas de la injusticia, de la discriminación, de la opresión sintieron la obligada necesidad de luchan para establecer mecanismos de igualdad, de justicia y de libertad. Una vez lo consiguieron dejaron paso a que los políticos honrados gestionara democráticamente los asuntos públicos. Fueron hombres que cargaron a sus espaldas al pueblo y algunos lo pagaron con sus vidas.

¿Y esta lucha contra la dictadura o contra cualquier opresión es de todos? No. Es mi respuestas y mi opinión, que cada cual echa su imaginación a volar y diga lo que le parezca, pero me abstengo a mi negatividad. La lucha contra la dictadura, como equivocadamente piensa la rama opositora, no es de todos. Y esto lo tienen que tener claro los “opositores”. Estamos de acuerdo en que Guinea es una dictadura feroz, pero hemos de ser realistas, esta dictadura favorece a muchos guineanos y no guineanos a mucha gente. Aquí en Guinea sólo está prohibido hablar de la política y la política en este país es criticar a obiang, incluso no a su gobierno. El guineano está libre de matar, usurpar, robar corromper a menores, y criticar la gestión del ministerio de enfrente, siempre que esto no pone en peligro a obiang y su familia. Y ejemplos tenemos miles y no voy a perder tiempo para entrar en detalles. Y ese es un mundo idílico que atrae si no a todos al menos a muchos de los mortales, y máximo si por medio existe una carencia absoluta de una mínima formación humana, religiosa y profesional. Un jefe demasiado rígido en Guinea, es un jefe que pide requisitos mínimos que se pueda pedir a un trabajador en su puesto de trabajo: puntualidad, responsabilidad, higiene, buenos modales, honradez, compromiso etc.

No pocos guineanos y extranjeros que tuvieron la suerte de estudiar en países democráticos cuando han llegado a Guinea Ecuatorial, han hecho exactamente lo mismo que los que no tuvieron esa posibilidad, y en muchos caso, como que más. Debe haber un gusto para este modo de vida. Y ese gusto es la falta de vigor, el oportunismo, el laxismo moral etc. Y otra incapacidad para que algunos puedan luchar contra la opresión como la que tenemos, es llanamente incapacidad humana. No todos humanamente saben qué hacer cuando te discriminan, te oprimen, te matan y te reducen al silencio, sólo tienes la impotencia en la mano. Y eso pasa a muchos de los que estamos aquí. Por eso no puedo compartir esa afirmación de Fernando Abaga, que “muchos guineanos” están en contra de la dictadura. Yo no creo que “muchos guineanos” estén contra la dictadura. Quizás fue allá en 1995, cuándo no había mucho petróleo y la oposición pisaba fuerte, y muchos guineanos soñaron hacía un cambio. Pero aguardo aquí con mis dudas si esta sigue siendo los parámetros con que manejamos hoy en día.

Porque en primer lugar, la dictadura se ha reforzado inmensamente en recursos humanos, en recursos económicos, en recursos técnicos y cada día reduce a la población a sus caprichos. Su estructura es cada vez más compacta, densa y sólida. Sin que esto deja lugar a especulaciones en que, una posible ausencia del dictador por enfermedad o por sucesión o lo que sea, pueda ablandar, debilitar y abrir surcos en esta estructura para que cuele la democracia; pero mientras no se produce tal cosa, se sigue reforzándose la dictadura.

En segundo lugar, muchos guineanos que ejercen cargos políticos importantes en nuestro país, incluidos sus hijos, son en realidad, personas que pueden convertirse en perfectos carteros y barrenderos en una Guinea Ecuatorial democrática. Y en la lógica humana, no estarían dispuestos a acceder el puesto a personas cualificadas. Un currículum cualificado apesta en cualquier oficina de recursos humanos de cualquier departamento ministerial en Guinea Ecuatorial, simplemente porque no quieren la sombra de los profesionales cualificados para competir en condiciones de igualdad.

En tercer lugar, coincidimos que Guinea es muy pequeño y “todos nos conocemos” y la suerte o desgracia de que nuestra estructura familiar alimente esta visión y estos modos, también tiene su razón de ser. No sabré decir, sin una estadística en la mano, cuánta gente defiende cabalmente a la dictadura, y cuanta gente la reprochan íntegramente. Me juego a muchas respuestas que igual no nos guste. Yo sí diría, ojala me equivoque, que “muchos guineanos” ya aman demasiado a esta oprobiosa dictadura, consciente o inconscientemente. Manejan unos parámetros según la cual, sólo Obiang y los suyos pueden gobernar este país, cualquiera que venga será peor que él/ellos. Cosa que no comparto en absoluto. Pero el imaginario colectivo guineano piensa así, lo compruebo día tras día en mi puesto de trabajo y en mi barrio aquí en Guinea Ecuatorial. Y ese apartado da para un artículo intenso, de cómo los guineanos y extranjeros han llegado a encariñarse con la dictadura. Existen muchos factores sociológicos, psicológicos, y contextuales que explican estas variables. Con eso estaremos, de acuerdo en que, no todos quieren la caída de la dictadura, ya hay muchos fuera y dentro que la aman, la piropean, hasta la conquistan. Y que estarían dispuestos a sacrificar sus vidas por ella. Y también estoy absolutamente de acuerdo con Fernando Abaga en que “las dictaduras caen justo cuando deben caerse”.

Para sumarnos a la iniciativa de la oposición, es necesario hacer un propósito de enmienda y aclarar las convicción, los principios y las vocaciones de quienes se ven capacitado para regir los asuntos públicos; porque lo contrario sería pagar demasiado caro unos resultados insuficientes que es lo que ha sido nuestro pasado.

Un primer error a evitar sería crear partidos políticos, o erigirse en políticos desde la convicción de las circunstancias que vive el pueblo; quién quiera embarcar en esta aventura debería hacerlo desde las convicciones políticas de que el otro lo ha hecho horrorosamente mal, si no es así, mejor ser activistas, revolucionarios y rebeldes que también vale.

Segundo error a evitar, sería pensar que esta dictadura no tiene hoy por hoy seguidores del alma que lo custodian celosamente, porque le está proporcionando o no grandes ingentes beneficios.

Un tercer error sería seguir pensando que esta lucha contra la dictadura guineana es de todos. No lo es. Esta dictadura (obiang) se ha encarnizado en muchos guineanos (Francisco Pascual Obama Asue es un ejemplo) y no están dispuesto a ceder.

Y un cuarto y último error sería pensar que no hay nada que hacer. Y Fernando ha puestos muchas recetas con meridiana claridad en muchos de sus artículos para acabar con la opresión, la discriminación y la desigualdad en nuestro país. Y yo añado, el activismo, la revolución y la rebeldía pueden hacer caer esta estructura.

Si es bien verdad que nuestros mundo no necesita personajes fuertes sino instituciones fuertes; no deja de ser verdad tampoco que las instituciones necesitan a líderes que vigorizan e inspiran a las instituciones. Un líder sin instituciones es indefinido y una institución sin líder es improductiva. Y en eso hay que estar unos arrimando el hombro a los otros para mejorar nuestro mundo y nuestras vidas.
Crispin


Fuente: propia

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