Partimos con la hipótesis de que nadie quiere violencia. Claro que no. En el mundo mundial de los mortales “normales” se aborrece la violencia y no la quiere nadie. Pero muchos de los que hoy dicen no quererla en Guinea Ecuatorial, son también aquellos que no quieren ver el avance de enemigo del pueblo guineano o miran para otra parte y no lo reconocen como tal. Me refiero a la Dictadura Guineana con todos sus excesos. Y me refiero también a los que colaboran con ella. En este suelto, quiero seguir hablando del colaboracionismo occidental y su complicidad con la dictadura: España a la cabeza Francia y Estados Unidos incluidos. Muchos de estos países, conocen en sus carnes lo que es capaz un pueblo oprimido: La Guerra Civil Española es manifestante ejemplo, La Revolución Francesa testigo y Estados Unidos sigue cicatrizado hasta hoy por la Guerra Civil de 1865-1918.

Si tomamos como ejemplo a España, por razón de simplicidad, diremos que las causas que ocasionaron la guerra civil Española, no distan mucho de las que la pueden llegar a ocasionar en Guinea Ecuatorial: una economía incapaz de satisfacer las necesidades del pueblo; una oligarquía terrateniente sólo preocupada por sus beneficios e incapaz de los cambios más elementales de la sociedad; una estructura social con abismales diferencias entre pobres y ricos, con una pequeña oligarquía poderosa que malversa los fondos del estado para caprichos personales, unas clases bajas en continuo decrecimiento con una clase media inexistente para servir de elemento equilibrador; y una sociedad polarizada.

Lamentamos decir que esta violencia que puede llevar a fracturar la sociedad guineana, ya está aquí. Vemos que la dictadura sigue realizando detenciones arbitrarias, torturas en las comisarias, discriminación étnica, brutalidades innecesarias, injusticias, corrupción. Y los motores internacionales se callan, colaboran o se miran para otro lado. Negando, que esta violencia no está a la vuelta de esquina y hablan de paz en Guinea Ecuatorial. No es verdad. Aquí no hay paz, y les digo a mi pesar, que la violencia ya está presente y la paz alejada, y la sociedad dividida. Pienso y espero equivocarme, que algunos de los que hoy no ven, siquiera de manera remota los excesos de la dictadura como tal, acabarán dando la razón a los que invitamos a que reconsideren esos apoyos a la dictadura. Estos gobiernos represivos ya no tienen lugar en nuestro tiempo. Repito que no conozco a nadie en su sano juicio que esté, de por sí, a favor de la violencia. Pero, en cambio conozco a muchos que suelen cambiar de criterios en funciones de los momentos.

Europa, y España en concreto, en cuanto al asuntito guineano, le pese a quien le pese, son contradictorios: todo lo que ha sido hasta ahora de tomas de sus posturas, lo ha hecho siempre de una forma de colaborar con la dictadura y ayudarle a saquear el país y la postre menguando constantemente la fuerza de unidad de la oposición democrática. España como nación y España como poder político parece olvidar que la dictadura guineana ha declarado la violencia a los guineanos desde hace tiempo y que los guineanos, en mejor de las circunstancias, deberían estar actuando, sino lo han hecho, en virtud de la legítima defensa.

Cuando el pueblo Libio respondió a la violencia de la dictadura de Gadafi, los mismos que presuponían la debacle anduvieron un tiempo transitando por el catastrofismo, augurando una larga y sangrienta contienda que no beneficiaría los libios. Si se equivocaron entonces, podrían equivocarse ahora también. Nadie dice que sólo con esa dictadura se hace mejor los negocios con Guinea Ecuatorial. Al revés, con esta dictadura, lo que se logra es imprimir más violencia al pueblo de Guinea Ecuatorial, que ya respira violencia por los cuatro costados y esto debería ya obligar a muchos en su conciencia a reconsiderar algunos supuestos que maneja la dictadura y los suyos. Nadie quiere la violencia en Guinea Ecuatorial, ni mucho menos el que escribe este suelto, pero está a la vuelta de la esquina.



Fuente: reflexiones

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