Uno de los principios de un dictador es su “verdad” que nunca puede renunciarse. Y la mayoría de los dictadores piensan que son víctimas y no verdugos. Mover a un dictador de sus posicionamientos es una empresa difícil de labrar. Ninguno de ellos, hasta estos tiempos que corren, ha cedido a los trasiegos de sus posicionamientos dictatoriales a democráticos. Hemos visto durante la historia la facilidad con que una democracia se convierta en una dictadura, pero casi nunca una dictadura se ha convertido en una democracia; si eso no ha existido antes, Guinea Ecuatorial no va ser un caso insólito en el que esos extremos se dan. No, no habrá cambio democrático en Guinea si el que ha implantado la dictadura no muera. La dictadura es un tumor canceroso y se cura amputando el miembro gangrenado o aplicándole un acertado quimio.

Por esta razón, los que mejor han entendido y entienden a los dictadores son los revolucionarios y golpistas. Créanme. Estos que visten el camuflaje y suben a las montañas a pegar tiros, como dijo algún día un compatriota, ¡qué gran verdad!. Nunca juegan con el tiempo y saben lo peligroso, que es una ideología dictatorial. Con chalados y gamberros como los dictadores asesinos y ladrones de su pueblo, hay poco margen de maniobra y lo más efectivo a la hora de establecer relación con semejantes asesinos ladrones y a todos los que le siguen la corriente es pegarles tiros o ponerles bombas debajo de sus coches y hacerles añicos.

Las dictaduras son gobiernos extremos: persiguen, torturan, asesinan, matan y roban a su propio pueblo; ¡qué les voy a contar que muchos no saben!, lo que sí os tengo que contar y de eso parece que muchos no saben o no quieren darse cuenta, es que las dictaduras necesitan soluciones extremas. Cuando algunos Libios, tunecinos o egipcios; los que están poco dado a los complejos y a este cinismo de manual, habían tomado la decisión de echar a sus dictadores, una jaima y un conjunto de camellas se alzaron las voces de preocupación diciendo que era una línea y camino equivocado, que si la violencia engendra violencia y estas gaitas postmodernas. No ha tardado mucho, paraque varias de estas voces estén transitando a posicionamientos revolucionarios.

No es necesario una piedra filosofal para detectar la perversidad de un dictador. Está claro y a la vista de todos, tampoco hace falta hacerse cómplice de sus deseos, ni poco menos considerarlos como mal menor; no lo son. Los dictadores, tarde o temprano son bestias que matan y no sólo eso, sino que comen lo que matan. Pero hemos de mantenernos en la cabeza y en las venas que estos bichos sólo saben matar y robar al pueblo, y la única manera para responderles es enviarlos con suerte en una caja de madera al cementerio, caso de que no, que los servicios de limpieza los recoja con una aspiradora, les incineran y que echen ese polvillo al océano, así nos olvidamos de él y que no haya sitio más tarde para sus memorias. Aquí no veo otro camino, si después de 34 años se sigue persiguiendo a un exiliado, se confunde “pobreza real” con la “pobreza mental” es que nunca hubo cambio y no lo habrá. Por lo que, las medidas tangenciales no están al uso.

Otra cosa, muy bien distinta, es que hagamos los ruidos necesarios (el escaño parlamentario incluido), para dar esa impresión de un país que también hace política como los otros; mientras aguardamos velas en mano, una posible coma inducido. Es la solución mucho más cómoda, sólo tiene como mal aliado el tiempo y la transmisión y de ideología y nada más; y así podemos esperar hasta que el santo demonio, haga sus deberes.


Fuente: reflexiones

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