PRISIONERO EN LIBERTAD:
Mitoha Ondo´o
“Se me escapa, se me va en el aire”
Concha Buika
“¿Qué clase de libertad me han dejado? ”
J.M. Coetzee
No es el viento el que me trae lo que siento. No. El pesar no me lo trajo el viento, el aire: esta interna comezón, producida por un sentimiento de pesadumbre transmitida a borbotones por los prohibitivos voceríos irrumpidos de cuerpos violentamente vaciados y condenados al eterno sacrificio: el patíbulo, es la soñolienta y triste narración expelida de generación en generación por hombres en vísperas del desfallecimiento. Ya sin luz en los ojos ni para redimirse e iluminar un fatuo porvenir que desde hace tiempo ha dado ya la espalda al reflejo de su propia resonancia; sus voces, de oxidada y nimba claridad, sin la límpida transfiguración corporal de seres en cuyos cuerpos transpiran las cábalas del tiempo, de tiempos sin celdas ni extraños
recelos ni aristas o falsas cortapisas, franquean los umbrales de mundos enfrascados en otros mundos menos estrafalarios, de intensos colores y por donde los ecos de sus otros yos, vislumbres de ánimos imperecederos en constante flotación por el océano del universo, claman justicia a la sibila de plano semblante, sin facciones ni determinados rasgos genotípicos, plantada frente a la gran montaña refulgente y bordeada de rostros debebes esculpidos por los dientes afilados del viento soplado por el mago Karabankoro.
Esta noche, noche de agravadas y recargadas fábulas sobre exilios, violencia política, pesadillas tribales y absurdos regionalismos, viene cargada de maduros presagios que pronto serán la plasmación de nuestras incuantificables desgracias causadas por ambicionar con inusitada convicción, y sin hacerle ascos al eructo del escrúpulo, el poder político. Aunque nuestra colectiva voluntad, nuestro natural folklore por albergar otro día mejor en la actual estancada de la estación seca de nuestro devenir, era hacerle ceder la balanza en nuestro provecho y retomar las riendas de nuestro propio destino. Pero las consecuencias de ansias de tanto poder cargaba ya en nuestro cuello como si fuera pesada ancla arrastrándonos al fondo de los abismos, nos margina, hundiéndonos cada vez más en la profundidad de la intemperie de una
colectiva prisión que oculta el auténtico alcance de sus maniobras llenas de inquina, y cuyas consecuencias ya
estamos pagando todos por adelantado. ¡cuantas esperanzas puestas en la autodeterminación, el grano del sueño en la tierra fértil de las independencias! ¡cuantos sueños ahogados, en la abundante salinidad del mar!
Por las calles de las ciudades fantasma de la pequeña nación de Porto Vento transito con la misma vigorosidad de un cuerpo inerte; se me ha escapado toda ambición de vida. Aquí ya no queda ninguna vida.
Tan solo mundos fracturados; mundos de mucho dolor altamente valorado. Su abundante género en el mercado de intercambio de materias, que incomprensible, cotiza al alza, me ha succionado todo el aire que ahora presento un estado de ridícula rigidez existencial como si fuera prisionero en libertad.
Velando de cubrirme las espaldas por tanto ejercito de plateados y traficantes de órganos para rituales perniciosos organizados por la manada de fieras encorbatadas, con el fin de reventarle los ojos, dejarle ciego a nuestro destino con el afán de perpetuarse en el poder. Con barricadas y puestos militares a la vuelta
de cada esquina exigiendo el salvoconducto del partido único y la adhesión a la fanfarria del culto personal y destrucción a toda posibilidad de convivencia sistémica, armoniosa. Estoy atrapado en esta jauría de fieras bípedos, hombres muertos y espíritus zombis en la duermevela de una fila de sombras enredada en esta peculiaridad circular de una caminata sin rumbo. Los sentidos sensoriales se han atrofiado y han perdido aquí cualquier valor y nuestro mundo gira en una monumental noria de gigantesca absurdidez, sin ninguna aparente lógica que lo rigiera: comes lo que puedes y como puedes con el ojo puesto en el plato ajeno de los poderosos y familiares y amigos de los poderosos, a los que sobra tanto que rebosa; soñamos con la boca para evitar ver aquello que nos hiciera cuestionar a la autoridad y extraer algún tipo de responsabilidad para la protesta, el reclamo ético, las buenas formas; olemos con los oídos para clamar culpa a la epidemia de colectiva estupidez y rendir tributo a la excelencia de las políticas destructivas y vivir de los sobornos que nos esquilman y mantienen relegados en un circulo de eterna autodestrucción e incapacidad. Y nuestro estado, ¡ay de nuestra joven y secuestrada nación! aparece paciente, cómoda, acomodada ante el tufo de su propia esencia animal desperdigada en la psicología colectiva: Los músicos impartiendo clases de física quántica en los aeropuertos, los barberos sacando muelas en las escalinatas de la sacristía o bares de cerveza barata, los albañiles e ingenieros agrónomos mientras tanto son los nuevos doctos odontólogos, los llamados al templo del empeño tras licenciatura universitaria; los maestros y cazadores furtivos de obra furibunda, recursos públicos y carne picada animal de prostitutas aficionadas en peligro de extinción, se hanconvertido en aparejadores, pronto serán ingenieros de la construcción y de puentes y caminos: la moderna infraestructura estatal. Las nuevas ciudades emergentes lo hacen sobre nuevas pilas de mierda y llena gente ausente y vaciada que lleva dentro el enorme agujero negro de la resignación. Sin sueño, in paz, ajenos al agrio sabor de la libertad porque esta siempre exige una actitud de altivo sentimiento, responsabilidad, y compromiso personal.
La cuestión planteada hasta esta parte y que corroe la mente a tanto analista político de este fascinante fenómeno, sobre todo a nivel historiográfico como
sociopolítico, interpela y busca saber sobre la posibilidad de una continuidad de la política del régimen anterior, y del anterior al anterior, en la actualidad política de Porto Novo. Las diversas respuestas ideadas, llenas de intereses y atrapados en la intrincación del cada vez inacabado proceso del meta-relato posmodernista, han ofrecido un
conglomerado de ilustraciones de profunda complejidad y naturaleza, de los que se puede enfatizar, y aquí se impone el balance de todo un periodo y modelo político singular, atribuido de innumerables muertes, torturas e ilimitada represión, los malabarismos políticos que hablan de un cambio eminente, aunque no se sabe muy bien si dicha variación señalada lo es en virtud a un cambio cualitativo, si aún cabe, demente, o por el contrario, lo es de mente, de mentalidad.
Pero aquellos que no conocen el fondo de nuestra historia o fingen no conocerla bien, dicen que somos la masa condenada de la humanidad, que no tenemos alma, que la nuestra es una sangre contaminada con las odas del sodio del rencor y violencia y que nos han deshollinado tanto las entrañas y llenados con los corrosivos efluvios del kai-kai de negativa mentalidad, que hemos perdido el sentido del rumbo, atrapados en un laberinto trazado por la historia y el rumor por el desamor. Afirman que después deque el ignominioso dios blanco tomara presencia y se estableciera aquí,
en el reino infiel de nuestras alucinadas conciencias, aprendimos a vivir sin vivir desde la ausencia, de espaldas a nuestro propio destino y enfermiza realidad. Que por eso estoy lleno de podridos sentimientos que me llegan como si fueran el gravamen de una pesada losa: el peso de la historia. Pero yo, que nací con otras dos trascendencias que cubren la nuca de mi alma imperecedera, enrollo los ojos en señal de protesta por tanta insensatez declarada, mientras, y con el revolver en la cabeza y de cara a las desoladas calles de Porto Novo, llenas de gente ausente, emprisionada en la ficticia voluntad de sus vidas, los mississima paramilitares dicen que reinterprete una sonrisa para mis dolientes cavilaciones y me pregunte a mi mismo por si realmente soy o no una victima, un prisionero en libertad. ¿Lo soy?
Fuente: propia