Mátalos suavemente es el título de la película de Andrew Dominik inspirada en la novela de George V. Higgins titulada Cogan´s Trade. Unos asaltantes se hacen con un botín en una partida de póker. Los capos del casino, para encontrar a los culpables, acuden a Jackie Cogan (Bran Pitt), un sicario de gran inteligencia para matarlos suavemente uno por uno. La muerte de Carmelo Owon Owon, a quién Dios le guarde el mejor de sus vergeles es fiel retrato de esta película de Andrew Dominik, donde la dictadura a través de sus sicarios nos va quitando la vida uno a uno. Todo esto nos debe llevar obligadamente a una profunda reflexión: hacía el futuro de nuestro país, la convivencia, la reconciliación, conciencia moral, etc.
Hoy se llama Carmelo Owon owon, era universitario y estaba trabajando turno de noche para poder costear sus estudios universitario, buscaba su futuro meritoriamente sacrificando el sueño, la amistad, su tiempo de ocio custodiando las dependencias de la empresa SONAGAS; mañana será otro. “Los asesinos le dispararon en el abdomen y después de comprobar que no se había muerto aún, uno de ellos volvió a dispararle” afirma el testigo. ¿Sólo me gustaría saber qué pasa en la conciencia de un militar de profesión que juró por Dios y prometió por su conciencia y honor cumplir fielmente sus obligaciones, guardar y hacer guardar la constitución como norma fundamental del Estado y entregar su vida en Defensa de Guinea Ecuatorial, pasa toda su vida asesinando, matando suavemente a esta población que juró defender? Cuesta muchísimo, al menos, a mí, entrar en la cabeza de quien aprieta el gatillo de un arma para asesinar a otra persona. Me gustaría saber lo que siente este militar unas horas después de segar la vida de un inocente ciudadano, sus días, semanas y meses posteriores, su conciencia, su vida familiar, qué dice, cómo borra estas imágenes en su conciencia, qué piensa de la familia del finado, qué logros o frustraciones adquiere su autoestima. Tengo ganas de ver este universo mundo de un asesino.
Se sabe que Carmelo Owon Owon estudiaba en la universidad, no se sabe que el Rector de dicha universidad o el decano de su facultad hayan tomado alguna iniciativa para recordar el alma de uno de sus alumnos asesinado vilmente por los militares, como se haría en cualquier lugar del mundo. Se sabe que trabajaba en una empresa de Seguridad del hermano del presidente de Guinea Ecuatorial y en el momento de su asesinato se encontraba en el puesto de trabajo, tampoco su ‘jefe’ ni sus compañeros trabajadores hayan hecho nada. Los militares que asesinaron a Carmelo Owon Owon, están libres y en la calle, probablemente diseñando métodos para elegir y asesinar otra victima. Ni el juez, ni el fiscal hayan requerido una investigación. ¿Señores, de dónde venimos nosotros los guineanos, y hacía dónde vamos?
Uno de cada cuatro guineano sufre acto de violencia, muchas veces acabado en asesinato, por parte de los militares y cuerpos de ‘seguridad’ . Algunos pocos guineanos le echan valor y se enfrentan a estos asesinos y salen victoriosos; pero una inmensa mayoría, casí el 99% como Carmelo Owon, Owon, mueren en el intento.
Guinea Ecuatorial ha sido siempre una pequeña jungla, en la que sobrevive a base de valentía, intuición y resistencia. La ley no existe aquí en Guinea Ecuatorial; parece de broma, pero así es. Los matones guineanos son tan antiguos como la mismísima dictadura. La vida aquí depende siempre que seas de la familia del dictador, que tengas una apariencia externa que imprime respeto, que seas un tipo rudo y de mala educación y que no respetes la vida de los demás, que seas primitivo y que no respetes ninguna norma de convivencia, en este caso se puede sobrevivir aquí en Guinea Ecuatorial. Pero no todos son de este jaez: existen aquellos predispuestos a respetar a otros, a considerar importante la vida humana, a tener una conciencia moral, una ética de responsabilidad, este grupo pasan auténticos calvarios y llenan los cementerios de nuestras ciudades, barrios y poblados.
El ejercito guineano cuenta con un alto número de hijos de puta, asesinos compulsivos, ladrones amparados por sus jefes que les licencian para que sean los malos de la película. Muchos de estos militares, que hoy llamamos asesinos, no son siquiera del distrito de Mongomo, ni de la tribu Esangui. Alguien debería atencionar a estos jóvenes militares sobre el juego sucio que les mete la dictadura. Sí antes asesinaban los Ondo Nkumu, Nguema Eyi, Adzi Nana y compañía, todos del círculo familiar de Obiang, hoy el testigo de los asesinatos lo han pasado a jóvenes militares de otros distritos, para diversificar las muertes y repartir las responsabilidades.
Cada padre, cada madre, cada hermano, cada hermana, cada hijo, cada hija, cada amigo, cada amiga, debería sugerir y alentar a los militares guineanos que dejen de matar a sus propios hermanos. ¡Ya está bien!. Estos asesinatos son cada día incomprensible. La muerte de Carmelo Owon, Owon, nos obliga a un examen de conciencia, a una reflexión profunda sobre el tipo de país que soñamos en el futuro. Sobre todo a decir ¡Basta ya!
Fuente: reflexión